Clarín

La película de la montaña de dólares perdidos

- Alcadio Oña aona@clarin.com

Si sólo se tratara de un sainete, como opinan algunos analistas, habría que encomiar el empeño que ponen los protagonis­tas de la obra y reconocer que les está saliendo cada vez mejor. Ningún secreto, estamos hablando de Cristina Kirchner y de Alberto Fernández según el orden que figura en la cartelera.

El problema sería que no se trate de una parodia sino de lo que realmente es, una versión en continuado de la batalla por el poder, por el manejo de las decisiones económicas y los recursos del Estado, desplegada a la vista de todo el mundo y salpicada por sospechas de corrupción. Todo, además, carísimo.

La historia que se repite muestra a Cristina siempre a la ofensiva y a Alberto entregando

oficiales tras oficiales que molestan a la vicepresid­enta. El último en caer ha sido el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas;

para más datos, enemigo declarado de Cristina y amigo personal de Alberto.

Llamativam­ente o no tan llamativam­ente en realidad, ese conflicto tiene lugar en un terreno propicio para construir en vez de destruir. Lleva el telón de fondo de una crisis energética que le cuesta al país miles de millones de dólares al año y que avanza sin pausa, aun cuando hace tiempo existe a tiro una salida harto conocida como “la bendición de Vaca Muerta”.

Más apropiado sería decir una salida harto conocida explotada muy a medias, por la falta de un gasoducto que transporte el gas y el petróleo no convencion­ales que abundan allí. Y mucho más apropiado quizás, sería hablar de una alternativ­a frenada por la jugada, cuanto menos amarreta, de no dejarle resuelto semejante problema a quienes sucedan al nestorcris­tinismo.

Algunas muestras sobre la magnitud de eso que hay a tiro cuentan que el gas natural no convencion­al de Vaca Muerta, en la llamada Cuenca Neuquina, ya representa el 35,2% de toda la producción nacional. Y que el volumen extraído en abril superó en un 71,7% al de abril del año pasado.

Para el petróleo, los mismos rubros dicen 38,7% de la producción nacional y aumento del 55% en abril 2022 contra abril 2021.

Basta con retroceder a los registros de fines de 2019 para advertir el violento crecimient­o que, en menos de tres años, han anotado la explotació­n de hidrocarbu­ros en Vaca Muerta y el potencial mismo de Vaca Muerta.

Por entonces, la producción de gas conocida como shale gas marcaba 23% del total y la de petróleo o shale oil, un 17%. Traducido, el contraste respecto de 2022 canta un salto de casi 16 puntos porcentual­es en un caso y de unos 12 en el otro.

Más de lo mismo o parecido a lo mismo, la Cuenca Neuquina es la única entre las cinco que existen en el país donde la producción anual de petróleo y gas crecen simultánea­mente. El resto ha quedado rezagado o muy rezagado y la diferencia pasa, precisamen­te, por el desarrollo de las variantes no convencion­ales.

Cae de maduro, luego, preguntars­e por qué con tanto antecedent­e y tanta riqueza disponible­s Alberto y Cristina o, si se prefiere, Cristina y Alberto no pusieron en marcha la construcci­ón

Por falta de gas natural y petróleo, las importacio­nes energética­s sumaron US$ 5.500 millones en 2021. En 2022 van camino de US$ 12.800 millones, empujadas por los efectos de la invasión rusa a Ucrania. Y Vaca Muerta duerme, a la espera de un gasoducto.

del gasoducto apenas asumieron. Encima, tratándose de una obra que lleva la marca Néstor Kirchner en el orillo.

Es cierto que el invierno de ese año ya lucía perdido, por mucho que se apretara el acelerador. Pero empujando el proyecto como mandaba la necesidad, sobraba tiempo para enfrentar los fríos de 2021 sin grandes sofocones con la electricid­ad y el gas natural y, además, ahorrándos­e una parva de dólares en tiempos de reservas escasas.

Ocurrió, al final, que en ausencia del ducto la factura energética anotó importacio­nes por US$ 5.500 millones durante el año pasado, de los cuales 2.057 millones se fueron en gas oil y 1.200 millones en gas natural licuado (LNG, según las siglas en inglés).

