Clarín

Curry y la defensa de Golden State fueron un combo letal para igualar la serie final

La definición de la NBA. Los Warriors recuperaro­n la localía con una soberbia actuación como visitantes.

- BOSTON, ESTADOS UNIDOS Oscar “Huevo” Sánchez Especial para Clarín

En estos años de finales de la NBA con Golden State como protagonis­ta nunca falta el ritual. En la previa de cada juego, casi una hora y media antes, Stephen Curry ensaya sus tiros tan variados -algunos locos como los que se viralizan en las redesy de larga distancia. Más tarde, durante los partidos y ya vestido con el uniforme de jugador, la estrella de los Warriors ejecuta ese amplio repertorio ofensivo. Nada es casualidad. Curry comienza la entrada en calor lanzando flotadoras, luego ganchos, después con el pie cambiado y una mano, lanza tras dribblings y continúa desde los ocho y nueve metros. Tira y tira sin parar. Hace una pausa, va a la línea de foul y después nuevamente prueba al aro, pero ya saliendo de cortinas imaginaria­s; y así hasta finalizar su mismo ritual en cada juego.

El viernes a la noche, en el TD Garden de Boston, plasmó en la cancha todo lo ensayado en la previa y fue incontrola­ble para el local dando la sensación que cada balón que pasaba por sus manos tenía destino seguro de conversión.

Lo corren, le juegan físico desde el inicio, buscan negarle salidas de bloqueos e intentan no soltarlo jamás, pero Curry demuestra ser un experto en recibir la pelota, en cortinas directas e indirectas. Para colmo siempre lo persiguen, pero de atrás. Nunca le cortan el bloqueo y le neutraliza­n su movimiento en círculo negando la línea del pase. Si el jugador grande sale, se escurre con un dribbling de protección cortito y escapa de cualquier intención de frenarlo. Si le cambian los mueve de tal manera que causa un trastorno a su asignación.

Cuando pasa, continúa y en movimiento vuelve a recibir. No hay manera de negarle una posesión. Siempre, y con un mayor porcentaje -mérito suyo-, se las rebusca para recibir y sentenciar con cualquiera de los lanzamient­os descritos anteriorme­nte. Curry hizo 43 puntos en el cuarto episodio de las Finales en los que Golden State le ganó a Boston por 107 a 97 para igualar la serie 2 a 2 y recuperar la ventaja de la localía. Pero eso no fue lo más llamativo; convirtió esos 43 puntos lanzando 26 tiros solamente. Maravillos­o.

Los Warriors no sólo sobresalie­ron por su actuación individual. También tuvo una defensa colectiva que fue una telaraña para cualquier jugador perimetral que intentara atacar el cesto. Los dos equipos defienden de una misma manera, controlan bien el balón (salvo a Curry, claro) y saltan a todo tipo de ayudas. La diferencia está en que los dirigidos por Steve Kerr son más veloces en recuperar y muchas recuperaci­ones se traducen en el robo de la pelota con una fascinante técnica del uso de los brazos. Del otro lado los Celtics confunden el camino ofensivo en muchas posesiones. Van hacia el aro y culminan siempre forzando los tiros. En la serie, de acuerdo con el biotipo de los cinco iniciales en la cancha (prácticame­nte con un sólo interior), merecen que en cada penetració­n exista el pase abierto y extra para castigar dicha acción antes de que culmine la ayuda defensiva.

Boston chocó contra una multitud de piernas y brazos en cada ataque. Al verse atrapado por las defensivas, el equipo de Ime Udoka volvió a sufrir muchas pérdidas que, en su mayoría, se tradujeron en respuestas ofensivas a cancha abierta, el terreno donde más cómodos se siente Golden State.

Más allá de la actuación del hombre de la noche fue inquietant­e lo de Jordan Poole. Es un mini Curry. Con sólo 22 años su velocidad y su capacidad para la toma de las decisiones son increíbles. A veces sorprende hasta sus propios compañeros por la rapidez con la que tira. Los dos en la cancha causan un casos.

Obvio que Klay Thompson, poco a poco, entró en la serie y su presencia merece una extremada atención, como la de sus dos compañeros. Si a eso se le suma Andrew Wiggins, ya la sintonía ofensiva es mortal. Los espacios aparecen al ser tan gravitante el resto del perímetro. El único que da ventaja y alivio defensivo es Draymond Green, que jugó nuevamente muy mal y con demasiados minutos. No mira el aro y sus lanzamient­os carecen de convicción. Se nota cada noche que pasa.

Se pusieron bárbaras las finales de la NBA y el tiempo dirá quien puede ajustar de la mejor manera sus ataques. La mesa está servida para los dos.

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