Cuando la energía de la tribuna mejora la defensa y potencia el ataque
Boston venció a Golden State y quedó 2 a 1. Los hinchas locales y el TD Garden fueron claves.
Las estadísticas, a veces, no son sinónimos de certezas. En las series anteriores, camino a las finales de la NBA contra Golden State, Boston tenía su mejor récord como visitante. Aunque el TD Garden sea un estadio maravilloso y, si hay un sexto hombre que juega sin pisar el parquet, ese es ese edificio histórico.
¿A qué viene la introducción? El tercer juego fue, tal vez, uno de los más excitantes y el que más disfruté en lo personal a la par de ese maravilloso público. La energía que transmite la afición de los Celtics es superlativa. Y esa energía aumenta la capacidad de salto de los jugadores, a quienes les da esa actitud defensiva y esa fuerza de piernas para neutralizar, ayudar a rotar y rebotear, aun siendo más lentos; eso lo plasmó el equipo en el inicio del partido y en el último cuarto.
Toda esa buena vibra se tradujo automáticamente en una alta productividad que desembocó en un parcial de 28-13 en el primer cuarto. Draymond Green no pudo con un formidable Jaylen Brown, que lo atacó de todas las maneras, penetrando y desde la larga distancia para marcar las diferencias de arranque.
El juego de los locales fue mucho más fluido. Marcus Smart tuvo desde el inicio un protagonismo con el balón atacando el cesto, lo mismo que Al Horford, que se sintió como siempre pasando la bola y atacando más cerca el aro que en los últimos partidos. Pareció que Boston se iría al vestuario con un margen amplísimo, pero a cinco minutos del final de la primera mitad los Warriors reaccionaron.
Fue entonces cuando, nuevamente, aparecieron las pérdidas de los Celtics. Cada penetración y descarga fue anticipada por los rápidos y electrizantes defensores de Golden State. Esos recuperos dieron más juego en la cancha abierta. Ya estacionado, Stephen Curry abusó de la pasividad de los errores crónicos que tiene Horford en situaciones de bloqueo directo en la defensa. Le dio un poco de espacio y eso para Curry es más fácil que una bandeja. Su tiro, tras el dribbling, es su ADN y más aún siendo un especialista en el disfrute del pick and roll. Lo asesinó desde lejos.
Ya al inicio del tercer cuarto Golden State jugó su mejor periodo (3325) y la merma de sus rivales se manifestó en varias situaciones clave. Green le negó totalmente la recepción a Brown haciendo gala de su especialidad: ser un experto en el arte de la molestia. La salida del gran Robert Williams fue clave. A todo ello, Curry siguió tirando desde lejos y la pasividad y las penetraciones forzadas de Jayson Tatum pusieron definitivamente al juego con una incertidumbre total. Ya se sentía entre los fans un murmullo nervioso.
Pero la tendencia cambió. ¿Qué hizo Boston para borrar del campo al rival? Muy simple: Smart le jugó físico a Curry y lo sacó. Le tiró el camión encima y demostró que come carne con sangre.
Luego el abanderado defensivo, Robert Williams, fue el dueño absoluto de la pintura. El fue el protector del cesto en cada penetración y el corrector de todo aquel que quiso y no pudo culminar con una penetración en ataque.
No sólo la defensa fue la clave. El ataque no lo sustentó únicamente en dos jugadores sino que fueron varios los que produjeron para sumar y sumar.
Así, el equipo de Ime Udoka construyó una victoria por 116 a 100 en el tercer capítulo para quedar 2 a 1 y con la ventaja de la localía a su favor. Ganaron los Celtics. Fue un partidazo, de emociones y de adrenalina pura que viene desde esa conmovedora afición.