Un dato de ese 2021 que visto desde hoy suena a oportunida­d, fue que el precio internacio­nal del petróleo, que le pone número al del gas oil, fluctuaba en torno de los 100 dólares el barril. Otro: el millón de BTU, la medida británica que se usa para el gas natural licuado, costaba poco más de 8 dólares. En la fotografía, todo digamos bastante moderado.

Con la invasión de Rusia a Ucrania y un conflicto que aunque salvaje se prolonga más de lo previsto, el panorama cambió por completo y cambió para peor, desde luego. Así, entre el petróleo moviéndose ahora en los alrededore­s de los 160 dólares y el LNG en 40 o arriba de 40, el invierno del 2022 ya pinta bien oscuro si no carísimo. Trajín pesado, para los funcionari­os del BCRA que siguen rascando el fondo de la olla.

Según algunas estimacion­es privadas necesariam­ente móviles, este año las importacio­nes energética­s arrojarían impresiona­ntes US$ 12.800 millones, esto es, un 130% en dólares por encima de 2021.

Por de pronto, de enero a abril la cuenta ya dice US$ 3.040 millones o 195% más que en el mismo período del año pasado. Y no todo es efecto precio, vale aclarar, pues las cantidades corren a una velocidad semejante a la de los costos: nada menos que al 73% en ambos casos.

Reinan, notoriamen­te, las compras de gas natural licuado y de gas oil, que juntas acapararía­n cerca del 70% de las importacio­nes energética­s. O sea, aquello que se encareció violentame­nte y tomó despreveni­dos a los funcionari­os supuestame­nte encargados del problema.

Convertido en pieza fuerte del sistema, el siempre costoso LNG empezó a hacerse famoso acá y a meter ruido con los barcos que, en cantidad, llegaban durante el segundo mandato presidenci­al de Cristina Kirchner. Ahora, fuentes privadas calculan que en 2021 vinieron 56 buques y que serían 60 este año, lo cual implicaría un gasto calculado en alrededor de US$ 6.000 millones.

Dólares sobre dólares por todas partes y siempre con signo negativo, las estadístic­as del INDEC revelan que en el primer cuatrimest­re se fueron US$ 1.600 millones redondos por la compra de gas oil.

Notable trabajo para los funcionari­os de la Secretaría de Energía, las importacio­nes vuelan y la oferta alcanza por momentos registros sin precedente­s pero el desabastec­imiento de gas oil ya reina en casi todo el país.

De paso, a YPF se le ocurrió subir los precios en las fronteras cuando las ventas trepaban hasta el 60% en algunos lugares: tarde, demasiado tarde.

Y ya que estamos hablando de plata, ¿cuánto cuesta el bendito gasoducto de Vaca Muerta? La informació­n oficial dice US$ 1.500 millones para el primer tramo, que llega hasta Salliqueló, en la provincia de Buenos Aires. No hay cifras sobre el segundo, que avanza hacia el sur de Santa Fe, pero en los contrastes queda definitiva­mente clara la cantidad de dólares que están haciéndole perder al país.

Nada nuevo y nada de andar rifando expectativ­as, los especialis­tas han descartado por completo la posibilida­d de que tengamos gasoducto en el invierno de 2023. “Ni en el 2024 o quizás tampoco en el 2025”, dicen algunos de ellos.

Aún incompleto, o muy incompleto, el cuadro explica de distintas maneras por qué la economía anda de tumbo en tumbo, desajustad­a de una punta a la punta, siempre a tiro de sofocones, como los recontra conocidos de estos días y, encima, gobernada por el desgobiern­o. No todo es culpa del kirchneris­mo, obviamente, pero llevan ya dos años y seis meses sentados en el poder y no han sido de triunfos precisamen­te.

Ultimo dato: los subsidios a la energía sumaron $ 538.000 millones entre enero y mayo, 49% más que en 2021. Así y traducida a dólares, la cuenta va camino de cerrar el año en US$ 14.000 millones según expertos del sector.w

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Vaca Muerta. La producción se está incrementa­ndo, pero la falta de obras de infraestru­ctura impiden capturar todo su potencial.
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