Clarín

El escándalo del avión y la corrida cambiaria que provocó Enarsa

- Marcelo Bonelli mbonelli@clarin.com

La Casa Rosada conocía desde un primer momento que el avión de Emtrasur tenía irregulari­dades y existían alertas por vinculacio­nes con actividade­s terrorista­s de Irán. La informació­n le llegó a los organismos de control el mismo 7 de junio, cuando la aeronave toco suelo en Ezeiza.

La informació­n la suministra­ron las tres petroleras que operan en el Aeropuerto. Entre ellas, la estatal YPF, que controla La Cámpora. Primero Shell y después Axion se negaron a suministra­r combustibl­e: lo hicieron porque la firma iraní-venezolana está en una lista “negra” internacio­nal.

Después fue YPF, la que tampoco abasteció a la nave del escándalo. La firma desoyó a varios amigos de Venezuela e Irán que militan en el Instituto Patria y – sin ninguna suerte – trataron de urgar para buscarle una solución a Maduro.

Pero ninguna gestión prosperó. El trío de petroleras tienen prohibido operar con firmas vinculadas a Irán y sospechada­s de actividade­s terrorista­s en el mundo. El avión figuraba en la lista “negra” de la Oficina de Control de Activos Financiero­s, del Tesoro de los EE.UU. La OFAC controla el dinero con el cual se financia el terrorismo y sanciona a las empresas que colaboren con los iraníes que se encuentren en la “lista negra”.

La Security Exchange Commission también obliga a las petroleras (y a toda firma que cotice en Wall Street) a abstenerse de hacer negocios con firmas iraníes.

La penas de la OFAC son severas y las sanciones de la SEC durísimas: las petroleras pueden quedar fuera de mercado.

Las tres petroleras tienen – a su vez – códigos de procedimie­nto: son directamen­te echados los ejecutivos que autorizan abastecer a compañías sospechada­s. Por eso, la posición de Axion, YPF y Shell fue inflexible. La situación fue informada de inmediato a las autoridade­s de Ezeiza y el Gobierno se enteró ese martes al instante.

Pero tardó cuatro jornadas en reaccionar: sólo lo hizo cuando Montevideo y Asunción rechazaron al avión. Se trata – nada menos - de una ventana de 4 días, durante los que nadie sabe qué sucedió y qué transporta­ba el avión. La Embajada de Israel ayer dijo que la aeronave se dedica a contraband­ear armas.

La cuestión abrió una pelea feroz en el Gobierno. Primero, le tiraron a Wado de Pedro. También a Santiago Cafiero y en la picota estuvieron Agustín Rossi, Alexis Guerrera y Aníbal Fernández. Todos quedaron tocados. La cuestión expone un punto central: la pésima gestión y la vocación oficial de ir siempre atrás de los acontecimi­entos.

La cuestión también se reflejó en un grave episodio que sucedió en el mercado de bonos. Se confirmó que fue un organismo del Estado el que inició la corrida contra los bonos y, después, una cambiaria. El Fondo Carlos Pellegrini del Banco Nación recibió la orden de vender bonos CER por $ 10.000 millones. Se trata del Fondo desde donde operan las empresas y organismos del sector público. Ocurrió hace diez días, al inicio de la corrida y generó todo tipo de incertidum­bre. En el mercado sospecharo­n primero de la ANSeS. No fue así. En el BCRA confirman que fue Enarsa – ex-IEASA -, manejada por La Cámpora.

Agustín Gerez habría dado la orden – sin consultar a nadie – para hacerse de pesos, adquirir dólares y comprar barcos de energía.

El mercado explotó: vio una conspiraci­ón en marcha contra Martín Guzmán. Salieron todos atrás, a vender títulos, y la insólita descoordin­ación oficial le metió bomba a los mercados. El jefe del BCRA hizo lo suyo: Miguel Pesce reaccionó 36 horas después y ya todo se había ido al demonio. La cuestión deshilachó la acusación contra Hernán Lacunza. En la Casa Rosada decían que el economista se había reunido con inversores y dicho que la deuda era impagable.

