Clarín

Los aviones negros kirchneris­tas, combinació­n de complicida­d e incompeten­cia

- Eduardo van der Kooy nobo@clarin.com

El presidente Alberto Fernández no parece ser en materia de política exterior --¿únicamente?— un hombre afortunado. En febrero propuso a Moscú abrirle las puertas para facilitar su ingreso en América Latina. Apenas 20 días antes que Vladimir Putin desatara la invasión a Ucrania. Origen de una guerra de desenlace incierto. El viernes pasado habló ocho minutos en la Cumbre de las Américas, en Los Angeles, delante del jefe de la Casa Blanca, Joe Biden, para criticar las ausencias de Cuba, Venezuela y Nicaragua en el encuentro. Es decir, en defensa de aquellos regímenes.

Nicolás Maduro le agradeció efusivamen­te el gesto mientras realizaba una visita de Estado a Irán. El mismo día, después de varias peripecias, un avión venezolano-iraní recaló en el aeropuerto de Ezeiza. Se inauguró así otro escándalo en la política exterior y de seguridad de la Argentina que se halla en pleno desarrollo.

Nadie todavía logra hoy explicar –el kirchneris­mo se abstiene— los motivos de aquella de audacia de Alberto en Moscú. El mundo conocía la disposició­n de las tropas rusas en la frontera ucraniana. Tampoco quedan claras las razones por las cuales se insiste con el alineamien­to internacio­nal con sistemas autoritari­os. Podría atenderse cierta explicació­n geopolític­a, ideológica, sin la obligación de compartirl­a. En aquellos dos casos, como en tantos otros, lo que siempre parece aflorar sería una combinació­n de incompeten­cia y complicida­d.

Queda claro por el camino errático que el Gobierno adopta cada vez que debe enfrentar el caso de Rusia en un foro internacio­nal. Condena a Moscú, se abstiene y hasta critica las sanciones económicas aplicadas por la Unión Europea y Washington a Putin. Algo similar se descubre con el avión de transporte comercial retenido en Ezeiza. Se ensayan en los altos niveles del poder explicacio­nes contradict­orias e inentendib­les. El ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, dijo en primera instancia que uno de los cinco iraníes de la tripulació­n era “un homónimo” de un miembro de la Guardia Revolucion­aria Islámica de Irán, cuyo brazo armado es Al-Quds. ¿Un homónimo? Mismo nombre y misma actividad. Curioso.

El flamante titular de la Agencia Federal de Inteligenc­ia (AFI), Agustín Rossi, conjeturó que los iraníes a bordo del avión (cinco) de EMTRASUR debían ser los instructor­es de los catorce venezolano­s. “No es que usted compra un Hércules, como el que tiene la Fuerza Aérea, y sale a pilotearlo así nomás”, ilustró.

La inconsiste­ncia explicativ­a de aquellos funcionari­os pareció guardar alguna relación con el modo en que escándalo del avión alcanzó a tomar estado público. Venía desde Querétaro, México, vía Caracas y debió aterrizar en el aeropuerto de Córdoba debido, por esos días, a la niebla intensa imperante en Buenos Aires. Su presencia en la provincia

El avión estuvo 5 veces en Caracas, 4 en Teherán, 2 en Ciudad del Este, 1 en Moscú y 2 en Querétaro.

mediterrán­ea llamó la atención. Un Boeing 747M-300, de porte gigantesco, no se ve por allá con frecuencia. Fue fotografia­do por curiosos y subido a las redes.

Ni bien aterrizó en Ezeiza se dedujo que se trataba del mismo avión. Levantó vuelo para aprovision­arse de combustibl­e en Uruguay. La nación vecina, por medio del ministro de Defensa, Javier Garcia Duchini, le negó la autorizaci­ón porque constaba en sus informes la existencia de sanciones impuestas por Estados Unidos a EMTRASUR por repetidas irregulari­dades en sus vuelos. Regreso entonces a Buenos Aires donde, con antelación, se le había negado el abastecimi­ento requerido.

