Malvinas y el valor de la diplomacia
La actual guerra entre Rusia y Ucrania vuelve a poner en valía la relevancia de la diplomacia como herramienta para la solución de las controversias. En este caso como en el de Malvinas, hace 40 años, el fracaso de las negociaciones bilaterales llevó a un enfrentamiento armado que hasta el día de hoy tiene repercusiones no solo en lo material sino también desde el punto de vista humano.
A nivel multilateral, la Asamblea General de la ONU fue el lugar propicio para abordar esta problemática. Allí, la diplomacia en sentido puro permitió abogar por un acuerdo a través de negociaciones pacíficas entre la Argentina y el Reino Unido bajo los principios que guían a este foro y a las reglas del derecho internacional.
Desde el enfoque bilateral existieron algunos momentos en donde las partes encontraron vías de comunicación y diálogo directo que albergaron ilusiones de que la controversia de soberanía sobre el archipiélago austral podría encontrar mecanismos de solución. En efecto, la diplomacia posibilitó que se llegara a la Declaración Conjunta sobre comunicaciones de 1971 la cual permitió el más amplio proceso de cooperación entre el territorio continental e insular argentino. Concretamente la Declaración Conjunta aprobó, entre otras cosas, que Líneas Aéreas del Estado (LADE) se instale en las islas, que nuestro país invierta en la extensión de la pista del aeropuerto en Malvinas, que la presencia de depósitos de Gas del Estado e YPF en las islas se haga realidad y que maestras del continente puedan viajar y enseñar castellano.
Tres aspectos para resaltar de la Declaración de 1971. En primer lugar, lo más llamativo es que el Comunicado Conjunto dice expresamente que esta negociación se desarrolla “entre la delegación de Argentina y la del Reino Unido, y esta última con participación de los isleños (habitantes de las islas Malvinas) …… y que “las conversaciones tuvieron lugar dentro del marco general de las negociaciones recomendadas por la Resolución 2065 (XX) de la Asamblea General de la ONU”.
Que dice sintéticamente esta resolución: que hay una discusión por la soberanía de las islas Malvinas, que la misma se debe solucionar pacíficamente entre nuestro país y el Reino Unido. En definitiva, a pesar de que Londres se abstuvo en la votación de la resolución 2065, en 1966 y siguiendo el espíritu de lo recomendado en ella, viaja a Buenos Aires el Ministro de Exteriores de la corona británica para reunirse con su par argentino para avanzar en la solución de la controversia y en 1971 se firma la Declaración Conjunta antes mencionada donde el Reino Unido reconoce expresamente el contenido y los fundamentos de la resolución.
El segundo punto destacado del Comunicado Conjunto es la presencia de los habitantes de las islas en las negociaciones. No se puede invisibilizar a los isleños. Están allí y deben formar parte de una mesa de diálogo que busque soluciones creativas siguiendo el espíritu del ´71 y lo establecido por la Cláusula Transitoria Primera de la Constitución Nacional.
Finalmente, destacar que en 1971 se da una Declaración Conjunta pero la misma estableció obligaciones para las partes. En otras palabras, no es relevante el nombre del documento bilateral que se alcance en una mesa de negociación para saber si de él pueden o no emanar compromisos. De esta manera se zanja la controversia si el famoso Comunicado Foradori-Duncan de 2016 crea compromisos para nuestro país sin la necesidad que el mismo se llame Acuerdo o Tratado y que deba pasar por el Congreso de la Nación para ser aprobado.
Mientras la diplomacia no recobre su valor intrínseco episodios militares como los que vive hoy Europa y como los que tuvieron lugar en el Atlántico Sur podrán ocupar espacios decisivos a pesar de que esa región haya sido declarada como Zona de Paz y Cooperación.