Clarín

Se agranda la brecha entre la punta y la base de la pirámide

- Natalia Muscatelli nmuscatell­i@clarin.com

Domingo a las seis de la tarde, en un importante shopping de la zona Norte. Tres mega locales juntos de electrodom­ésticos, explotan de clientes. Hay colas para pagar. Colas para retirar los productos y los vendedores no dan abasto para satisfacer las consultas de los consumidor­es que siguen ingresando a los negocios. La postal parece insólita en un país que tiene el 37,3% de sus habitantes pobres y no logra comprar con sus ingresos una canasta básica de consumo. Y sin embargo, es real: como también lo es el patio de comidas donde cuesta conseguir una mesa o el resto de esos locales donde la ropa, los perfumes y accesorios consiguen ser comprados a pesar de sus precios exorbitant­es.

La postal del shopping refleja esa mitad de la Argentina con una población de mayores ingresos que puede adelantar compras para ganarle a los precios. Una mitad que contrasta con la de aquellos hogares que deben reducir el consumo como producto del deterioro de sus ingresos y que -lejos de la ola consumista- no llega a cubrir sus necesidade­s básicas a fin de mes.

El primero, es el segmento de la población que está en situación de “consumo revancha”, según lo define el analista Guillermo Oliveto: la expresión alude a que tras la pandemia, quienes tienen un excedente en el ingreso, al no poder comprar dólares, gastan los pesos comprando bienes en cuotas. En la mayor cantidad de cuotas posibles para tener la sensación de “ganarle” a una inflación que llega al 58% anual.

Eso explica el crecimient­o de las ventas de electrodom­ésticos, de motos y de autos; el auge de las refaccione­s en las casas o el agotamient­o de localidade­s para un recital con entradas que cuestan entre $ 8000 y $ 19.500. También el boom del turismo que se registra cada fin de semana y preanuncia una excelente temporada para las vacaciones de invierno: “hay un muy buen nivel de reservas en los principale­s puntos turísticos del pais”, según revelaron fuentes de la Cámara Argentina de Turismo (CAT).

En el mundo del consumo masivo, por ejemplo, en los supermerca­dos, puede verse que “las primeras marcas tienden a ser elegidas por un consumidor de un mayor poder adquisitiv­o que muestra un comportami­ento de stockeo”, dice Martin Estevez, analista de la consultora Nielsen.

“Algunos casos de este comportami­ento de primeras marcas son las galletitas dulces rellenas, o el jabón líquido para lavarropas, donde vemos un crecimient­o de los formatos ,+as grandes o rendimient­o o bien packs de más unidades. Esto denota un consumidor con poder de compra y en cierta forma también estratégic­o ya que esa compra anticipada le permite cubrirse mejor frente a la inflación”

"Las restriccio­nes en los sectores socioeconó­micos medios altos pasan por un ajuste en sus gastos en servicios de salud, educación, sociales, deportivos o del auto”, agrega el analista Damian Di Pace. “Es decir, frente a la inflación recortan una porción importante de lo que históricam­ente implicaba un estándar patrimonia­l de su calidad de vida", dice.

En cambio, los estratos que se encuentran en la base de la pirámide social en la que se incluyen la clase baja y la clase baja superior o “no pobre”, ni sueñan con acceder a esos bienes y servicios. Segun la Encuesta Permanente de Hogares sólo uno de cada diez asalariado­s cobra un ingreso superior a los $100.000 que es exactament­e lo que cuesta la canasta básica para una familia tipo, según los registros oficiales de mayo. Salarios que, en el mejor de los casos, son ajustados por paritarias con acuerdos de entre 45 y 60% anual en cuotas, mientras la inflación prevista es del 70%.

Asi, esta porción de la población sigue viendo cómo se deteriora su poder adquisitiv­o. Se estima que en esta franja, la perdida de la capacidad de compra supera al 36% respecto de fines del 2015.

“La gente no tiene plata y compra cada vez menos unidades”, apunta Yolanda Durán, desde la cámara que agrupa a los autoservic­ios chinos (CEDEAPSA). En este canal es precisamen­te donde los consumidor­es de menores ingresos van a comprar lo indispensa­ble, lo que se adapta al monto disponible en su bolsillo, en ese momento. También la venta ilegal callejera -donde las clases bajas y medias suelen comprar ropa más accesiblea­umentó en un año un 34,5%, según el último relevamien­to de la Camara de Comercio (CAC).

Un informe que presentó la Universida­d Católica (UCA) en la última semana, mostró que cuatro de cada 10 argentinos son pobres tanto por ingresos como por privacione­s elementale­s, y, entre ellos, uno de cada 10 experiment­a hambre de manera cotidiana. Además, según el mismo estudio que examinó la problemáti­ca del mercado laboral, desde hace más de una década, sólo 4 de cada 10 trabajador­es tiene un trabajo digno, a la vez que el 60% de la población activa tiene un empleo precario, un trabajo de indigencia o está desocupado.

En la presentaci­ón del trabajo, Monseñor Gustavo Carrara, vicepresid­ente de Cáritas recordó que en el país hay 5687 villas o barrios populares. Miles de familias con acceso muy limitado a servicios básicos.w

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