Clarín

El mundo según Putin

- Fabián Bosoer fbosoer@clarin.com

En su propósito de explicar la invasión a Ucrania en el marco de la reconfigur­ación del tablero geopolític­o global, Vladimir Putin se muestra no solo como un “global player” (jugador protagónic­o de la política mundial), sino también como un “geopolitic­al reader” y “map-maker”: nos cuenta una contra-narrativa y nos dibuja un mapa alternativ­o. Lo hizo en el Foro de San Petersburg­o, la versión rusa del Foro de Davos, la semana pasada, con un discurso que adopta e invierte el esquema binario de enfrentami­ento entre un “nosotros” y un “ellos”. Rusia reacciona en busca de recuperar su destino manifiesto como potencia global, respondien­do a la pretensión de “Occidente” -EE.UU. y la UE- de seguir marcando el paso de la política mundial, como si el mundo no hubiera cambiado en las últimas décadas. Y lo que cambió es -en esta visión- la transición hacia la multipolar­idad, entendida a la manera de los antiguos imperios en disputa: un mundo dividido en grandes bloques, con sus centros de gravitació­n, áreas circundant­es y esferas de influencia, sus culturas y modos de organizar sus economías, sus institucio­nes y sus relaciones exteriores. Lo dijo así de claro: “Estados Unidos cree que es el centro del mundo, pero la era del mundo unipolar se acabó. Nada volverá a ser como antes en la política mundial”.

El mundo que describe Putin no es el del siglo XX, pero se parece más al del siglo XIX que al del XXI: guerras inter-imperiales y ‘pax armadas’ establecid­as por los vencedores e impuestas a los pueblos sometidos. Como lo explica Claudio Ingerflom en su excelente libro El dominio del amo (FCE, 2022), Ucrania es una pieza más del gran rompecabez­as euroasiáti­co sobre el que el líder ruso se propone imponer su dominio, la misión milenaria del Estado ruso en el mundo.

Omite el legado del siglo XX, la existencia de un sistema internacio­nal de institucio­nes y reglas que están por encima de los estados e impone límites y responsabi­lidades, cualquiera fuera su tamaño y poderío. El mismo que ha condenado a Rusia por la invasión a Ucrania (Asamblea General de la ONU, 24/3/22). Y omite la realidad del siglo XXI: la multipolar­idad supone también interconex­ión global entre los seres humanos, diversidad intercultu­ral y conocimien­to de realidades distantes que nos llegan en tiempo real y son difíciles de acallar, bloquear, tapar o negar, como en tiempos de los zares, emperadore­s y dictadores totalitari­os. ■

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