“El que perjudica a los jubilados es un delincuente y, como tal, debe ser juzgado”
Estas son reflexiones de una jubilada, que a punto de cumplir los 72 años, sigue trabajando y aportando a la ANSeS a través del monotributo jubilado. Jamás entenderé por qué, si nos vemos necesitados de seguir trabajando, tenemos que seguir ingresando fondos al sistema. He aportado más de 35 años, aunque a veces me costaba juntar el dinero de las cuotas, incluso haciendo aportes voluntarios a la AFJP, que fueron licuados al nacionalizar los fondos de ahorro individual, porque fui educada con la cultura del trabajo y el esfuerzo, sin esperar que el Estado me regale nada.
El tema de las jubilaciones es parte de mi historia por haber sufrido las desdichas de mi madre que con mucho sacrificio hizo sus aportes y logró jubilarse como modista, en un hogar en el que siempre faltaban cinco para el peso. Me inculcó que debía hacer lo mismo que ella y jubilarme cuando llegara la edad legal para hacerlo.
Y llegó el día en que cumplí 60 años, y me jubilé con la jubilación mínima, sin saber muy bien por qué razón decidieron que era eso lo que me correspondía y sin derecho a reclamar nada. Pasaron los años y ahora siento que este Gobierno ha logrado perpetrar el peor robo de la historia, con el agregado de saber que en algunos casos, como el de la señora vicepresidenta Cristina Kirchner, la ANSeS le ajustó los haberes hasta lo inimaginable para un ciudadano de a pie, siendo ella una persona que debería dar el ejemplo de austeridad y solidaridad. Pareciera que a los jubilados se nos ríe en la cara con sus actitudes, es increíble lo que acontece en este país. Es verdad que nunca fueron buenas las jubilaciones en la Argentina, pero lo que sucede con las mismas durante los gobiernos kirchneristas no tiene parangón.
Ex mandatarios, jueces y funcionarios cobrando jubilaciones astronómicas, reparto de fondos a diestra y siniestra con planes de todo tipo, ajustando los haberes con las fórmulas más macabras, jubilando a miles de personas sin haber aportado y sin chequear sus patrimonios. Y la lista es larga. Hay personas que tienen varios inmuebles, inversiones e ingresos altos, que no hicieron los aportes y obtuvieron la jubilación con una moratoria de cuotas fijas a pagar en cinco años, y hoy cobran lo mismo que los que aportamos toda la vida. Otra muestra más de la injusticia social instaurada por ciertos políticos.
Deberían ir presos todos los funcionarios y legisladores que han tenido o tienen alguna participación en las decisiones que involucran a los jubilados, al destino de los fondos y a la atención médica de la clase pasiva, porque a mi juicio todo aquel que malverse los fondos públicos o que perjudique a las personas más vulnerables, a los jubilados, debería considerarse un delincuente y, como tal, ser juzgado.
Es muy doloroso llegar a cierta edad, en que deberíamos disfrutar de lo trabajado durante décadas, y sentir que nos tratan como si fuéramos descartables, innecesarios y sin valor alguno para quienes nos gobiernan.
¡Basta de promesas!, queremos vivir con dignidad y tranquilidad, no pensando si lo que cobramos nos alcanzará para cubrir nuestras necesidades que son muchas, trabajando hasta edad avanzada o pidiendo a nuestros hijos, en caso de que ellos puedan hacerlo, que nos ayuden económicamente.
Un capítulo aparte merece la cantidad de juicios por ajustes de haberes que esperan la confirmación de la Corte o que habiendo tenido sentencia firme no son pagados a sus beneficiarios. ¿Alguien con sensibilidad y ética puede pensar que una persona de más de 80 años puede esperar más de una década para que le liquiden lo que le corresponde? ¿Qué esperanza puede tener quien reclama lo que le deben ante tanta desidia y demora? Demasiadas preguntas sin respuesta, y demasiado egoísmo en la sociedad. Lo más grave es la relación entre trabajadores aportantes y clase pasiva, que por la cantidad de empleo no registrado, desempleo y planes sociales cada vez es menor y si esta situación se extiende en el tiempo, los fondos no alcanzarán para hacer frente a las futuras generaciones de jubilados.
El año próximo es año electoral, y vendrán a prometernos el oro y el moro otra vez. Pero ya no les creemos nada. ¡Justicia social no debería ser un lema, debería ser una realidad!