Lenguaje inclusivo: los gritos que no se escuchan
¿Quién no vio Monsters Inc.? Aquella enorme película de Pixar, que marcó a toda una generación que hoy ronda los 20 años -y a sus padres-, y que cuenta la historia de una ciudad donde los monstruos obtienen la energía a partir de los gritos de los chicos humanos a quienes asustan. Cuantos más gritos, más energía para abastecer la red eléctrica y poder mantener el nivel de vida y de desarrollo de la ciudad. A juzgar por lo ocurrido la semana pasada, podemos arriesgar que la Argentina -y la Ciudad de Buenos Aires en particular- no necesitaría ni una sola planta de energía si pudiera abastecerse de los gritos que produce la grieta. Con cualquier tema. Inclusive, como se vio, con la iniciativa del gobierno porteño de prohibir en las aulas el uso de las formas más polémicas del lenguaje inclusivo, como la “e”, la “x” y el “@”. Muy pocos se detuvieron a leer la resolución, muy pocos leyeron las guías para el trabajo en las aulas que aprobó esa norma y que, en rigor, alientan el uso del lenguaje no sexista dentro del aula. Aunque evitando la “e”, la “x” y el “@” que -entienden los expertos del Ministerio de Educación porteño- atentan contra el aprendizaje de la lectura, la escritura y la comprensión de textos. Aunque prácticamente nadie leyó los documentos oficiales, el tema igualmente -y a los gritos- se convirtió en “trending topic” en las redes sociales, mientras políticos y periodistas salían a sentar su posición guiados por la certeza de que es “un tema que mide”.
Las cuestiones educativas pocas veces capturan la atención masiva, o entran en la agenda periodística del día o se vuelven virales. Pero esta decisión del gobierno porteño sí lo hizo. Ahora, ¿qué se pone en juego cuando se discute con tanto ahínco y pasión un tema como el lenguaje inclusivo en las aulas? ¿Alguien busca realmente mejorar los aprendizajes? ¿O hay por detrás una grieta de adultos? ¿No será que el gobierno porteño también especuló con crecer políticamente en un margen de esta grieta?
Todo es posible y entra dentro del análisis. Pero qué distinta sería la situación si en vez de gritar tanto para destruir los argumentos del otro lo hiciéramos para colaborar. Si convirtiéramos en “trending topic” verdaderos debates sobre cómo mejorar la educación.
Esa es la fuente de energía que necesitan los estudiantes a quienes les cuesta leer, escribir o avanzar en sus trayectorias. Son los gritos que más se necesitan, y los que menos se escuchan. ■