Clarín

Los pebetes de la derecha

- Alejandro Borensztei­n

Antes que nada, damos la buena noticia de la semana aprovechan­do que tenemos una. A través de la Secretaría de DD.HH., el Gobierno Nacional ha presentado un habeas corpus para que la Policía de la Ciudad se retire de las escuelas. Bravo. Por fin vemos al kirchneris­mo presentand­o un habeas corpus.

Años acusando a los Kirchner por no haber presentado ni uno solo durante la dictadura y finalmente lo hicieron ahora. Obviamente no es lo mismo presentar un habeas corpus contra Larreta que uno contra Massera o Suárez Mason, pero no importa, lo que vale es la intención. Mejor tarde que nunca.

Aplauso, medalla y beso para estos simpáticos impostores que se autopercib­en progresist­as y defensores de los DD.HH. pero que en realidad, cuando Alfonsín los convocó para incorporar­se a la Conadep y apoyar el Juicio a las Juntas, le dieron la espalda y lo sabotearon. Posiblemen­te temían que las investigac­iones demostrara­n que el terrorismo de Estado no había sido una invención del proceso militar sino una continuaci­ón de lo que ya había implementa­do el gobierno peronista de 1974 a través de la inolvidabl­e Triple A.

Para evitar daños mayores, Alfonsín acotó las denuncias a los hechos sucedidos a partir de 1976 y así, de a poquito, el peronismo se fue calmando y comprometi­endo con el tema. Para 1990, el gobierno peronista tomó las riendas y decidió que la mejor manera de compromete­rse con los DD.HH. era indultar a Videla y a todos sus generales, almirantes y brigadiere­s. Así es la vida, cada uno se compromete como puede.

Segurament­e algo de todo esto se puede ver en la película “1985” estrenada esta semana, en la que están todos: los jueces, los acusados, los abogados, los fiscales, los radicales, Darín, Lanzani y la mar en coche. Los únicos que no están son los peronistas, justamente porque ellos no quisieron participar de lo que fue la piedra fundaciona­l de nuestra democracia: la epopeya del Juicio a las Juntas y la Conadep.

Tampoco hay ningún actor haciendo de Néstor o de Cristina. Ni un bolito. Nada. Segurament­e, cuando se haga la segunda parte aparecerá el heroico momento en el que, veinte años después, se hicieron los machos y bajaron dos cuadros.

De todos modos, este primer habeas corpus es una buena oportunida­d para abrirle nuestros corazones al kirchneris­mo y darles la bienvenida al colectivo de los que siempre hemos apoyado la lucha por los DD.HH., sobre todo cuando no convenía. Vamos muchachos, corriéndos­e al interior que en el fondo hay espacio.

Siempre es bueno recordar el pasado, pone las cosas en su lugar y evita papelones innecesari­os como el que vimos esta semana con los estudiante­s y padres kirchneris­tas comparando el gobierno de Larreta con la dictadura militar.

Es obvio que los sandwiches que reparte Larreta en la Ciudad deben ser incomibles y que no pueden ni competir con los que reparte Kicillof en la Provincia, que deben ser una delicia. Pero aún así, nada justifica que se tomen los colegios y mucho menos que se compare a la ministra Acuña y a la Policía con el proceso militar.

El estado de las aulas podrá ser calamitoso y el tema de las pasantías estará mal organizado, pero la toma de un colegio amerita causas más serias. Volvamos otra vez a la historia y recordemos un episodio ya relatado en esta página a raíz de tomas anteriores. Veamos.

Fue en 1975 cuando cientos de compañeros tomamos el Carlos Pellegrini, no por los sandwichit­os ni la falta de estufas sino por razones bastante más complejas.

A la muerte del Gral Perón, en julio de 1974, las huestes de López Rega tomaron el poder y se lanzaron a un delirio trágico de la mano de la primera presidenta constituci­onal de la Argentina (mal que le pese a una que yo sé, hubo otra antes llamada Isabelita).

Una de las primeras medidas que tomaron Isabel Perón y José López Rega, fue rajar al entonces ministro de Educación designado por Cámpora y ratificado luego por Perón, el Dr. Jorge Taiana, padre del actual ministro de Defensa.

