En busca de inversiones, Turquía recompone su relación con Arabia Saudita
Ankara recibió con honores al saudita Bin Salman, a quien había acusado de asesinar al periodista Khashoggi.
El príncipe heredero saudí Mohamed bin Salman y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, avanzaron ayer en la restauración de unas relaciones dañadas por el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi, columnista de The Washington Post. El crimen fue cometido en 2018 en el consulado de Arabia Saudita en Estambul. El cuerpo del periodista fue desmembrado. El gobierno turco acusó inmediatamente a Bin Salman por este crimen que habría sido cometido por miembros de la guardia del monarca debido a las notas críticas que Khashoggi, ex aliado de la corona, publicada en el influyente diario norteamericano.
Bin Salman, hijo del rey saudita, fue recibido en el palacio presidencial de Ankara con un protocolo de jefe de Estado de primer orden, incluyendo una tropa a caballo que llevaba las banderas turca y saudí hasta el palacio. Todo un cambio en el vínculo, que se motiva en la puerta que se abre a importantes inversiones para la maltrecha economía turca. También el viaje es parte de un fuerte giro geopolítico en la región que, entre otros notable datos, ha incluido un acercamiento entre los viejos enemigos sauditas e iraníes, un enfrentamiento que en el pasado explicó el nacimiento de la banda terrorista ISIS que se dedicó a golpear blancos de la potencia shiíta.
“El presidente Recep Tayyip Erdogan se ha reunido en el complejo presidencial con el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman Al Saud, que se halla de visita oficial en Turquía”, fue la única información oficial sobre el encuentro.
El príncipe saudí llegó a Ankara procedente de Jordania en una gira por la región que arrancó en El Cairo, acompañado por una numerosa delegación política y económica.
Las esperadas multimillonarias inversiones saudíes podrían tener un efecto positivo importante para Erdogan de cara a las elecciones presidenciales y parlamentarias de junio de 2023, justo cuando la devaluación de la lira y la disparada inflación, del 70%, tienen muy irritada a gran parte de la población.
Con todo, una encuesta que acaba de publicar la empresa demoscópica MetroPoll, señala que el 60 % de los turcos se oponen a estrechar lazos con Arabia Saudí. La emisora estatal TRT informó de que se firmarán acuerdos en sectores turístico, sanidad y la industria militar, y de que los dos líderes tratarán también asuntos regionales e internacionales.
Este vínculo se produjo después de que la Justicia turca inició un juicio en ausencia contra 26 ciudadanos saudíes por el asesinato del periodistas. Pero en abril pasado el caso fue cerrado. Ese mismo mes de abril, Erdogan marcó el arranque de una nueva era con un viaje oficial a Arabia Saudí, donde fue recibido por el rey, Salman bin Abdulaziz, con el que buscó acuerdos de cooperación bilateral en los sectores de salud, energía, seguridad alimentaria, industria de defensa y finanzas.
Durante aquella visita, se reunió también con el príncipe heredero.
La visita ha sido duramente criticada por la oposición, que acusa a Erdogan de actuar por dinero en contra del honor y los intereses del país que tenían un eje central en el gravísimo episodio del crimen.
Pero Khashoggi no es el único factor que había distanciado a las dos mayores potencias geopolíticos de la región. La relación entre Turquía y Arabia Saudí ya había quedado agrietada por el apoyo de Erdogan a los movimientos prodemocráticos de la llamada primavera árabe entre 2010 y 2012, a Qatar y al movimiento de los Hermanos Musulmanes, a los que Riad considera “terroristas”.
Además, Turquía siempre ha mantenido una relación de buena vecindad con Irán, intentando mediar para levantar las sanciones internacionales sobre el país, mientras que Arabia Saudí hasta hace poco ha venido haciendo lo posible para aislar a Teherán, incluso con el apoyo de sus aliados Israel y Estados Unidos. Ese vinculo turco con Irán está ahora con problemas por el crecimiento de la influencia en el Caucaso Sur de Azerbaiján, un país satélite de Turquía, que incomoda a la potencia persa.
Además del interés en recibir una inyección económica, varios analistas ven en el giro de Erdogan, subrayado por la visita del príncipe a Ankara, un mensaje a Estados Unidos de que Turquía, miembro de la OTAN, quiere recomponer las relaciones con los aliados de Washington en el Golfo Pérsico. ■