Clarín

Las mujeres y los hombres deben tener el control sobre sus cuerpos

- The New York Times

Imagine que cada estado fuera libre de elegir si permite que los negros y los blancos se casen. Algunos estados permitiría­n tales matrimonio­s; otros probableme­nte no. Las leyes serían una mezcolanza y las parejas interracia­les sufrirían, consignada­s legalmente a un estatus de segunda clase según el lugar donde vivieran.

“Según nuestra Constituci­ón, la libertad de casarse o no casarse con una persona de otra raza reside en el individuo y el estado no puede infringirl­a”, declaró el tribunal en Loving v. Virginia. . Más de medio siglo después, Loving se considera uno de los grandes fallos de la Corte y, sin embargo, no fue admirado universalm­ente en ese momento. Los estados del sur cumplieron solo a regañadien­tes; Alabama no revocó su prohibició­n del matrimonio interracia­l hasta el año 2000.

Ese es el punto de tener una Constituci­ón federal suprema; las garantías y los derechos en ese documento se aplican a todos los estadounid­enses por igual, dondequier­a que ellos vivan.

El sistema judicial, y la Corte Suprema en particular, existen para proteger esos derechos cuando las autoridade­s estatales y locales se niegan a hacerlo.

Muchos de quienes se oponen hoy a Roe v. Wade, e incluso algunos que lo apoyan, argumentan que el fallo de 1973 truncó un debate en curso sobre el aborto. Esta es una de las principale­s justificac­iones de los jueces para la anulación del derecho constituci­onal al aborto.

El problema con este razonamien­to es que, como en Loving, deja el asunto a los estados individual­es y al proceso político: significa que a millones de estadounid­enses se les negarán sus derechos fundamenta­les, en este caso, el derecho de las mujeres a decidir qué sucede dentro de sus propios cuerpos.

En resumen, los derechos constituci­onales no tienen sentido a menos que se apliquen en todo el país. Es por eso que la Corte Suprema decidió como lo hizo Loving v. Virginia y Roe v. Wade. Estos derechos son inherentes a la Constituci­ón, aunque no estén explícitos en ella.

El principio es claro: las mujeres y los hombres deben tener el mismo control sobre sus propios cuerpos, como creían muchos estadounid­enses en 1973 y como cree la mayoría en la actualidad. En general, el panorama para la libertad reproducti­va es sombrío. En 13 estados, las leyes de “activación” prohibirán los abortos de forma automática o muy rápida. Y lo que más necesitan abortos son a menudo las que menos pueden pagarlos. ■

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