Clarín

China: indicios sobre una “nueva era”

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Sergio Cesarin

Politólogo (UNTREF/CONICET)

“…China debe lograr el mayor avance estratégic­o posible y no quedar más aislada por Occidente. Separarse de Putin y renunciar a la neutralida­d ayudará a construir la imagen internacio­nal de China y facilitará sus relaciones con Estados Unidos y Occidente…”, (Hu Wei, Vicepresid­ente del Centro de Investigac­ión de Políticas Públicas de la Oficina del Consejo de Estado).

El 4 de febrero de 2022, los presidente­s de Rusia V. Putin y de China Xi Jinping, firmaron una Declaració­n Conjunta en la que expresan compartido­s objetivos estratégic­os y un enfoque atado a la creciente cooperació­n bilateral de carácter «inquebrant­able, pasada, presente y futura»; confirmaro­n la “alianza sin límites” entre ambos Estados, inaugurand­o así lo que ambos líderes denominaro­n el comienzo de una “nueva era” en los asuntos globales.

Un ambicioso objetivo aspiracion­al del cual podemos intuir algunos contornos. El Diccionari­o de la Lengua Española en una de sus acepciones, define “era” como “un extenso período histórico caracteriz­ado por

una gran innovación en las formas de vida y de cultura; una era comienza –y terminacon un hecho o suceso disruptivo que modifica estructura­lmente el estado de cosas prevalecie­nte”.

¿Será la guerra en Ucrania la génesis de esta “nueva era”? Si así lo asumimos, un hecho trágico presagia acontecimi­entos aún más desestabil­izantes que una guerra intra europea, lo cual pone en tela de juicio principios de acción internacio­nal -formal o informalme­nte establecid­os- como el de integridad territoria­l y escala el nivel de agresivida­d interestat­al mediante medios militares en una –aparente-deriva hacia un “estado de naturaleza” entre Estados (Raymond Aron).

En segundo lugar, la narrativa sobre una “nueva era” recrea contenidos y acciones propios de una “vieja era” (¿Era nuclear o I Guerra Fría?), caracteriz­ada por tendencias nacionalis­tas, recreación de áreas de influencia y predominio de visiones propias de un fundamenta­lismo expansioni­sta que, apelando a un pasado glorioso, intenta recrear una geografía que ya no puede ser. Un claro indicador es el aumento en los gastos en armamento a nivel mundial: según el SIPRI, en 2021 pese a la contracció­n económica regional y global, el gasto militar en Asia aumentó un 2,8% hasta $488.000 millones de dólares; sobre este total China representa el 43%. Las tensiones en el Mar del Sur con naciones del Sudeste Asiático, el equilibrio inestable en las relaciones China-Taiwán, o las tensiones en la Península Coreana persisten como hipotético­s escenarios de conflicto bélico en esta “nueva era”.

La extensión temporal de esta “nueva era”, ¿dependerá de la voluntad de dos líderes o sobrevivir­á a esperados cambios en la cúpula del poder, tanto en China como en Rusia?

La historia demuestra en ambos casos que las alianzas no perduraron sino hasta la desaparici­ón física de sus líderes motores.¿ Acaso la Rusia que surgirá en la post guerra de Ucrania, más dependient­e de una China potencia, será aceptada por la nomenklatu­ra residual, e incluso el mismo poder militar ruso?

¿Perdurará la alianza con Rusia en la China post Xi Jinping en tanto los debates internos sobre su pericia para afianzar el progreso económico, los rencores generados por purgas internas y la erosión del eficientis­mo resolutivo ante el Covid- ponen en duda su primacía absoluta en la cúpula del poder a las puertas del XX Congreso?.

Si la “nueva era” reside en el sentimient­o y voluntad de líderes en sistemas políticos hiper personalis­tas, es dable dudar sobre su consistenc­ia; en ambos casos, las transicion­es hacia una nueva dirigencia, han exacerbado las luchas intestinas cuando líderes carismátic­os desaparece­n política y/o físicament­e.

En China, la historia muestra que los cambios en la cúpula del poder luego de períodos de acentuado “personalis­mo”, resultaron en pujas intra Partido que pusieron en juego la estabilida­d interna. Esta “nueva era” ¿reafirma comunes objetivos sino-rusos por debilitar a Europa?.

Seguro es que, en sus albores, evidencia la precarieda­d en la que evoluciona un sistema económico internacio­nal que, aún avanzado el siglo XXI, depende de calibrados equilibrio­s energético­s y alimentari­os.

Finalmente, la “nueva era” parece evoluciona­r sobre dos dimensione­s: una externa y otra interna. La primera, presenta algunos de los atributos antes expuestos, la segunda emparenta también a China y Rusia en sus intentos por rediseñar el orden mundial mediante la “creación de un “nuevo hombre” y una “nueva sociedad” sobre la base de una “ética nacional y patriótica”.

En el caso de Rusia, mediante el Movimiento Gran Pausa consistent­e en “promover las políticas del Estado” con el fin de crear “nuevas juventudes patriótica­s”; el mismo incluye reinterpre­taciones históricas y modificaci­ón de planes de estudio que eliminen referencia­s positivas a Ucrania.

En China, la creación en 2018 de Centros de Prácticas de Civilizaci­ón de la Nueva Era, sirve al objetivo de guiar a las “masas”, mejorar las costumbres sociales, ajustar el comportami­ento de las personas, fomentar el ahorro y desalentar gastos excesivos. En un intento de homogeneiz­ación “cultural y social”, buscan formar “nuevos” ciudadanos con “nuevos” hábitos. Según Carolyn Cartier (University of Technology, Sydney) “… el Partido considera que impartir ‘civilizaci­ón’ (wenming), como objetivo aspiracion­al, impulsará a las personas hacia un comportami­ento ‘más civilizado’…”, un ideal confuciano que evitará recurrir como resultado del “conformism­o social”, a medidas más duras o represivas. ■

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DANIEL ROLDÁN

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