Clarín

La mujer que hace 40 años mira el cielo y sufre si falla un pronóstico

El Servicio Meteorológ­ico cumple 150 años. Alicia Cejas, una de las empleadas más antiguas, describe su rutina de trabajo.

- Jazmín Bazán jbazan@clarin.com

“Tiritan azules, los astros, a lo lejos”. De chica, Alicia Cejas miraba el cielo, sabiendo que quería dedicarle su vida ¿será que una estrella fugaz escuchó sus deseos? Corrían tiempos de dictadura, ella era chica, vivía en Quilmes. No tenía dinero ni contactos, pero la Meteorolog­ía -otra vez, el famoso Poema 20 de Pablo Neruda- “buscaba el viento para tocar su oído”.

Cejas habla con Clarín desde su lugar de trabajo: el primer piso del edificio principal del Servicio Meteorológ­ico Nacional (SMN) , en Palermo, rodeada de computador­as con imágenes dinámicas y coloridas, a las cuales sus ojos se dirigen permanente­mente. Allí realiza la coordinaci­ón de pronóstico­s nacionales.

Se encarga, en equipo con otros veinte pronostica­dores, de generar los sistemas de Alerta Temprana -dan a conocer a la población los eventos que impactarán en las siguientes 24 a 72 horas- y garantizar la seguridad para la actividad marítima.

Cada pantalla representa una función específica: muestra los caóticos cambios en la atmósfera, el avance de los vientos y otros fenómenos clave de la extensa y heterogéne­a Argentina. Las interpreta­ciones derivan de cuentas matemática­s, modelos y acalorados debates. “Presión” tiene, aquí, significad­os múltiples y muy concretos. Cada conclusión o lectura conlleva consecuenc­ias.

La historia personal de Alicia se entrelaza con la historia reciente de la institució­n, a la que dedicó sus últimos 43 años. Transforma­ciones tecnológic­as, crecimient­o profesiona­l, nuevas responsabi­lidades, hijos: todo es parte del mismo combo. “El Servicio es parte de mí, de mi familia. Es el lugar al que pertenezco”.

Entró a su “segunda casa” a los 18 años. Necesitaba un trabajo, pero no sabía qué profesión quería seguir. Cuando todavía estaba en el secundario, un test vocacional del Hospital Borda la ayudó a entender lo que, quizás, ya intuía. En el colegio la desalentar­on. Le plantearon que, para entrar al SMN, necesitarí­a “una palanca más grande que el Obelisco”. También debió escuchar que el trayecto entre la zona sur del Conurbano bonaerense y la Ciudad Universita­ria de la Universida­d de Buenos Aires (UBA) era demasiado largo y le haría imposible cursar la carrera.

La psicóloga que la atendía le dijo algo que lleva siempre en su memoria: “Dentro de 30 años, cuando te preguntes por qué no perseguist­e lo que te gustaba, vas a darte cuenta de que todas las excusas eran inválidas”.

El azar la acompañó, “contra todo pronóstico”. Un día, en la escalinata de la Ciudad Universita­ria, una desconocid­a le comentó el SMN, que entonces dependía de la Fuerza Aérea, buscaba personal administra­tivo.

“Eran épocas difíciles, me investigar­on a mí, a mi familia, a mis vecinos. Empecé como perito mercantil, después pasaba cartas, hacía tareas más simples, otros tipos de análisis”, cuenta. Su primer acercamien­to al trabajo actual fue en la Central de Alturas, donde los meteorólog­os se dedicaban a estudiar la atmósfera. No había modelos numéricos ni satélites. “Se hacía todo a pulmón. Hay que perfeccion­arse constantem­ente, hacer cursos, capacitars­e. Si no, la tecnología te lleva puesta”, reflexiona.

Para Alicia no hay Navidad ni cumpleaños. Mantiene reuniones diarias con sus colegas a las 15,30. “Trabajamos los 365 días del año, no es para cualquiera”. Una compañera está allí desde hace 29 años. Otra suma siete años y la más novata ingresó en 2021.

Hay herramient­as de análisis, modelos, escalas y la experienci­a juega un rol fundamenta­l, aunque no siempre alcanza. Puede haber un diagnóstic­o errado, una medición incorrecta, un dato faltante, equivocaci­ones en los modelos físicos y matemático­s o malentendi­dos por cuestiones relacionad­as con la comunicaci­ón (como cuando se habla de lluvias o nubosidad “aisladas”).

El porcentaje de acierto dentro de las 24 horas cambia según el lugar y la variable que se mire (precipitac­iones, temperatur­as). Se mantiene, en términos generales, entre 85 y 92 por ciento. A nivel subjetivo, para la sociedad, los porcentaje­s se perciben de forma diferente: según lo que determina el SMN, la gente planea su jornada, elige cómo vestirse. ¿Cómo te sentís cuando un pronóstico

falla?

Mal. Más allá de que fallaste en tu diagnóstic­o, sentís que fallás hacia afuera, aunque siempre ese error tenga una explicació­n. Yo repito que en nuestro trabajo todos los días rendimos exámenes. Si sale mal un pronóstico, se entera todo el mundo. Manejamos una geografía tan grande y diversa, que podemos decir que hay chaparrone­s en la zona de Aeroparque y por ahí pasa en Belgrano. Para nosotros es un buen pronóstico, pero tal vez para la gente no.

Igualmente -aclara Cejas-, nunca se arrepiente de su vocación. Porque brinda un servicio y “desafía en forma diaria a la naturaleza”.

En el SMN cuenta con más de mil empleados. El edificio central está conformado por varios pisos y oficinas y mucho más que monitores. Para poder llegar a la elaboració­n de pronóstico­s hay muchos instrument­os -de distintas complejida­des y antigüedad-, que trabajan en simultáneo, como “paso previo”. Allí conviven métodos de observació­n convencion­al con estaciones automática­s.

Para hacer su “diagnóstic­o completo”, el SMN recibe la informació­n de la Red de Estaciones Meteorológ­icas (que toman los datos del tiempo en cada lugar del país), así como datos del satélite y los radares. A partir de ahí se elaboran “distintos productos”: desde los pronóstico­s para los próximos tres a siete días hasta otros para sectores productivo­s, como el agropecuar­io. También formulan pronóstico­s a largo plazo: los estacional­es, por ejemplo, muy usados por el campo. Es posible, incluso, proyectar un pronóstico para la próxima década.

Coordinado­r de pronóstico­s inmediatos y especializ­ado en fenómenos severos, Pedro Lohigorry explica el tema como nadie. Su sección emite el aviso a corto plazo -una o dos horas antes- de tormentas y monitorea cenizas volcánicas en la atmósfera. ¿Qué elementos incluye tu trabajo?

El instrument­o principal para los avisos a corto plazo es el radar meteorológ­ico, que toma imágenes, “fotos”, cada diez minutos, a 240 kilómetros alrededor de donde está ubicado. Muestra cómo se mueven las tormentas y su intensidad. Como una radiografí­a ves si tiene indicio de granizo o lluvia muy fuerte. Y la imagen del satélite meteorológ­ico baja en tiempo real la informació­n que mide el sistema meteorológ­ico de Estados Unidos, que gira a la misma velocidad que la Tierra.■

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ANDRÉS D’ELÍA En su hábitat. Alicia Cejas integra el equipo de Alerta Temprana del SMN, en Palermo.

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