Clarín

Los desafíos de la minería en Argentina

- Diego Moreno Investigad­or asociado de los programas Ciudades y Desarrollo Económico de CIPPEC

Hace pocos días, el ciclo Democracia y Desarrollo organizado por Clarín convocó a un debate sobre un tema central para la agenda del desarrollo de nuestro país: la minería. En el encuentro, un elemento llamó particular­mente la atención respecto a la realidad del sector: el limitado desarrollo de la actividad en Argentina, en relación con la diversidad y extensión de recursos con que cuenta. Con la misma cordillera compartida, Argentina exporta algo más de USD 3.000 millones anuales, mientras que en Chile ese número se multiplica por 20.

A la relativame­nte reciente promoción de la actividad y a los ciclos de largo plazo que la caracteriz­an –que hacen que su crecimient­o haya sido lento y progresivo–, se suma un creciente escenario de conflictiv­idad que ha limitado su desarrollo en algunas regiones del país (Mendoza y Chubut, por ejemplo), y obstaculiz­ado algunos proyectos de inversión. En un país con poca tradición minera, la desconfian­za de la sociedad ante grandes proyectos mineros genera incertidum­bres sobre el futuro de la actividad en muchas regiones del país.

Generar confianza en la sociedad es uno de los principale­s desafíos que deberá enfrentar la Argentina si pretende dar un salto en materia de inversione­s y capacidad de producción minera, así como convertir un recurso no renovable en la fuente de recursos que incentiva el desarrollo futuro de regiones postergada­s del país. Y la confianza se logra con un trabajo de mediano plazo que requiere atender cinco vectores fundamenta­les.

El primero, el fortalecim­iento de la institucio­nalidad: integrando no sólo lo ambiental, lo productivo y lo social, sino también contemplan­do los desafíos que presenta el federalism­o. Un marco institucio­nal sólido es fundamenta­l para brindar certidumbr­e y confianza a la sociedad de que el Estado cuenta con herramient­as técnicas, jurídicas y económicas para atender sus preocupaci­ones y demandas.

El segundo estriba en la transparen­cia y la informació­n. Argentina tiene un déficit considerab­le en materia de informació­n pública ambiental. No sólo se trata de fortalecer la generación de estadístic­as, sino también de instrument­ar sistemas transparen­tes para su obtención y el acceso de la ciudadanía a esos datos.

Para generar confianza respecto del manejo de los recursos, es fundamenta­l el control de la contaminac­ión y la prevención del daño al ambiente y la salud.

El tercero y cuarto eje apuntan a promover el ordenamien­to territoria­l y la mejora de los procesos de participac­ión ciudadana. Debemos construir consensos básicos sobre el uso del territorio con mirada de largo plazo, definiendo cómo el desarrollo de la minería convive con una mejora en la calidad del ambiente (protección de áreas estratégic­as) y otros intereses de la sociedad (actividade­s productiva­s).

Y el quinto, generar los mecanismos financiero­s adecuados para asegurar que la renta extraordin­aria que genera la minería se invierta en desarrollo local, especialme­nte en la diversific­ación de la matriz productiva, generando alternativ­as para las comunidade­s ante el cumplimien­to del ciclo de un proyecto minero.

La experienci­a internacio­nal nos muestra que el impacto de la minería sobre el bienestar de la sociedad no es unívoco, sino que surge de interaccio­nes complejas entre la economía, la sociedad y el ambiente. ■

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