Clarín

“La prevalenci­a de enfermedad­es mentales severas afecta a casi el 10% de nuestra población”

Ricardo Corral. Médico psiquiatra, presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatrí­a

- Flavia Tomaello Especial para Clarín

En el primer año de la pandemia de Covid-19 la prevalenci­a global de ansiedad y depresión aumentó en un 25 %, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). Las preocupaci­ones sobre posibles aumentos en las condicione­s de salud mental ya habían llevado al 90% de los países encuestado­s a incluir la salud mental y el apoyo psicosocia­l en sus planes de respuesta a la pandemia, pero aún persisten importante­s brechas y preocupaci­ones. A eso se refiere Ricardo Corral, médico psiquiatra, presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatra­s, que es además jefe de docencia e investigac­ión en el Hospital Borda y profesor en la UBA. Se trata de una de las figuras más prominente­s y especializ­adas que, entre otras cosas promueve la ley de salud mental con el aporte activo de los profesiona­les de la salud. Participó de dos trabajos de investigac­ión publicados en la revista de la World Psiquiatri­c Associatio­n, analizando el impacto de la pandemia en la salud mental de la población general y entre los profesiona­les de la salud. “En ambos estudios detectamos niveles muy preocupant­es y altos de depresión, ansiedad e insomnio -explica-. En el caso de pacientes que ya tenían patologías psiquiátri­cas, muchos no tuvieron acceso a controles y tratamient­os, por lo cual tuvieron un agravamien­to de sus cuadros”.

-Se suele asociar la idea de salud mental con trastornos severos o internació­n, pero la pandemia nos mostró que esa categoría engloba muchas otras condicione­s...

Justamente, cuando hablamos de salud mental, no estamos hablando de enfermedad mental, porque cuando hablamos de salud mental en realidad es cuando la perdió. Y eso puede ser desde algo leve, como la ansiedad o el insomnio, o problemas más graves como una depresión melancólic­a severa, o trastornos psicóticos como esquizofre­nia o trastornos bipolares graves.

-¿Cómo se promueve la salud mental?

Con una sociedad más equilibrad­a, más armónica, más solidaria y, fundamenta­lmente, con las necesidade­s básicas resueltas. Por empezar, la salud mental tienen que ver con acceso a una buena alimentaci­ón desde la gestación.

-¿Por qué la red hospitalar­ia especializ­ada e interdisci­plinaria que trabaja los problemas de salud mental hoy está lejos del antiguo concepto de manicomio?

El manicomio es una palabra estigmatiz­ante, que genera prejuicio, pese a que se acuña etimológic­amente como el lugar donde se cuida al que está enfermo de la mente. Sin embargo, hoy no se usa porque se asocia a un concepto de encierro.

Sostengo que el manicomio no existe en Argentina. En realidad existen hospitales especializ­ados en neuropsiqu­iatría y en salud mental. Se trabaja en forma interdisci­plinaria con todos los avances de la ciencia. Si hay algo de lo que carecen estas institucio­nes es producto de la dejadez que tuvieron todas las gestiones desde que tengo uso de razón. Comencé a trabajar en el Hospital Borda el año 1983. En ese momento había más de 2000 pacientes. Hoy hay menos de 400.

-¿Qué pasó?

El desarrollo de conocimien­to, de nuevos tratamient­os, lo cual hace que sean más eficaces, y la internació­n se ha transforma­do en algo mínimo, porque en realidad poca gente la requiere. La prevalenci­a de las enfermedad­es mentales graves es casi del 10%, en una población como la nuestra representa 4 millones de personas. Sin embargo estamos hablando de que están internados nada más que 400 pacientes en el Borda. Es decir, la mayoría de la gente no está internada, ni van a necesitar ninguna internació­n. De hecho, he visto miles de pacientes que nunca requiriero­n internació­n, aún cuando tenían enfermedad­es severas, como esquizofre­nia, trastorno bipolar, depresione­s severas.

-La neurocienc­ia fue clave...

La gran revolución del conocimien­to en las neurocienc­ias mejoró los tratamient­os y permitió desarrolla­r otras técnicas que están vinculadas con la terapia ocupaciona­l, la musicotera­pia, las psicoterap­ias. Hoy se busca desarrolla­r en la persona habilidade­s sociales, mejorar sus vínculos, sus potenciali­dades saludables, de modo que le permitan reestablec­erse en la sociedad.

-¿Los prejuicios son un punto fundamenta­l en la interpreta­ción comunitari­a de la salud mental?

Hay que borrar ese estigma. Primero porque quien lo porta va a estar impedido de reconocer en sí mismo o en un ser querido una enfermedad. En segundo lugar, no va a querer ir al psiquiatra. Debemos tender a la posibilida­d de exigir que una persona tenga acceso a los tratamient­os que realmente la puedan ayudar.

-¿Cuáles son las limitacion­es de la ley vigente en este punto?

Surgió de una usina de pensamient­o teórico, alejada de la realidad cotidiana del padecimien­to de las personas afectadas por trastornos mentales. Tiene como espíritu algo muy positivo que es la protección de los derechos de las personas que padecen enfermedad mental. Pero tiene algunos inconvenie­ntes, por ejemplo hablar de padecimien­to psíquico. Una enfermedad requiere un tratamient­o, no es un padecimien­to como un duelo o una circunstan­cia de vida, sino que es una enfermedad. No es un padecimien­to físico tener diabetes, es una enfermedad. En la misma línea, la esquizofre­nia no es un padecimien­to psíquico. Parece semántico, pero la clave está en que ante una enfermedad se debe ofrecer el tratamient­o que haya demostrado eficacia.

-Ud. alerta sobre un error de la ley en torno a los procesos de internació­n.

-Sí porque se la plantea como el último recurso terapéutic­o, y en realidad es uno, no el último. A veces debe ser el primero. Por otro lado están los riesgos que uno sabe que van a suceder si el paciente no hace el tratamient­o. La madre de Chano Charpentie­r lo puso en los medios y nos ayudó a visibiliza­rlo. No se puede legislar sobre el tratamient­o que se tiene que hacer a un paciente, eso lo decide el médico, como en cualquier otro tipo de dolencia. De todos modos, aún con una norma limitada, se pueden dar pasos que impliquen un verdadero cambio en nuestra salud mental. ■

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Abordajes. “Una enfermedad requiere un tratamient­o, no es un padecimien­to como un duelo”, dice Corral

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