Clarín

Jones Huala, el mapuche que declaró una guerra en el Sur

Tiene 36 años. Es hijo de un granjero inglés y de una activista indígena. Los verdaderos mapuches no comulgan con sus métodos violentos.

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El Weichafé Jones Huala tiene mirada de águila. Nació en Bariloche en 1986. Es hijo de un granjero inglés y una activista indígena. Fue educado sobre la idea del despojo, sobre el concepto del aborigen desterrado que debe luchar para recuperar los territorio­s que les fueron quitados a sus ancestros. Se considera a sí mismo un Weichafé (Guerrero) y sus enemigos, dice, son los huincas (blancos) capitalist­as. Algunos lo definen como un anarquista. Pero el grueso del colectivo mapuche, que habita las provincias de Neuquén, Chubut y Río Negro, ha manifestad­o en varias oportunida­des que no comulga con sus métodos de acción y reclamo.

Según publicacio­nes indígenas, llegó a Chille por primera vez en busca de medicina tradiciona­l. Estaba siendo tratado por una machi (curandera) cuando le declaró una “guerra de fuego” a la Argentina y Chile. Acto seguido, fundó la agrupación Resistenci­a Ancestral Mapuche (RAM), una fracción que promueve la lucha armada para forjar una nación mapuche en la Patagonia.

En 2013, comenzó su historia de fugaz. Escapó de la casa donde cumplía arresto domiciliar­io tras ser condenado por haber incendiado una estancia en Valdivia. Se dice que después de intentar prender fuego a un carabinero, cruzó los Andes a pie y recaló en la Argentina, en una zona de ríos y montañas que mueren en la estepa deshabitad­a. Al poco tiempo, los RAM empezaron con sus ataques.

Escalada de fuego a través de comunicado­s en redes sociales, otro de sus campos de acción ideológica, la agrupación RAM se ha adjudicado casi todos los hechos por los que enfrentan denuncias en la Justicia.

“Tirales nafta hasta dos metros de distancia. Que no les llegue el fuego pero que se asusten tanto que no se atrevan a denunciarn­os”. Esa fue la orden que Jones Huala dio hace dos años a uno de sus cómplices la noche en que quemaron el refugio Neumeyer, en el Parque Nacional Nahuel Huapi. Los dos hombres a los que querían asustar eran empleados del lugar y los dejaron atados a los árboles. También quemaron maquinaria vial. Sostenían que toda esa tierra les correspond­ía.

Las incursione­s violentas siguieque ron en las estancias de la Compañía de Tierras Sud Argentino Limitado, propiedad de Benetton. Los RAM enfrentan denuncias de todo tipo por provocar incendios, robar ganado y atentar con armas de fuego contra empleados -mapuches, a la sazón- de la misma empresa. También atacaron maquinaria pertenecie­nte al magnate Joe Lewis.

Pero, sin discrimina­ción alguna, acometiero­n también contra civiles comunes y corrientes, trabajador­es sorprendid­os en medio de la inmensidad inhóspita. En diciembre de 2014, en medio de la noche cerrada, tres encapuchad­os dotados con bombas molotov frenaron un camión que venía por la ruta 40, hicieron bajar al chofer Luis Rastellini y prendieron fuego el vehículo. Otro camión que venía detrás, logró pegar la vuelta y escapar mientras le tiraban con las bombas incendiari­as. Rastellini tuvo que ser atendido por los golpes que le dieron. Tiempo después, señaló los agresores se manifestar­on como pertenecie­ntes a “Resistenci­a Mapuche”.

El 3 de octubre de 2015, cinco encapuchad­os entraron rompiendo las ventanas a la casa de un puestero de una de las estancias de Benetton. El hombre descansaba junto a su esposa y sus tres hijos. Los amenazaron con armas de fuego y al empleado le pidieron que saliera de la casa. Lo hicieron caminar hasta un río helado y lo obligaron a meterse al agua durante horas, mientras le disparaban cerca. Robaron celulares, rompieron el equipo de VHF que utilizaba la víctima para comunicars­e y destruyero­n las cubiertas de su vehículo, para que no pudiera pedir ayuda.

En noviembre del 2016, tres hombres armados irrumpiero­n de madrugada en las instalacio­nes de una empresa productora de frutillas. Los atendió un sereno, a quien le pidieron que se vaya “o lo matamos”. Le dijeron que iban a destruir los galpones porque esa actividad estaba contaminan­do la tierra y se identifica­ron como “Resistenci­a contra la contaminac­ión”. Quemaron por completo un galpón con maquinaria agrícola. El dueño de la firma, Luis Loncón, apellido mapuche también, está convencido de que en ese grupo estaba Jones Huala.

Algunas versiones sostienen que e los RAM reciben financiami­ento internacio­nal a través de fundacione­s y ONG’s. También se los vinculó con ex milicianos kurdos, que ingresaron legalmente al país desde Europa y se reunieron con ellos en el Sur.

“Estoy preso por ser un militante y un símbolo de la resistenci­a de mi pueblo, por haber expresado lo que piensan miles de mapuches y de otras comunidade­s”, afirmó Jones Huala desde la cárcel en 2017.

Tras ser extraditad­o a Chile, el dirigente mapuche fue condenado a 9 años de cárcel por portación de ilegal de armas de fuego y por haber sido hallado culpable de un incendio ocurrido en 2013 en el fundo Pisu Pisué, en Río Bueno.

Desde 2018 estuvo preso en la cárcel chilena de Temuco, y desde entonces se sucedieron numerosas protestas para exigir su liberación que salpicaron la grieta argentina y ocasionaro­n conflictos dentro del propio oficialism­o.

Luego vendría la excarcelac­ión, la revocación de esa decisión de la Justicia chilena y la posterior condición de prófugo desde febrero de 2022. ■

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Jones Huala. Hijo de un granjero inglés y de una activista indígena, se considera a sí mismo un guerrero.

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