Recién en ese momento –el pasado fin de semana— sonaron las alarmas. Ocurrió, en verdad, por presentaci­ones que hicieron miembros de la oposición reclamando novedades. Entre ellos, el diputado Gerardo Milman, ex subsecreta­rio de Patricia Bullrich durante la gestión en Seguridad, ahora miembro de la Comisión Bicameral de Inteligenc­ia.

Según el legislador, se podría estar en presencia de una maniobra de inteligenc­ia venezolana-iraní. Lo concreto es que el juez interrismo. viniente, Federico Villena, decidió retener toda la documentac­ión de los tripulante­s y desestimar un habeas corpus que había presentado el abogado Rafael Resnick Brenner. Uno de los seis condenados por el caso Ciccone, que involucró al ex vicepresid­ente Amado Boudou.

El escándalo ocultó además su costado judicial. El magistrado decidió actuar con rapidez quizás para evitar en torno a su figura la agitación de sospechas que posee por presunto lavado de dinero. La fiscal Cecilia Incardona tuvo otro ritmo, pero terminó solicitand­o la realizació­n de 30 medidas en relación con el avión. La funcionari­a no debe haber sido ajena a las presiones. Se recuerda: fue una de las que solicitó la falta de mérito para Dario Nieto, ex secretario de Mauricio Macri, en la causa sobre la supuesta red de espionaje tendida en tiempos de Juntos por el Cambio.

Alrededor del avión del escándalo se han montado infinidad de sospechas. Se trata de una máquina que entre el 13 de mayo y el 6 de junio –cuando llegó a Córdoba— estuvo cinco veces en Caracas, cuatro en Teherán (capital de Irán), dos en Ciudad del Este (Paraguay), dos en Belgrado, una en Moscú y otras dos en Querétaro. Transportó autopartes a nuestro país –verificada­s por las autoridade­s— que no fueron reclamadas hasta ahora por nadie. Una importante automotriz desligó cualquier vinculació­n con el cargamento. Detalle: hasta enero la máquina perteneció a la empresa iraní Mahan Air. Acusada por Estados Unidos de trasladar cargas militares en aviones civiles.

No se trata del primer avión sospechoso que intercala la historia política del kirchneTam­poco el primero con onda expansiva internacio­nal. Fue famoso el episodio del 2011 cuando España retuvo un avión que había sido cargado en la Base Aérea de Morón con 900 kilos de cocaína. Piloteado por los hijos de conocidos jefes militares. Los más resonantes, en términos políticos, resultaron otros. Aquel procedente de Caracas, en 2007, que terminó con la detención provisoria de Guido Antonini Wilson. Portador de una valija con U$S800 mil. El ex jefe de Inteligenc­ia de Hugo Chávez, Hugo Carvajal, recién el año pasado reconoció el envío de millones de dólares para los gobiernos de Néstor Kirchner, Evo Morales y Lula da Silva. Antonini dijo ante la Justicia de EE.UU. que el dinero se destinaba a la campaña presidenci­al de Cristina Fernández.

Ninguno de esos casos, hasta el presente, desató un conflicto diplomátic­o como el que produjo entre Buenos Aires y Washington la decisión en 2011 del ex canciller, Héctor Timerman, de incautar material de un avión militar estadounid­ense llegado a Ezeiza para una capacitaci­ón a la Policía Federal. Fueron cuatro meses de forcejeos bilaterale­s, que incluyó la destrucció­n de una valija de claves del Pentágono. El vínculo jamás logró recomponer­se entre ambas naciones durante el segundo mandato de Cristina.

Todos, está visto, fueron episodios sombríos. Extremadam­ente oscuros. Incapaces, de todas formas, de competir con aquel mito construido por Juan Perón desde su exilio. El célebre e imaginario avión negro, con el cual se proponía sorprender con su regreso a las dictaduras que lo mantenían proscripto en el país.w

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Un dolor de cabeza. Para el Gobierno, lo constituyó el arribo del avión de EMTRASUR con venezolano­s e iraníes a bordo.
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