A los hombres y mujeres de la Base Antártica Esperanza
Todo comenzó por allá en 1904, cuando por decisión del General Julio A. Roca nuestro país aceptó a el traspaso del observatorio meteorológico del Sr. William Bruce a manos argentinas. A partir de ese momento, ese lugar se convirtió en la primera Base Antártica Argentina de ocupación permanente: la Base Orcadas. Durante 40 años dicha base fue la única estación antártica permanente en todo el gélido continente. Ese hecho quedaría marcado para siempre como el ícono histórico que señalaría la presencia ininterrumpida en territorio Antártico de nuestra Patria.
Más tarde, por los años 50 y gracias a visionarios como el General Hernán Pujato, vendría la época de la ocupación efectiva del continente blanco, años en que, así como nuestra Patria se hizo a caballo, la Antártida se hizo con trineos de perros. Así formamos y criamos al Perro Polar Argentino, una raza de animalitos que tirando trineos “Nansen” acompañaron a nuestros antárticos por kilómetros de mar congelado y glaciares eternos jamás pisados por hombre alguno.
Fueron años en que las comunicaciones desde y para la Antártida se hacían por radio frecuencias ya acordadas y donde invariablemente cada interlocutor tenía que decir “cambio” al momento de terminar la frase verbal (situación incómoda si la hay para quienes no tenemos la profesión del comunicar) y donde los radioaficionados argentinos, haciendo galas de sus mejores proezas comunicacionales, usaban el integrador comunicacional (Phone Patch) a fin que familiares y antárticos tuviesen la magia de, simplemente, “escucharse”. Alguien escribió que la felicidad se encuentra en las cosas simples de la vida, sin lugar a dudas estaba en lo cierto.
Y así fue como, una a una, fueron naciendo nuestras Bases permanentes. Algunas como incipientes destacamentos navales, con clara misión de apoyo a toda la actividad naval y marítima, que por entonces señoriaba en esas latitudes. Con el transcurso de los años se convertirían en importantes bases con plena actividad científica.
Tal fue el caso de Base Carlini, quien en 1953 nació como destacamento aeronaval “Potter”, un lugar de reabastecimiento y amerizaje de nuestros por entonces hidroaviones “Grumman Goose” de la Marina de guerra, para luego y hasta el 2012 llamarse “Jubany”, nombre el cual definitivamente mutó a como ahora la conocemos, “Carlini”.
Una historia parecida también en sus orígenes tuvo Base Esperanza, año 1952, quien en marzo de ese mismo año había empezado como destacamento naval Esperanza. En 1951, Base San Martín, también nacida por empuje y obra del General Pujato, la primera en el mundo en ser fundada al Sur del Círculo Polar Antártico. En 1955 nacería Base Belgrano I, también por el empuje del gran visionario antes nombrado. Desde ésta última y en 1965, partiría la 1ra Expedición polar llamada “Operación 90” con destino los 90 grados de latitud Sur (el Polo Sur mismo de la Tierra).
En 1979, y a consecuencias de la inactivación de Belgrano I (al estar fundada sobre hielo corría serios riesgos de fractura) nació Belgrano II, lugar de donde en 2000, partió la segunda “Expedición Científica Polar Terrestre” con destino y gran orgullo para nuestra Patria, el Polo Sur Geográfico.
En 1967 nacería Base Petrel, que más tarde y por un incendio en 1974 quedaría como base temporaria hasta justamente éste 2022, año en que con mucho esfuerzo y con las mejores de las voluntades, pudo ser refundada como Base Permanente.
En 1980 fue fundada Belgrano III, que con el correr del tiempo debió ser cerrada en 1984 al correr la misma suerte que Belgrano I. En 1969 nacería Base Marambio, otra de nuestras bases hermanas, lugar de acceso y trampolín aéreo perfecto para la tan importante como clave misión del apoyo aéreo permanente en la actividad logística antártica. Como las antes mencionadas también nacieron Brown, Melchior, Decepción, Cámara, Matienzo y Primavera. Todas estas, bases temporarias. En los hechos fundacionales, activa y destacada participación tuvieron tanto el heríico Q4 “Rompehielos Gral. San Martín”, como el hoy reconocido y meritorio Q5 “Rompehielos Almirante Irizar”, en servicio desde 1978.
Fuimos señeros de la conquista heroica del sexto continente, fuimos partícipes de una verdadera época de pugna ocupacional que también dio vida a nuestras actuales bases antárticas (siete permanentes y seis de ocupación temporal). Pero, lógicamente, esa ocupación no fue gratis. Hubo accidentes, desaparecidos y muertos en trágicas caídas en grietas e incluso al ejecutar tareas del quehacer diario.
Los hechos trágicos, como los nacimientos y casamientos, son inmarcesibles e incólumes y sostienen la explicación, entre otras razones históricas, del por qué la Antártida en su porción reclamada, es Argentina. Desde 1904, un puñado de hombres y mujeres mantienen en alto nuestro Pabellón Patrio, lo hicieron con trineos de perros, con vientos feroces, con fríos imposibles de soportar, con ausencias familiares y soledades lacerantes del espíritu humano, incluso muchos de ellos con la entrega de su propia vida.
La razón de nuestra presencia en la Antártida es bien clara: “Afianzar los derechos argentinos de soberanía en territorio Antártico”, como así también “ejecutar actividades científicas con el apoyo logístico de nuestras Fuerzas Armadas”.
El 21 de junio no sólo es la fecha en que comienza el invierno, es también el día de hombres y mujeres argentinos que ocupan el continente blanco.
¡Feliz día, antárticos argentinos!