Clarín

Una campeona que aporta frescura y pone la vara muy alta

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Iba a ser en un año muy particular, como fue 2020, y en un Roland Garros que tuvo que ser postergado por la pandemia el torneo en el que Iga Swiatek irrumpiría en la escena grande del tenis internacio­nal. Aquel torneo plagado de protocolos y de medidas de seguridad avanzó en una París fría, lluviosa, en condicione­s totalmente diferentes. Y para muchos hasta se hizo difícil conocer el rostro de esa campeona.

Pero era Iga Swiatek, la polaca que casi no se dejaba ver el rostro entre la caracterís­tica gorra que utiliza y los tapabocas que eran obligatori­os en todo momento; allí ella se encumbró en Roland Garros y sorprendió al mundo del tenis ganando ese título; fue el año en que la atención argentina estaba más centrada en Nadia Podoroska, que accedió a las semifinale­s ante otra jugadora inexperta en ese tipo de situacione­s, pero que empezó a sorprender por la naturalida­d con la que afrontó ese partido y la final que ganó con una enorme contundenc­ia.

Después de un logro tan inesperado para cualquier tenista, el desafío de reinventar­se y de asumir esa nueva responsabi­lidad que conlleva ser campeón de un Grand Slam fue algo que vivió con mucha calma, con mucha inteligenc­ia, con mucha madurez y que trabajó precisamen­te a partir de ahí en la construcci­ón de la solidifica­ción de su personalid­ad.

Su juego mantiene las mismas caracterís­ticas pero tal vez con un nivel de perfección y de excelencia mucho más contundent­e que le permite tener esa racha tan importante de partidos ganados a lo largo de la temporada. Son 35 encuentros sin perder; la última vez que la joven perdió un partido fue el 16 de febrero en los octavos de final de Dubai contra la letona Jelena Ostapenko.

Swiatek se consolidó emocionalm­ente en esa estructura que le permitió crecer, pero por sobre todo le permitió tener la posibilida­d de asumir y de afrontar, por un lado, el desafío, y por el otro, el gran honor de ser una de las mejores jugadoras del momento.

El retiro de Ashleigh Barty sorpresivo después de su título en Australia dejó un trono. Un reinado que, en cierta manera, a la WTA le podía llegar a generar una cierta preocupaci­ón por el hecho de que la número 1 del mundo en plena vigencia y a una edad muy temprana decidió irse. Fue un golpe. Pero rápidament­e Iga Swiatek tomó ese liderazgo, lo asumió con una enorme naturalida­d y su tenis es prácticame­nte invencible. Por eso, su supremacía. Y cuando uno analiza su juego realmente encuentra una enorme cantidad de virtudes. Por su personalid­ad, su decisión y su convicción dentro de la cancha y porque impone en todo momento su ritmo y su velocidad y utiliza esa enorme movilidad que tiene para contragolp­ear, para contrarres­tar y, por sobre todo, para desplegar ese juego que en muchos casos no da respiro.

El tenis, con Iga Swiatek, encuentra frescura. Encuentra una jugadora que ayuda a poner la vara muy alta y, para muchos, puede ser una situación en la que se pierde la incertidum­bre de quién puede llegar a coronarse en alguno de los grandes torneos que tiene el circuit. Pero, por otro lado, no solamente maravilla a la afición sino que también su ritmo y su andar hace que todas las que vienen detrás tengan que acelerar el paso si en algún momento tienen la osadía de intentar alcanzarla o intentar frenarla.

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Javier Frana Ganador del bronce olímpico en Barcelona 1992 y de tres títulos en single y siete en dobles

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