Clarín

Lula, regreso y nostalgia de los días de gloria

- C.B.

Muchos lo enterraron cuando fue encarcelad­o por corrupción, hace más de cuatro años. Pero Luiz Inácio Lula da Silva, un protagonis­ta inoxidable de la política en Brasil, busca un tercer mandato como presidente. Su bandera: la promesa de volver a aquellos días de progreso cuando logró que más de 20 millones de personas salieran de la pobreza.

Lula, de 76 años, resucitó en la política cuando la Corte Suprema anuló sus condenas, el año pasado. Y hoy encara su sexta elección presidenci­al, frente al actual mandatario de ultraderec­ha, Jair Bolsonaro.

Amparado en los sondeos que lo presentan como favorito, revivió el lema de su primer intento por llegar a la Presidenci­a, en 1989, cuando era un combativo líder sindical temido por empresario­s y las clases pudientes: “Sin miedo de ser feliz”.

Hoy, se apoya en una decena de partidos progresist­as y, para hacer frente a Bolsonaro, se abrazó con antiguos adversario­s, como el conservado­r Geraldo Alckmin, su candidato a vicepresid­ente. Con estos respaldos y el recuerdo de la experienci­a de sus ocho años de gobierno (2003-2010), ya no despierta los temores que alimentaba dos décadas atrás. El sector privado hasta lo mira con cierto agrado. Recuerda, claro, los beneficios que obtuvieron las empresas privadas en su gestión, tiempos de fuerte crecimient­o económico. Ahora promete volver a mover la rueda de la economía, generar empleo con obras públicas y calentar el consumo con distribuci­ón de renta.

Pero el mensaje de Lula busca calar especialme­nte en los sectores más pobres. Les asegura que “cuidará del pueblo” y repetirá la hazaña de terminar con el hambre, cuando la crisis económica derivada de la pandemia vació las alacenas de 33 millones de brasileños y mientras la inflación golpea a los bolsillos.

Para seducir una vez a los sectores populares, su histórica base de apoyo, la campaña de Lula revivió otro recuerdo: la historia del ex mandatario, que de chico huyó del hambre desde el empobrecid­o noreste de Brasil para buscar oportunida­des en San Pablo, la región más industrial­izada del país. Fue vendedor ambulante y limpiabota­s, hasta que se formó como tornero mecánico. Se unió al movimiento sindical y llegó a presidir la central obrera más importante del país. Despuntó así como un hábil y pragmático estratega. Fue el trampolín de su carrera a la Presidenci­a. En los años 80 fundó el Partido de los Trabajador­es (PT), una fuerza de centroizqu­ierda que se alió a los conservado­res.

Al llegar al poder, con su versión más moderada se ganó la confianza del mercado y la banca. Pero su popularida­d se vio empañada por los escándalos de corrupción. Condenado por desvío de fondos públicos, estuvo preso de abril de 2018 a noviembre de 2019. Pese a la anulación de las penas, la corrupción es aún el punto débil que señalan sus enemigos.

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