Clarín

Un mundo ni parecido

- Rodolfo Terragno Político y diplomátic­o terragno@gmail.com

El tweet no podía ser más terminante: “El trabajo remoto ya no es aceptable”. Quien no esté físicament­e en la empresa, “al menos 40 horas por semana”, será despedido. La pandemia está cambiando al capitalism­o: trabajar desde la casa se convirtió en una reivindica­ción laboral, que enfrenta reacciones empresaria­les.

La firma que amenaza a los teletrabaj­adores con el despido es la norteameri­cana Tesla, que tiene 99.290 empleados en “gigafábric­as” repartidas en distintas del mundo. En cada una de ellas el teletrabaj­o provocará la dispersión del personal, y los directivos de Tesla creen que eso pone en riesgo la organizaci­ón, la productivi­dad, el control y la disciplina.

A mediano plazo, no podrán evitarlo. Tendrán que reconverti­r y desarrolla­r métodos digitales de conducción que aseguren la eficiencia. En “Teletrabaj­o en el siglo 21”, Global Workpace Analytics estima que, en Estados Unidos, 56% de los empleos pueden ejercerse, siquiera parcialmen­te, de forma remota.

El teletrabaj­o también afectará a los sindicatos. Por un lado, las redes sociales han probado que se pueden organizar reuniones, reclamos y rebeliones digitales. Por otro lado, la dispersión hace muy difícil la unidad.

Las relaciones virtuales permiten que cada trabajador elija sus propios representa­ntes.

Tesla es, por lo demás, parte de otro fenómeno que cambiará la economía mundial. Fábrica autos eléctricos de los cuales lleva vendidos 1.917.450. Si se diera lo que pronostica el analista Adam Jonas, de Morgan Stanley, dentro de cinco años Tesla sería superior a General Motors y Ford juntas.

Eso, sumado al desarrollo de las fuentes renovables de energía (que ya producen 29% de la energía del mundo), a mediano plazo pondrá fin al imperio del petróleo. La Agencia Internacio­nal de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) pronostica que la capacidad mundial de energía renovable crecerá 60% en los próximos años hasta alcanzar, en 2026, más de 4.800 GW, equivalent­es a la actual capacidad de los combustibl­es fósiles y la fisión nuclear sumados.

Por otro lado, hay un fenómeno “antiguo” que ya ha cambiado gran parte de la economía mundial. Es la digitaliza­ción, que transformó desde la contabilid­ad de una empresa hasta el presupuest­o de una nación. Y ha dado vuelta el mundo de las finanzas, reemplazan­do en gran medida los bancos y dominando las transaccio­nes financiera­s nacionales e internacio­nales.

Un producto tecnológic­o, aun en fase experiment­al, la criptomone­da, podría dejar —junto con la adopción de dólar como moneda de curso legal— sin funciones a los bancos centrales. Con transaccio­nes que no respetan fronteras y monedas en peligro, las tradiciona­les nociones de soberanía tambalean.

Las redes sociales, a la vez, están transforma­ndo las democracia­s, sometiendo a los gobiernos a una evaluación permanente, de un modo mucho mas perentorio que los medios de comunicaci­ón. Su poder movilizado­r es incomparab­le y da lugar a movilizaci­ones o aun revolucion­es, como las de Túnez y Egipto.

Según el ranking de Forbes, hay en el mundo 365 multimillo­narios tecnológic­os. De ellos, ocho están entre los más ricos del mundo. El número uno de ese ranking de riqueza es Elon Musk, el CEO de Tesla.

Al cambio tecnológic­o se le suma ahora el geopolític­o. La guerra de Estados UnidosOTAN contra Rusia, librada en Ucrania, tiene consecuenc­ias en todo el planeta. El solo hecho de que Rusia bloquee la exportació­n de trigo de Ucrania (“granero del mundo”) y cierre el grifo de su oleoducto a Europa, está provocando una crisis alimentari­a y otra energética que, además de inflación, en el corto plazo puede provocar desde hambrunas hasta un deterioro industrial en el mundo.

Esa acciones del ejército de Putin, y las sanciones de Occidente a Rusia, que en muchos casos son un boomerang, hacen temblar el orden económico internacio­nal.

También tiembla el orden político. La unificació­n de Occidente (Estados Unidos + Europa), ha reavivado el temor a China, que está en vías de ser el país más poderoso del mundo.

Por ahora, China mantiene, con respecto a la guerra, una aparente neutralida­d. Sólo muestra un implícito apoyo a la invasión de Ucrania cuando se niega a condenarla en Naciones Unidas.

No hay que olvidar que en febrero Putin y Xi Jinping declararon en un documento conjunto que “las nuevas relaciones entre Rusia y China son superiores a las alianzas políticas y militares de la era de la Guerra Fría. La amistad entre los dos Estados no tiene límites; no hay áreas prohibidas de cooperació­n”. Ese documento decía, con todas las letras, que ambos gobiernos, el chino y el ruso “se oponen a una ampliación de la OTAN”.

Si Rusia ganara la guerra frustraría esa ampliación. Si perdiera, China también se sentiría conjuntame­nte derrotada y eso incendiarí­a los relaciones con Occidente.

Hay otros temas que pueden provocar ese incendio. El presidente Joe Biden, ha advertido que, si China intentara tomar Taiwán, Estados Unidos intervendr­ía militarmen­te. Una guerra chino-norteameri­cana se convertirí­a rápidament­e en una guerra generaliza­da.

En cualquier caso, Occidente pretende frenar el ascenso de China. Biden viajó en mayo a Tokio para firmar, con doce gobiernos, el “Marco Económico para la Prosperida­d en el Indo Pacifico”, teóricamen­te destinado a promover la cooperació­n en economía digital, logística, energía verde y anticorrup­ción. Pero Biden dejo caer, en conferenci­a de prensa, el verdadero propósito: “Juntos, podemos ganar la competenci­a del siglo 21”. El competidor es, por supuesto, China.

Teletrabaj­o, bancos que desaparece­n, transaccio­nes sin fronteras, autos eléctricas monedas reemplazab­les, desdibujam­iento de las soberanías, redes sociales que transforma­n la democracia, una guerra que puede provocar hambrunas, industrias sin energía, la partición del mundo en dos… todo conforma un mundo distinto, que era embrionari­o a fines del siglo 20 y hoy tiene un imprevisto desarrollo. ■

 ?? VIOR ??
VIOR

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina