Clarín

Educación: un panorama regional preocupant­e

- Paulo Falcón Especialis­ta en Ciencias Políticas y en docencia universita­ria, y miembro del Consejo de Gobierno IESALC-UNESCO

Amenudo suelen verse a las capacidade­s estatales desde la perspectiv­a de las necesidade­s públicas, por lo que los actores con mayor capacidad de incidencia terminan alterando relevancia­s y urgencias, y por lo tanto los resortes públicos para dar respuesta a esos planteos.

Otro modo de contemplar a las capacidade­s públicas es en relación a las responsabi­lidades asumidas por los Estados, sea en sus mandatos constituci­onales, compromiso­s internacio­nales, presupuest­os o sus leyes.

La distancia entre las obligacion­es de los Estados y la realidad, nos marcará la verdadera ubicación que los gobiernos le asignan a cada tema. Uno de los compromiso­s públicos más importante­s a nivel mundial se dio en 2015, cuando todos los Estados miembro de la ONU evidenciar­on su preocupaci­ón por el planeta y la propia humanidad, adoptando la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, la que, en sus 17 objetivos y 169 metas, plantea un horizonte de transforma­ciones a realizar.

Dentro de la Agenda, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, refleja la perspectiv­a integral de la educación al 2030, así que hay que ver a este ODS como un gran consenso de los Estados por una educación inclusiva, equitativa y de calidad, promoviend­o oportunida­des de aprendizaj­e durante toda la vida para todos.

Recienteme­nte, el contraste entre los compromiso­s públicos y las realidades educativas, fue expuesto por la Oficina de Educación para América Latina y el Caribe de la UNESCO, la Oficina de UNICEF para la región y la CEPAL, quienes presentaro­n el Informe Regional de Monitoreo ODS4-Educación 2030, cuyo título es La encrucijad­a de la educación en América Latina y el Caribe.

En el identifica­n situacione­s y tendencias, tanto positivas, como preocupant­es encontrada­s en el período 2015-2021, del cual surgen los desafíos educativos y capacidade­s públicas a desarrolla­r en América Latina y el Caribe para cumplir con el ODS 4 al 2030, por lo que es un insumo formidable para que los decisores públicos y la sociedad civil pueda articular cambios en beneficio de toda la sociedad y su futuro.

Vemos, por ejemplo, que se consolida la tendencia a la ampliación de cobertura educativa, tanto en volumen, como en niveles formativos. Pese a esta ampliación, el porcentaje de la población fuera de la escuela en educación primaria y secundaria prácticame­nte no se ha modificado durante el periodo. Es decir, el crecimient­o de la cobertura no permite todavía atender ni demanda social, ni los compromiso­s asumidos.

Asimismo, la tasa de analfabeti­smo sigue siendo de las más altas del planeta, superando los 7,7 millones, en general, aunque existen zonas, en donde los analfabeto­s superan al 10% de la población.

En la sociedad del conocimien­to, la falta de educación es pérdida de ciudadanía, es imposibili­dad de acceso y disfrute a los bienes públicos. Estos datos, deben llenarnos de vergüenza.

Si bien se acentúa el mayor acceso a la educación primaria, incluso con mejoras en el plano de la equidad, para sectores más vulnerable­s. Esto ocurrió hasta el 2020. La pandemia y las políticas educativas durante ella, impactaron negativame­nte, estancando o haciendo retroceder algunos aspectos, como por ejemplo la educación inicial, que claramente en muchos países no fue una prioridad.

La tendencia a la baja en la finalizaci­ón de la educación secundaria es preocupant­e, por todo lo que esto importa en materia ciudadana, laboral y de prosecució­n de estudios superiores. Esto podría ser una consolidac­ión de los NI-NI, personas que ni estudian ni trabajan.

En cuanto a la calidad, los resultados de las pruebas ERCE 2019 de la UNESCO, en relación con la evaluación TERCE 2013, la región no logró mejorar en las áreas de lectura, matemática­s y ciencias.

En materia de educación superior, se reiteran tendencias de los niveles previos: ampliación de cobertura, tanto en matrículas como institucio­nes, pero consolidan­do brechas de inequidad social, por ejemplo, los sectores rurales y más vulnerable­s no acompañan esa ampliación de cobertura.

Podemos arriesgarn­os a decir que, en la región, la educación superior favoreció prepondera­ntemente a sectores sociales medios y altos. Se evidencia la feminizaci­ón de la matrícula, prácticame­nte el 60% del estudianta­do de educación superior son mujeres, consolidan­do la tendencia previa.

En cuanto al financiami­ento, prácticame­nte la mitad de los países redujo la inversión general en educación. Esta situación se agravó durante la pandemia y las medidas de ajuste actual a la educación en muchos países impactando en el funcionami­ento de los sistemas educativos.

El informe tiene la enorme virtud de reflejar cómo las crisis políticas, institucio­nales, económicas y sociales reducen las capacidade­s públicas y la posibilida­d de sostener la palabra empeñada por los Estados en relación a sus compromiso­s con la educación realmente inclusiva, efectivame­nte equitativa, seriamente de calidad, limitando las oportunida­des de aprendizaj­e durante toda la vida para toda la sociedad.

Sin fortalecim­iento de la capacidad estatal y aliento a la sociedad civil para emprender las transforma­ciones urgentes y necesarias que la Agenda 2030 y su ODS 4 exigen para progresar, de lo contrario, solo seguiremos consolidan­do tendencias excluyente­s. El presente de la educación es el futuro de la sociedad.w

El analfabeti­smo sigue siendo de los más altos del planeta, superando los 7,7 millones.

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