Ethan Hawke se pasa al lado oscuro
El actor compone a un asesino serial que no tiene empacho en hacer cosas muy malas a los niños.
No es común ver a Ethan Hawke, que era el chico atildado de La sociedad de los poetas muertos y fue el eterno enamorado de la saga de Antes del amanecer en el papel de un asesino serial, que secuestra chicos o adolescentes y les hace cosas terribles.
Hawke, a quien venimos de ver de malvado en Moon Knight, la serie de Marvel por Disney+, es El Raptor, el tipo que por 1978, en Denver, conduce una camioneta negra, con la palabra Abracadabra pintada al costado, y que cuando sube a sus víctimas usa un sombrero de mago y larga unos globos negros.
No, no es Buffalo Bill (el asesino de El silencio de los inocentes), con la que El teléfono negro tiene algunos pocos puntos en común, pero la construcción del personaje y el ambiente en el que se mueve o vive -aloja a los chicos indefensos en un sótano insonoro-, bueno, hace acordar al clásico con Anthony Hopkins y Jodie Foster.
Las máscaras de Hawke -mejor digamos del personaje, para no generar la extrañeza de que la interpretación del actor de Boyhood y Día de entrenamiento tiene muchos matices, porque no, no es así-, las que se pone para ocultar su rostro, son realmente aterradoras. A veces parece sonreír, otras, bueno, no.
Pero el protagonista de la película es Finney (Mason Thames), un preadolescente de pelo largo que es, claro, finalmente secuestrado por El raptor. Hay afiches en los árboles y postes de luz con fotos de chicos que desaparecieron. Y Gwen, la hermana de Finney, tiene premoniciones, o visiones o lo que sea, que es lo que le da el costado fantástico al filme.
El teléfono del título es uno de esos viejos artefactos, comunes por los años ’70, en el que había que discar una horquilla, que está colgado en el sótano de El raptor, que es negro, y tiene… el cable cortado.
El teléfono negro, más que filme de terror, es de suspenso. Tira líneas, no de teléfono, si no de posibles escapatorias para Finney, porque la película también es eso, cómo el protagonista puede salir de ese ambiente no del todo oscuro, con un sucio colchón y al que desciende El raptor para llevarle huevos revueltos.
Decíamos que es más de suspenso que de terror, porque los únicos saltos que se pueden dar en la platea obedecen a esos cortes abruptos de imagen y con un sonido estridente, recurso casi más viejo que el cine. La película está basada en un cuento de Joe Hill, el hijo de Stephen King, por lo que si también nos recuerda a It, bueno, no será mera coincidencia.
Hawke, que ya había trabajado en Sinister (2012), otra de terror y suspenso del director Scott Derrickson -que dirigió El exorcismo de Emily Rose (2012) y la primera de Doctor Strange (2016) para Marvel-, cumple con su papel. Nunca lo habíamos visto como un tipo tan malo, por lo general empatizamos con él, y eso genera cierta relación ambigua.
Mason Thomas nunca había actuado en cine -Derrickson casi no lo hizo ensayar con Hawke, para generarle mayor nerviosismo en la actuaciónparece un actor consumado. En fin, el filme mezcla el terror, el suspenso, la fantasía y lo inexplicable, pero no le pidan demasiada lógica, porque todo no se puede.