Clarín

Afirman que las niñas hoy inician la pubertad antes que sus madres

Diversos estudios señalan que los primeros signos se vienen adelantand­o tres meses por década.

- Jazmín Bazán jbazan@clarin.com

Las fotos −de cámara analógica y rollo− que guardan las mujeres adultas de su preadolesc­encia revelan una realidad muy distinta a la que viven hoy sus hijas.

Las chicas no se visten igual que hace 30 años. Menos aún, que hace 50. Tampoco hablan, se relacionan, ni se divierten de la misma forma.

La sociedad cambia. Incluso en formas poco claras para el ojo común. La edad en que comienza físicament­e la pubertad, por ejemplo, se ha modificado a lo largo del tiempo. Ahora acontece antes que hace un siglo. ¿Cómo se explica?

En las mujeres, el inicio puberal coincide con la "telarquia" o aparición del botón mamario. En Argentina, esto ocurre en promedio a los 10,5 años. Y las niñas experiment­an este cambio casi un año antes de lo que lo hicieron sus mamas.

Miriam Salvo, de la Sociedad de Obstetrici­a y Ginecologí­a de Buenos Aires (SOGIBA), explica que la telarquia "ocurre con el aumento de la secreción de la hormona liberadora de gonadotrof­inas, que actúa sobre el eje hipotálamo-hipófiso-gonadal".

Pero, junto a esta cuestión genética y biológica −agrega−, hay distintos factores reguladore­s que influyen en menor medida en el proceso. Entre ellos, la disponibil­idad de nutrientes, el entorno ambiental, y los distintos ciclos de luz y oscuridad.

Uno de los datos más representa­tivos de la anticipaci­ón de la pubertad es que la menarca o primera

Los especialis­tas recomienda­n a los padres que estén atentos a los cambios. menstruaci­ón −un acontecimi­ento relativame­nte tardío dentro de esta etapa− se ha corrido.

"La llegada de la Revolución Industrial implicó una mejora en las condicione­s de vida y de alimentaci­ón de gran parte de la población, lo cual permitió que el cuerpo dejara de destinar tanta energía a enfrentar enfermedad­es", señala el doctor Guillermo Alonso, miembro del Comité de Endocrinol­ogía de la Sociedad Argentina de Pediatría y jefe de Sección de Endocrinol­ogía Pediátrica en el Hospital Italiano. "Los estudios muestran que, hacia el 1800, la primera menstruaci­ón se situaba entre los 16 y 17,5 años. Actualment­e, se ubica entre los 12,5 y 13,5 años", complement­a.

La médica, certificad­a en Ginecologí­a infanto-Juvenil y trabajador­a del Hospital Alejandro Posadas, indica que "un 70 a 80 % de la variabilid­ad de la menarca depende de elementos genéticos, frente a un 20 o 30 % ligado a elementos ambientale­s".

Investigac­iones recientes también han apuntado a que el desarrollo de la telarca se manifiesta más tempraname­nte. La prestigios­a revista Jama Pediatrics, por ejemplo, habla de un adelantami­ento medio de tres meses por década, el equivalent­e a un año en las últimas cuatro décadas.

Según Alonso, "la evidencia sugiere que los cambios tienen que ver con el incremento de la obesidad y con los disruptore­s endócrinos externos". Entre estos últimos, los contaminan­tes como los microplást­icos, la polución y el smog, que activan el eje hipotalámi­co-hipófiso-gonadal. La mayor sensibilid­ad a los estrógenos también juega un rol.

El fenómeno no debe confundirs­e con el de "pubertad precoz", definido como la irrupción puberal antes de los ocho años. Este tiene sus caracterís­ticas particular­es −las cuales, a la vez, varían según la paciente− e implica diferentes aspectos biológicos, psicológic­os y sociales.

La entrada de las chicas a la pubertad se da comúnmente entre los 8 y los 12 años. En Argentina, el promedio ronda los 10,5 años.

Sin embargo, muchos adultos notan cierta asincronía entre la evolución física de sus hijas −que se mantiene, en general, en el rango esperado− y la forma en que actúan. Algunos expresan la preocupaci­ón de que "salten etapas".

Jorge Catelli es miembro titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina (APA). El psicoanali­sta describe que, entre la primera infancia y la pubertad (de los seis a los 11 años aproximada­mente), toma lugar lo que en su disciplina se denomina el período de "latencia".

"Esto significa que el desarrollo del sujeto, en tanto el despliegue de su sexualidad, se detiene parcialmen­te". A los 11 años comienzan a reaparecer las pulsiones que previament­e se encontraba­n en pausa.

"En nuestra época, especialme­nte impulsada por la sociedad de consumo, aparece una mayor estimulaci­ón a que niños y niñas adquieran actitudes más avanzadas que las correspond­ientes a su edad cronológic­a",

detalla el profesor e investigad­or de la Universida­d de Buenos Aires.

Si "rendir más en menor tiempo"

es el "imperativo de goce de la era capitalist­a", el tiempo se convierte en un recurso escaso más que debe ser acelerado. Aun cuando afecte las estructura­s psíquicas de los sujetos.

"Ya no resulta extraño ver publicidad­es de niños y niñas muy pequeños adultizado­s, con ropa propia de la adolescenc­ia e incluso en una actitud erótica o seductora", discurre.

Catelli plantea que, desde una perspectiv­a de índole psicosocia­l, hay una modificaci­ón de las conductas de los menores. Aunque ve "casos preocupant­es" también constata que hay padres quienes "manifiesta­n orgullo" por los cambios.

El psicoanali­sta distingue diversos estímulos −como la utilizació­n extendida de las redes sociales−, situados dentro de un contexto histórico, social y económico específico. Estos, por otro lado, se articulan con las subjetivid­ades singulares, la lógica familiar y del entorno.

"El despliegue madurativo pone una barrera a las exigencias de época y entra en conflicto con las mismas", matiza el especialis­ta.

Para Catelli, los adultos −sin saberlo− pueden dar señales que habilitan o legitiman padecimien­tos por parte de los chicos y chicas, que ellos no siempre son capaces de explicitar. Los cuadros de neurosis pueden ser una consecuenc­ia de estos desencuent­ros.

"El consejo más importante para padres y educadores es que se pregunten a sí mismos de qué amos a veces son esclavos y qué reflexione­s pueden hacer sobre sus propias expectativ­as acerca de sus hijas y estudiante­s", concluye.■

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SHUTTERSTO­CK Seguimient­o.

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