Clarín

Lenguaje inclusivo: los gritos que no se escuchan

- Ricardo Braginski rbraginski@clarin.com

¿Quién no vio Monsters Inc.? Aquella enorme película de Pixar, que marcó a toda una generación que hoy ronda los 20 años -y a sus padres-, y que cuenta la historia de una ciudad donde los monstruos obtienen la energía a partir de los gritos de los chicos humanos a quienes asustan. Cuantos más gritos, más energía para abastecer la red eléctrica y poder mantener el nivel de vida y de desarrollo de la ciudad. A juzgar por lo ocurrido la semana pasada, podemos arriesgar que la Argentina -y la Ciudad de Buenos Aires en particular- no necesitarí­a ni una sola planta de energía si pudiera abastecers­e de los gritos que produce la grieta. Con cualquier tema. Inclusive, como se vio, con la iniciativa del gobierno porteño de prohibir en las aulas el uso de las formas más polémicas del lenguaje inclusivo, como la “e”, la “x” y el “@”. Muy pocos se detuvieron a leer la resolución, muy pocos leyeron las guías para el trabajo en las aulas que aprobó esa norma y que, en rigor, alientan el uso del lenguaje no sexista dentro del aula. Aunque evitando la “e”, la “x” y el “@” que -entienden los expertos del Ministerio de Educación porteño- atentan contra el aprendizaj­e de la lectura, la escritura y la comprensió­n de textos. Aunque prácticame­nte nadie leyó los documentos oficiales, el tema igualmente -y a los gritos- se convirtió en “trending topic” en las redes sociales, mientras políticos y periodista­s salían a sentar su posición guiados por la certeza de que es “un tema que mide”.

Las cuestiones educativas pocas veces capturan la atención masiva, o entran en la agenda periodísti­ca del día o se vuelven virales. Pero esta decisión del gobierno porteño sí lo hizo. Ahora, ¿qué se pone en juego cuando se discute con tanto ahínco y pasión un tema como el lenguaje inclusivo en las aulas? ¿Alguien busca realmente mejorar los aprendizaj­es? ¿O hay por detrás una grieta de adultos? ¿No será que el gobierno porteño también especuló con crecer políticame­nte en un margen de esta grieta?

Todo es posible y entra dentro del análisis. Pero qué distinta sería la situación si en vez de gritar tanto para destruir los argumentos del otro lo hiciéramos para colaborar. Si convirtiér­amos en “trending topic” verdaderos debates sobre cómo mejorar la educación.

Esa es la fuente de energía que necesitan los estudiante­s a quienes les cuesta leer, escribir o avanzar en sus trayectori­as. Son los gritos que más se necesitan, y los que menos se escuchan. ■

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