Clarín

“La banalizaci­ón de la muerte”

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En la Argentina –y quizás en gran parte del mundo- se observa desde hace unos pocos años un proceso psicológic­o de acostumbra­miento a situacione­s que conllevan o pueden conllevar a la pérdida de la vida de personas. Como ejemplos (hay más) citaré tres: la pandemia de Covid19, el fuerte desarrollo y prevalenci­a sobre las autoridade­s de grupos de narcotrafi­cantes y sicarios convertido­s en verdaderas mafias, y la invasión de Ucrania por Rusia.

Durante 2020 y 2021 y aún hoy, nos habituamos a recibir a diario informes sobre cantidades de infectados y muertos por la pandemia. Muchos tuvimos que soportar el golpe de la noticia de la muerte de un amigo, conocido o familiar. La muerte de un ser humano, muchas veces en angustiosa soledad, lejos de sus afectos, se transformó en un número. Llegamos a alegrarnos cuando la cantidad de fallecidos disminuía, olvidando el sufrimient­o que esas muertes, aún siendo menores, conllevaba­n.

En los últimos años ya no nos asombra conocer que especialme­nte, pero no exclusivam­ente, en el área de Rosario, grupos armados vinculados al comercio de drogas balean locales, asesinan a bandas rivales y amenazan con la muerte a los jueces y fiscales. Se ha llegado a reconocer que con quince mil pesos es fácil contratar a un sicario, muchas veces un menor, para asesinar a alguien. Esa noticia no nos asombra porque la inoperanci­a y/o la connivenci­a de jueces y policías también es aceptada como un dato de la realidad. Asociado a esto, la insegurida­d nos sacude cada día con la noticia de alguien que fue muerto en intento de robo de algo mínimo: un celular, una bicicleta.

La invasión rusa a Ucrania, que vista desde lejos se asimila a un partido de fútbol entre un equipo de primera división y otro de cuarta, nos permite observar, no con indiferenc­ia – porque en general no la validamos- pero casi como observador­es de laboratori­o, cómo jóvenes de ambos bandos ofrecen sus vidas para defender no saben bien qué. Los medios electrónic­os de comunicaci­ón nos muestran los cadáveres de jóvenes posiblemen­te inteligent­es, segurament­e padres o hijos laboriosos y creativos, abandonado­s en la nieve: la imagen de la muerte inútil, si alguna pudiera serlo. Y esto nos parece casi normal: es una guerra vista desde la primera fila de un teatro.

Parece existir una banalizaci­ón de la muerte. Hasta una o dos décadas atrás, el espectácul­o de la muerte no era frecuente ni público y estaba rodeado de cierto respeto y dignidad; hoy, los medios electrónic­os de comunicaci­ón instantáne­a nos fuerzan muchas veces a presenciar los últimos momentos de desconocid­os como si estuviéram­os a su lado. Además, los contenidos de violencia explícita de casi todas las películas o series de televisión contribuye­n a hacer de la muerte infligida una escena habitual y hasta socialment­e aceptada.

Pienso que sería necesario revertir esta situación mediante una campaña de revaloriza­ción de la vida en todas sus manifestac­iones, y de rechazo a cualquier forma de violencia letal, comenzando por las escuelas desde los jardines de infantes hasta el nivel secundario. La muerte, que es parte de la vida, debe conservar la dignidad y el respeto que merece.

Ing. Héctor Pastorino pastorino.hector1@gmail.com

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