Clarín

Una Rusia desafiante desconoce límites a la pesca cerca de Malvinas

Moscú traba los esfuerzos para proteger la austromerl­uza negra en la zona. El Reino Unido también concedió licencias y entró así en litigio con EE.UU., su aliado.

- Joshua Goodman

Es uno de los pescados más caros del mundo. Se vende a 32 dólares la libra (unos 450 gramos) en los supermerca­dos Whole Foods de Estados Unidos y se lo sirve en los restaurant­es más finos.

Sin embargo, la obstrucció­n de Rusia a los esfuerzos por proteger la especie y su negativa a aceptar límites a la pesca de la austromerl­uza negra en un área protegida frente a la Patagonia argentina ha desatado una disputa pesquera en ese extremo del mundo que genera roces entre dos viejos aliados, los EE.UU. y el Reino Unido.

La disputa diplomátic­a, que no había trascendid­o hasta ahora, se intensific­ó cuando el gobierno de Gran Bretaña concedió licencias este año para pescar la austromerl­uza negra frente a Georgia del Sur, una isla remota, deshabitad­a, controlada por el Reino Unido, a unos 1.400 kilómetros al este de las islas Malvinas.

Como consecuenc­ia de ello, por primera vez desde que los gobiernos de Londres y Washington se aliaron hace 40 años para proteger la vida marina cerca del Polo Sur, la pesca en aguas profundas de este pez con dientes puntiagudo­s se desarrolla esta temporada sin los límites a la cantidad que se puede atrapar fijados generalmen­te por la Comisión de Conservaci­ón de los Recursos Vivientes Marinos de la Antártida (o CCAMLR, según las siglas en en inglés por la que es conocida entre los expertos).

Esto cambió de la noche a la mañana la dinámica de una de las áreas de pesca mejor manejadas del mundo. Un territorio marino del tamaño de Francia pasó a ser una zona sin ley, al menos a los ojos de las autoridade­s estadounid­enses, que amenazan ahora con prohibir las importacio­nes británicas de esa zona.

La disputa indica que los esfuerzos de Rusia por socavar a Occidente en medio de su invasión a Ucrania llegan a las regiones más remotas, tradiciona­lmente al margen de las batallas geopolític­as.

También se corre el riesgo de revivir las tensiones entre Gran Bretaña y Argentina, que invadió Georgia del Sur en 1982 en el marco de una campaña por recuperar las Malvinas.

“En un mundo lleno de conflictos, el Reino Unido hace un juego peligroso”, dijo Will McCallum, director de océanos de la filial británica de Greenpeace. “La historia de la protección antártica se ha caracteriz­ado por una cooperació­n pacífica por el bien común de la humanidad. La permanente disposició­n de Rusia a abusar del proceso no excusa medidas unilateral­es de otros miembros. Esperamos que las naciones que en el pasado importaron el pez de dientes puntiagudo­s de Georgia del Sur no aceptarán el producto de lo que es ahora una pesca no regulada”, agregó el directivo de la ONG.

Por años, la pesca cerca de Georgia del Sur fue un ejemplo de cooperació­n internacio­nal, que acercó a potencias habitualme­nte adversaria­s como Rusia, China y Estados Unidos, con el ánimo de proteger esas aguas del tipo de pesca desenfrena­da que se observa en el mar abierto.

El año pasado, cuando las tensiones con Occidente aumentaban por el tema de Ucrania, Rusia decidió rechazar los límites a la pesca de la austromerl­uza negra dispuesta por los científico­s de la CCAMLR. La medida equivalió a un veto unilateral porque tradiciona­lmente se buscan soluciones unánimes.

Hay quienes dicen que la respuesta del Reino Unido, que emitió licencias sin los límites fijados por la CCAMLR, es ilegal y debilita el Tratado Antártico aprobado durante la Guerra Fría que declara el continente antártico una zona de interés científico.

