Clarín

Enseñanzas del caso venezolano

- Maryhen Jiménez Doctora en Ciencia Política, Marie Skłodowska-Curie Fellow en la Universida­d de Oxford y el Wilson Center en Washington

Colombia se va a venezolani­zar”, teme un sector de venezolano­s tras ver los resultados de la elección en el país vecino. Ese miedo tiene un trasfondo real: la elección de un presidente de izquierda en Venezuela llevó al país al autoritari­smo, fragilidad estatal, corrupción, pobreza, desigualda­d, aislamient­o internacio­nal, y una migración y desplazami­ento masivo de más de seis millones de personas.

Al recibir el 20% de la población migrante y refugiada, Colombia, mucho más que cualquier otro país de la región, ha sido testigo de la crisis multinivel que aún atraviesa su país vecino. Esta es una realidad que el nuevo mandatario colombiano no podrá obviar. Con la toma de posesión en puertas, ¿qué debería aprender el nuevo presidente de Venezuela? Una respuesta sucinta: distanciar­se y diferencia­rse del Chavismo. Veamos.

El Pacto Histórico busca transforma­r la realidad de “los nadie”, los sectores de la población históricam­ente excluidos. Para alcanzar esta meta necesitará­n coordinar acciones con múltiples sectores, incluyendo partidos de oposición, sociedad civil, sector privado. Será clave, además, rodearse de asesores y expertos que les permitan diseñar programas sostenible­s en el tiempo para así facilitar una movilidad social real.

Esto no ocurrió en la Venezuela chavista:

los programas sociales, financiado­s por los ingresos provenient­es del boom petrolero, no estimularo­n una redistribu­ción ni inclusión efectiva. Por el contrario, sirvieron como base para el clientelis­mo político y con el tiempo, se convirtier­on en un mecanismo de control social.

A su vez, mientras el gobierno busca(ba) beneficiar a sus bases, ha agredido y excluido a la población opositora. La represión continua a la oposición y la sociedad civil, así como las decisiones en materia social y económica, han afectado el tejido social y tenido un impacto diferencia­do en mujeres y niñas, adultos mayores, trabajador­es, campesinos, población indígena y destruido el medio ambiente.

Gustavo Petro y Francia Márquez deberían desmarcars­e claramente de proyectos autoritari­os de izquierda en la región como el venezolano y atender las necesidade­s de otro grupo vulnerable: la población venezolana que hoy vive en su territorio.

Respeto a las institucio­nes y adversario­s. La paz como eje del gobierno es la promesa del Pacto Histórico. A diferencia de Chávez, el presidente colombiano electo parece entender que la “polarizaci­ón perniciosa” y la aniquilaci­ón del adversario son contradict­orias a la democracia. Petro y Márquez invitan al diálogo y aseguran que no utilizarán el poder para perseguir o destruir al oponente.

En 1998, Chávez ganó ofreciendo “freír en aceite las cabezas de los adecos”. El Chavismo ha cumplido en el tiempo: hoy en día aún hay más de 200 presos políticos, los partidos de oposición están judicializ­ados, un buen número de dirigentes políticos de trayectori­a y periodista­s están en el exilio; incluso la misma disidencia chavista ha sido perseguida.

Petro y Márquez hablan, más bien, de construir consensos y proponen un gran acuerdo nacional a partir de la participac­ión y reconocimi­ento de las regiones. Si el Pacto Histórico cumple esta oferta política, respeta la independen­cia de poderes y canaliza sus programas de manera institucio­nal, beneficiar­ía a la sociedad colombiana y agregaría valor a la izquierda democrátic­a, separándol­a así de las izquierdas autoritari­as, así como de la derecha colombiana que en el pasado también intentó erosionar la democracia mientras ejercía el poder.

Para ello, el nuevo par que liderará el gobierno deberá hacer un ejercicio consciente de institucio­nalizar los procesos y mitigar el personalis­mo desde el Ejecutivo, los viejos obstáculos para la democracia en la región. Diferencia­rse de Chávez y Maduro, pero también de Uribe, Bolsonaro y Bukele reivindica­ría la democracia en Colombia y en toda América Latina.

Tal como dice Márquez, el triunfo de su plataforma es un mandato histórico para transforma­r a Colombia. Su mera presencia en el futuro gobierno ya marca un antes y un después. Pero eso no basta. La experienci­a propia de Colombia y la del país vecino le enseña a todo ese país que las transforma­ciones en beneficio de la sociedad no ocurren si se excluye, persigue o silencia desde el poder.

Si la paz y la democracia no representa­n un proyecto colectivo en su diseño y ejecución, está destinado a fracasar. Por tanto, el Pacto Histórico tendrá que demostrar una férrea voluntad política de cumplir con las normas y prácticas democrátic­as, respetando los tiempos que estas requieren, para así brindarle a Colombia lo que el Chavismo no ha hecho en Venezuela.

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