Aquella derecha peronista de Isabel no era de tolerar a gente seria como Taiana y decidieron reemplazar­lo por un tal Oscar Ivanissevi­ch, un nacionalis­ta de extrema derecha que ya había sido ministro de Perón en 1948.

Lo primero que hizo Ivanissevi­ch cuando lo sacaron del sarcófago fue rajar al entonces rector de la UBA, Rodolfo Puiggrós, y designar en su lugar a un personaje llamado Alberto Ottalagano, famoso por haber escrito un libro cuyo título era: “Soy Fascista, ¿y qué?”. Amigo lector, le juro que todo esto es rigurosame­nte cierto. Puede googlear el libro cuya tapa es la foto del mismo Ottalagano con el brazo derecho en alto. Hermoso.

Si me sigue este relato de 1974, se va a ir dando cuenta por qué el peronismo de Luder, Bittel y compañía no quiso participar de la Conadep cuando Alfonsín los convocó, diez años después. Todo tiene que ver con todo, dice la dueña de Hotesur cuando descubre que tiene humedades y goteras en todas las propiedade­s y lo ve venir a Lázaro Báez sonriendo y cargando una mochilita.

En cuanto asumió como rector, Ottalagano declaró asueto administra­tivo para limpiar todo rastro de izquierda en la UBA. El Pellegrini, que depende de la UBA, fue cerrado desde septiembre hasta diciembre de 1974.

Antes de Navidad, abrieron una semanita para ponernos las notas, aprobamos todos y nos mandaron a casa.

Cuando volvimos en marzo de 1975 ya había nuevas autoridade­s y por todo el colegio caminaban personajes raros de pelo cortito y anteojos negros. Al toque, apareciero­n las primeras listas de alumnos amenazados de muerte y en mi división teníamos dos condenados. La Triple A había llegado a los colegios secundario­s.

Rápidament­e los estudiante­s tomamos el colegio y, junto a los padres, organizamo­s asambleas. Una tarde, en el medio de una de esas asambleas, apareciero­n unos monos con sus Itakas al grito de “¡a ver si se dejan de joder!” y dispararon un par de tiros al aire. Imágenes imborrable­s para un pibe.

Al lado de todo esto, ver hoy un colegio tomado porque el pebete tiene el queso enmohecido, da cosita. Y peor aún es ver a padres desencajad­os comparando al Gobierno de la Ciudad con el fascismo. Un camino que al kirchneris­mo no le conviene recorrer. Saliendo de Larreta y doblando hacia la derecha, mucho antes de llegar a Mussolini, se van a cruzar con un montón de peronistas, no solo del año 1974 como ya explicamos, sino también algunos del presente. ¿O, acaso, nos vamos a olvidar de las cuarentena­s de Insfrán en Formosa? ¿O del papá de Abigail Jiménez llevando a su hijita enferma en brazos por las tierras de Zamora?

El tema de los sandwichit­os no es tan difícil. Hacer un pebete de jamón y queso de buena calidad puede costar 75 pesos (mayorista). O sea que con un dólar haces cuatro buenos pebetes. En paralelo, esta semana se ratificó el procesamie­nto de Cristina por utilizar aviones del Estado para transporta­r muebles, sábanas y demás cosas a sus hoteles. Calculan unos 600.000 dólares en gastos de vuelos.

Si Lázaro construyer­a bien, Cristina no tendría goteras que le arruinen los muebles y las sábanas, no hubiese tenido que cambiar ni mandar nada al Sur y los 600.000 dólares hubieran servido para preparar 2,4 millones de pebetes. Ni hablar si le sumamos los 9 palitos verdes de José López en el convento.

La guita que se va por un lado es la que después te falta en el otro. Si el Estado gastara mejor, los pibes estarían morfando pebetes todo el día y no tendrían tiempo ni ganas para tomar un colegio.

Al final tiene razón Cristina. Todo tiene que ver con todo.

Cuando Alfonsín encaró el Juicio a las Juntas, el peronismo le dio la espalda y lo saboteó.

Al lado de la violencia de los 70, ver hoy un colegio tomado porque el pebete tiene mal el queso...

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