Las autoridade­s estadounid­enses les reclamaron en privado a las británicas que prohiban las importacio­nes de austromerl­uza negra pescadas cerca de las Georgias del Sur, de acuerdo con la correspond­encia entre los administra­dores de las empresas pesqueras y legislador­es estadounid­enses a la que tuvo acceso The Associated Press.

La controvers­ia se produce en momentos en que disminuye la cantidad de peces en todo el mundo por una sobrepesca y los consumidor­es exigen mayor transparen­cia acerca del origen de sus filetes. En estos esfuerzos es vital contar con leyes que regulen la pesca en mar abierto y en regiones en las que peligra el medio ambiente, como los dos polos.

“Todo esto sienta un precedente peligroso”, afirmó Evan Bloom, que por 15 años, hasta que se jubiló del Departamen­to de Estado en el 2020, encabezó la delegación de Estados Unidos ante la CCAMLR.

“Lo que hicieron los rusos claramente viola el espíritu de la pesca basada en la ciencia”, declaró Bloom, hoy experto en temas polares del Centro Wilson de Washington. “Pero eso -agregó- no quiere decir necesariam­ente que el Reino Unido pueda actuar unilateral­mente”, aprovechán­dose también del clima de recelos mutuos instalado por Moscú desde su invasión a Ucrania.

Tres de las cuatro embarcacio­nes autorizada­s por el Reino Unido a pescar cerca de Georgia del Sur a partir del 1° de mayo último son propiedad de Argos Froyanes, una empresa británico-noruega que estuvo a la vanguardia de los esfuerzos por desarrolla­r técnicas que redujeron significat­ivamente la mortalidad de las aves marinas en el Atlántico Sur. Una de sus clientes es Mark Foods, empresa de Nueva York que es una de las principale­s proveedora­s estadounid­enses de la austromerl­uza negra certificad­a por el Marine Stewardshi­p Council, que fija estándards internacio­nales para una pesca sostenible. Su director ejecutivo Barry Markman declinó ser entrevista­do, pero dijo que la empresa no importará producto alguno que las autoridade­s estadounid­enses consideren ilegal. “Hemos estado colaborand­o con las autoridade­s estadounid­enses para resolver esto de una forma favorable”, expresó en un email.

La austromerl­uza negra de Georgia del Sur es vendida por Whole Foods y Darden Restaurant­s, firma de Orlando que opera cadenas de restaurant­es caros como Eddie V’s y The Capital Grille. Ninguna de las dos empresas respondió a pedidos de comentario­s.

Un funcionari­o del gobierno de Georgia del Sur y de las Islas Sandwich del Sur, que emitió las licencias en coordinaci­ón con la secretaría de relaciones exteriores del Reino Unido, dijo que intervino para no ceder ante las tácticas obstruccio­nistas de Rusia, que no espera sean abandonada­s a corto plazo. Esta zona de pesca es una de las mejor administra­das del mundo. Georgia del Sur fija límites incluso inferiores a los recomendad­os por la CCAMLR. Además, las embarcacio­nes autorizada­s a pescar en la zona tienen observador­es y equipo electrónic­o a prueba de manipulaci­ones para vigilar lo que sucede.

Las autoridade­s dicen que suspender la pesca en ese sector hubiera privado a la isla de recursos para las investigac­iones y la vigilancia de la actividad pesquera dado que el 70% del presupuest­o de las islas proviene de la venta de licencias. Destacan que la población de austromerl­uza negra, una especie de aguas profundas capaz de vivir 50 años, casi se extingue en los ‘90 por la pesca ilegal impulsada por los altos precios.

Algunas austromerl­uzas negras llegan a pesar 90 kilos.■

La disputa muestra los intentos de Rusia de socavar a Occidente en plena guerra ucraniana.

Por años, la pesca cerca de las Georgias del Sur fue un ejemplo de la cooperació­n global.

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AP Objeto de disputa. La austromerl­uza negra, a un costo de 32 dólares el medio kilo, es uno de los pescados más caros de todo el mundo.

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