“Fatiga emocional”: Tinder cumple 10 años y las apps de citas ya no son el furor de antes
Tras su creación, en 2012, nacieron otras aplicaciones de encuentro como Happn y Bumble. Sus usuarios dicen que los agobia “repetir la misma charla con todos”.
Tinder no es un juego. No es el Candy Crush. Pone en jaque el tendón del pulgar con los mismos movimientos y, sí, también les cobra a los usuarios que quieren levantar. Pero es una app que te pide más. Que hace que tengas que abandonar la pareja perfecta entre vos y tu celular. Tiene un objetivo claro, sin reglas explícitas, que va más allá de entretenerte en su pantalla: que salgas con alguien.
Hace 10 años que Tinder está entre nosotros, que compite con los jueguitos. A cualquier hora, en cualquier lugar, hay millones de personas que juegan -logran algún match- en esa y otras aplicación de citas.
Les va bien, les va mal, se frustran, se enamoran, se cansan y la borran o la vuelven a descargar infinidad de veces. Es un Tetris de posibilidades. Todas encajan y cada usuario tiene el poder de pasar de nivel o de decir game over.
¿Qué nos dejó la década Tinder? Un gran poder (para vincularse) conlleva una gran responsabilidad (sexoafectiva). Y eso agota.
El trono es de Tinder. Según BusinessofApps, el 72% de los usuarios de apps de vínculos la usaba a comienzos de 2022, pero plataformas como Bumble cada vez le compiten más en el público joven.
Lyo tiene más de 40 y hace 9 entró al online dating. Desde que se separó mira perfiles de mujeres también por Happn. Tuvo las mejores y peores citas y en el medio, muchas que se concretaron, lo hicieron perder tiempo durante semanas. Es un hombre agotado por el sobreestímulo en línea para conocer a alguien.
“Hace bastante que ando flotando en estos grupos de gente sola. Es tan calcado todo, es igual uno del otro, cientos de comentarios que intentan expresar su soledad y la mejor selfie que les salga”, postea en el grupo de Facebook Tinder Argentina, con más de 27.000 miembros. Ese espacio, repleto de usuarios maduros, se formó por quienes emigraron de las apps de encuentro.
Lyo explica que se unió para poder escribir más sobre sí mismo que en el brevísimo comentario que se permite en los perfiles. Y otros miembros dicen que están “para ver la vida de las otras personas en el muro de Facebook”. Sin tener que esperar el match(la coincidencia del “me gusta” entre perfiles) que habilita el chat para hablar con el otro.
Pero el principal foco del agotamiento lo explica Carola, de 27 años. “Al principio era difícil poner la jeta. Más que por inseguridad, me molestaba que me vieran los amigos de mi ex, o encontrármelo a él, y que todos dijeran: ‘sigue sola’. Después lo superé, salí con varios y me fue bien. Pero ya me cansé de repetir la misma charla con todos. Es re básico: un ‘Hola’ y los flacos ya te piden el Instagram para ver si coincide con la foto de tu perfil en la app o qué onda tu vida. Yo hago lo mismo, no es una queja. Pero me cansa”, dice a Clarín.
Las desinstala de su teléfono varias veces al año. Pasa meses sin usarlas. Pero siempre vuelve a todas. “A mí me resulta mucho más fácil que levantar de noche en un bar, que te miran y no se acercan. Es menos frustrante que salir de levante”, cuenta.
Como dice esta porteña de Villa Urquiza, en estos diez años de apps de citas -la piedra fundacional es Tinder, creado en septiembre de 2012 por Sean Rad, un empresario estadounidense veinteañero-, no sólo se normalizó su uso en la dinámica de conocer gente. Se instaló como categoría: cita tinder (que abarca a Happn y Bumble). No necesita más explicación que eso. Se borró el estigma de que las apps son para quienes les va
mal de frente.
En la pandemia, con boliches cerrados , fueron el atajo sin barbijo para aunque sea solo chatear con alguien o para llegar a su casa directo. Un cuarto de los usuarios activos en 2020 de Tinder y Happn las habían descargado en cuarentena.
Heliana Mansilla tiene 35 años y es una instrumentadora quirúrgica de Núñez que a finales del año pasado conoció a Martín Escaray, un ingeniero agrónomo de 31 años, a través de Inner Circle. Después de varios chats, ella fue hasta Retiro para conocerlo antes de que él volviera a Córdoba tras un fin de semana de visitar a familiares en La Plata. Se besaron por primera vez en la plataforma 15 de la terminal de micros. La relación sigue intacta, aunque Martín, a los pocos meses de ese beso, se haya ido a vivir a Uruguay por trabajo. Viene él o ella lo visita en Colonia.
Lyo y Carola siguen en las apps porque no encontraron pareja estable. Lyo no necesariamente busca ese compromiso, pero está abierto “si pasa”, a diferencia de Carola, que es lo único que quiere “en realidad”.
¿Qué es el agotamiento emocional en las apps? “La gente simplemente se fatiga. Se sienten abrumados con todo el proceso del dating”, dijo Helen Fisher, una antropóloga biológica estadounidense que es investigadora principal en el Instituto Kinsey.
El médico psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin es argentino y apunta a lo mismo: “Las aplicaciones provocaron cambios notables en la conquista amorosa. Crearse un perfil virtual obliga a traer a la conciencia atributos que se ponen a consideración, primero de uno mismo, y luego del otro. Pero el enganche se produce por la compatibilidad de perfiles psicológicos, que se podrán confirmar, o no, a la hora del encuentro real”. Así, lo cansador no es sólo el fracaso sino la misma selección.
“El tema es cuando hay match y el otro desaparece como por arte o de magia o el encuentro no resultó como se imaginaba. El cansancio a exponerse, a volver a contar la historia, a escuchar la historia del otro, para que nada resulte, cansa hasta al más deseoso de estar en pareja. Muchos desalentados por esta situación deciden alternar las apps con ir a lugares de encuentro social”, cierra.■