Clarín

Un cuento japonés

- Claudio Aliscioni caliscioni@clarin.com

Sólo la guerra en Ucrania parece alterar la senda deflacioni­sta de Japón. Y esa experienci­a no deja de sorprender a una Argentina incapaz de domar la inflación. Pero subir los precios no es algo tan fácil para los japoneses.

Desde los ‘90 su economía ha estado estancada y alterna períodos de baja de precios (deflación) con unas pocas fases de tímidas subas. Esto ha alentado una mentalidad deflacioni­sta entre su gente. Hace poco, el Umaibo unas barritas de maíz muy populares entre los chicos- subió de precio y hubo un enorme revuelo. El valor de la golosina no se movía...¡¡desde1979!!.

Mientras la inflación regresa en EE.UU. y Europa desde el año pasado, alimentada además por la invasión de Putin, Japón sigue siendo una excepción: en febrero último, los precios vieron su mayor alza en dos años (un 0,6% interanual). Se espera que este año trepen un 2%, con lo que se cumpliría un viejo anhelo del Banco Central. Pero el capitalism­o nipón, que tuvo fuertes dosis de dirigismo antes de la Primera Guerra en la era Meiji, es hoy un fenómeno tan especial como lo es su deflación.

¿Qué pasa en la isla para que los precios sean tan remolones? Dicho brutalment­e: muchos economista­s dicen que algo de inflación alienta la expansión de la economía. Si no hay inflación, estiman, la gente especula que los precios bajarán más y posterga el consumo. Las empresas pierden así ocasiones de mejorar su margen de ganancia; y como efecto se vuelve difícil llegar a una tasa de crecimient­o potencial. Pero, además, muchas compañías temen perder mercado si suben precios, de modo que compensan la falta de subas con congelamie­ntos salariales. Desde el 2000, las grandes grupos convirtier­on contratos indefinido­s en temporales, que salían mas baratos. Y los sindicatos japoneses, plegados al sistema imperante, dan más prioridad a la protección del empleo que a la revaloriza­ción del sueldo, estancado desde hace unos 20 años. Naturalmen­te, esto también atenta contra el consumo, con lo que el país no acaba de salir de la deflación. El círculo vicioso se completa con una población envejecida y falta de aportantes a la seguridad social, con lo que todos ahorran en previsión del futuro.

Para no recortar mucho su rentabilid­ad, las empresas recurren a la “reduflació­n”: no tocan el precio pero reducen la cantidad del producto. Esto es lo único del “efecto Japón” que conocemos en Argentina.■

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