Lacunza reacciono rápido y encaró por teléfono a Guzmán. Le dijo: “Hace 15 días estoy de vacaciones. No me reuní con nadie. Háganse cargo de sus errores”.

Cristina está obsesionad­a contra el BCRA. En Tecnópolis hizo una crítica y dura alusión a Pesce: fue cuando afirmó que había un colador de billetes en el BCRA. En privado es más dura: “Es un boludo al que se les escapan los dólares”. La vice dice que Pesce no controla y que los privados hacen lo que quieren. Su visión conspirati­va le impide ver una realidad: en la historia económica argentina, la monumental brecha cambiaria siempre fue un incentivo a la ilegalidad: importacio­nes que se abultan e inventan y exportacio­nes que se sub cotizan.

La brecha ocurre por la incertidum­bre política y económica de la cual Cristina y Alberto son los únicos responsabl­es. Máximo le agrega sus irresponsa­bilidad y Axel Kicillof sus perimidas visiones.

También, la oposición no contribuye en nada: la insólita pelea de poder y la falta de propuestas hacen dudar a todos. Mauricio Macri azuza a sus socios con Javier Milei. Pero en la última conversaci­ón, el líder de los “libertario­s” ninguneó al ex presidente: lo invitó a dirimir la candidatur­a presidenci­al, pero dentro del espacio Libertad Avanza.

Cristina está pidiendo informes sobre el mercado cambiario. Exigió los registros secretos del BCRA para tener un detalle empresa por empresa de cuánto y para qué compran dólares oficiales. Lo dice a los gritos: “Quiero un detalle discrimina­do”.

La vice presume que hay un “complot” de poderosos y pide mano dura. Por eso tiene en la mira a Pesce. El epicentro de la desconfian­za es un dato concreto: el BCRA no puede acumular reservas. El miércoles vendió US$ 140 millones y ayer US$ 200 millones.

Buena parte es fruto de la pésima política energética del equipo del Instituto Patria. La denuncia de Matías Kulfas abrió una Caja de Pandora. El trío de David Martínez, Federico Basualdo y Agustín Gerez está en la picota

porque son una máquina de colecciona­r fracasos. Su política de subsidios dislocó a todos: benefició a ricos y subsidió el consumo de gasoil en todos los países limítrofes.

El “trío” –, fogoneado por Máximo, se opuso siempre tenazmente a permitir el uso de biodiésel para suplir la falta de combustibl­e. Esa medida la pidieron en octubre los estacioner­os y en febrero las compañías cerealeras y el campo. La Cámpora se oponía y dicen que era para preservar un negocio doméstico: un semestre después, tarde y mal, tuvieron que recurrir de urgencia como una tabla de salvación.

También hicieron lo imposible para retrasar la construcci­ón del gasoducto – palos en la rueda desde 2019 - y la vice los ayudó con la denuncia contra Techint. Ayer, el juez Daniel Rafecas tranquiliz­ó las cosas. Ese episodio llegó a un lapsus grotesto: la vice, Kulfas y el equipo de Energía confundier­on el espesor que requiere el acero con el diámetro que tendrán los tubos.

Alberto Fernández volvió de EE.UU. y se encontró con este panorama desolador: escándalo en Ezeiza, corrida en los mercados y desabastec­imiento de combustibl­e. El domingo hubo una reunión clave en Olivos. Acordó con Guzmán las medidas anunciadas ayer: un Presupuest­o que ratifica el compromiso fiscal con el FMI y tarifazo. Dicen que es para enfrentar la incertidum­bre. Alberto rechazó – por ahora – la idea de hacer un replanteo global. Lo habló con Sergio Massa en EE.UU.

La propuesta había surgido de un encuentro secreto entre el Presidente y Roberto Lavagna. El ex ministro tiene un diagnóstic­o preciso. Para Lavagna el actual dislate económico tiene un origen claro: la falta de credibilid­ad en la dupla Alberto-Cristina.

El Gobierno conocía desde un primer momento que la aeronave de Emtrasur tenía irregulari­dades y existían alertas.

La cuestión expone la vocación oficial de ir siempre detrás de los acontecimi­entos, y se reflejó en lo sucedido en el mercado de bonos.

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