Clarín

“Lo mismo un burro que un gran profesor”

- Ernesto Jackson ejackson@agea.com.ar

“...No hay aplazaos, ¡qué va a haber! ni escalafón”. Y podríamos seguir con cada palabra o frase de este tango triste y doloroso, Cambalache, que Enrique Santos Discépolo escribió en l934. No es ningún hallazgo arriesgar que la realidad que hoy nos rodea sigue reflejada en muchos de sus versos. De todas formas, no es cierto que “el mundo fue y será una porquería”. Pero hay que admitir, sin dejar de lado la pasión tan argentina de quejarnos de todo, que “siempre ha habido chorros, maquiavelo­s y estafaos”. O no? “Contentos y amargaos”, por supuesto que hay. Por todas partes. Con más razones o menos motivos. “Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón”, nos asegura el autor luego de quejarse con “¡qué falta de respeto, que atropello a la razón!”. Y no me diga el lector, aquí, que todos los días no vemos “¡la Biblia junto a un calefón!”. Cuando desde la cima del poder, hoy mismo, nos lanzan como verdad revelada, que el mérito en la vida no importa y que los principios morales, imprescind­ibles para transitar la vida, puedo dejarlos a un lado por un rato, porque tengo otros más maleables y redituable­s, entonces, leer y releer cada tanto la letra de Cambalache, nos debiera obligar a cada uno de los que pisamos este “íspa” nuestro a preguntarn­os por qué estamos como estamos. El papa Francisco nos lo dijo a través de un chiste: cuenta que los ángeles le preguntaro­n a Dios por qué fue tan injusto en el reparto de riquezas a los países. A unos, poco y a la Argentina tanta riqueza. Entonces, Dios les aclaró a los ángeles que no fue tan así. “A la Argentina, además, le di a los argentinos”. Tuvo y tiene razón. Ah!, y la letra de Cambalache sigue más que vigente.

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