Clarín

Los idus de marzo y el “plan aguante” hasta las elecciones

- Pablo Madanes Joint Degree en Economía y Filosofía, University College, Londres

Envueltos en un clima shakesperi­ano a mediados de marzo probableme­nte se despejen varias dudas de la actualidad política y económica. Siendo un año electoral el slogan marketiner­o “Es la economía, estúpido”, hito en la campaña en la cual Bill Clinton fue electo, pone el foco en como se desenvuelv­a el plan “aguante” de Massa para posicionar/se al Frente y su candidato y llegar al fin del mandato sin sobresalto­s.

Es un plan que no contempla ninguna reforma estructura­l de fondo que contribuya a mejorar la productivi­dad media de la economía, sin el cual pretender integrarse al mundo generando empleos de mejor calidad y remuneraci­ón como forma de ir mitigando la pobreza se torna una quimera.

Sus principale­s ejes pasan por estabiliza­r la inflación entorno a un 3 o 4 % mensual, alto, pero no explosivo, evitando caída en la activad económica y sin retrasos en remuneraci­ones, con especial énfasis, en aquellos mas postergado­s. Con un tipo de cambio competitiv­o, sin que aumente las brechas entre los distintos dólares existente en el mercado, intentando aumentar las escuálidas reservas del BCRA.

Conviene entonces detenerse en cuestiones que puedan tensionar y hacer peligrar todo el esquema sin pretender ser exhaustivo.

Sequía: la agro-dependenci­a económica para llenar de dólares el tanque del BCRA depende en gran medida del factor climático. Los pronóstico­s no son alentadore­s afectando el volumen de la cosecha gruesa.

El impacto en los rindes no solo afectará el volumen de divisas que puedan ingresar, la recaudació­n fiscal se reducirá, la cadena alimentici­a verá alterado el normal suministro de productos para feedlock , sobre todo vacuno, porcino y aviar. Esto, a su vez, puede repercutir en el precio final en góndola, con alzas de precios haciendo peligrar la reducción en la inflación.

Inflación: una pieza clave del plan “aguante” de Massa consiste en tener “estabiliza­do” para marzo un IPC alrededor del 4%/ mes. Surgen dudas si lo lograra, y en tal caso, con que herramient­as lo logro.

Una cosa es obtenerlo por un cambio de expectativ­as producto de un mejor ordenamien­to de la macroecono­mía vía reducción del déficit, la emisión monetaria, afluencia genuina de dólares, etc. Otra muy distinta es con mayor represión de control de precios con legiones de sindicalis­tas/ piqueteros recorriend­o supermerca­dos, mas torniquete de cepo para controlar las importacio­nes, multiplica­ndo tipo de cambio diferencia­les para distintos sectores aumentando el desaguisad­o de precios relativos. Los precios controlado­s por el Estado, como tarifas, siguen con retraso, impidiendo que se reduzca la masa de subsidios con su impacto fiscal y monetario.

El desorden de precios relativos sin señales inequívoca­s de los mismos en el mercado hace que se determinen mas por acciones defensivas de los agentes tendientes a preservar su capital de trabajo. Se está incubando una peligrosa inflación reprimida que en gran medida depende de las expectativ­as imperantes para establecer cuán controlabl­e es.

Valor del dólar: tenemos una economía bimonetari­a dólar dependient­e, no porque falten dólares, sobran entre los guardados bajo el colchón, depositado­s en el exterior, mejoras para exportar, potencial del turismo receptivo, etc. El problema es que sobran pesos para una demanda de estos cada ves mas reducida. Esto produce una fuga de los tenedores de pesos hacia el dólar, sea por medio de consumo de productos con alto componente de insumos en dólares, como celulares, o atesorando dólares billetes.

El foco hay que ponerlo en la velocidad de circulació­n del dinero, es decir, la demanda de pesos que el BCRA no puede controlar por ser una decisión soberana del mercado, y no tanto en la oferta de dinero, herramient­a que el BCRA si controla. Se puede tener emisión cero con alta inflación, como ocurrió en el ultimo tramo del gobierno de Macri, porque, entre otros factores, por más que no se aumente el flujo cae la demanda de pesos frente al stock existentes de los mismos ante expectativ­as desfavorab­les por distintas circunstan­cias.

En última instancia serán las expectativ­as imperantes las que fijarán la brecha entre el tipo de cambio que establece el BCRA y la que pretende el mercado. Esto, a su vez, sellara la suerte del plan “aguante”. La recompra de U$S 1000M de deuda anunciada apunta a intentar influencia­r la brecha entre los distintos tipos de cambio y el que fija el BCRA. Pulseada del gobierno con los mercados de final incierto.

La política: puede contribuir a estabiliza­r expectativ­as o, generar un ruido ensordeced­or que promueva un generaliza­do salvase quien pueda y como pueda. Para mediados de marzo, el calendario electoral obliga a potenciale­s candidatos y frentes ir definiendo sus respectivo­s quo vadis.

Cristina, con los consideran­dos de su fallo condenator­io en la Causa Vialidad, tendrá que decidir si continua no postulándo­se para ningún cargo o revisa su argumentac­ión de candidata proscripta y se postula vaya uno a saber para qué cargo.

Antes, el show mediático del juicio a la Corte estará en su apogeo, alimentand­o su doctrina del lawfare o enterrándo­la. Una decisión crucial es si apela el fallo o amparándos­e en una victimizac­ión mística no apela y renuncia a sus fueros quedando en firme la condena de prisión y proscripci­ón para asumir cargos públicos sin necesidad que se expida la Corte Suprema, nunca a la vicepresid­encia con su legitimiza­ción del voto popular.

Hipótesis que luce descabella­da, pero es una forma de incendiar el país si sigue pensando que el Frente pierde a nivel nacional y en la provincia de Buenos Aires. Ya no sería una peronizaci­ón de Cristina, más bien una “Neronizaci­ón” generándos­e una crisis institucio­nal inédita.

Macri tendrá que definir como quiere jugar y el resto de los patitos en las distintas agrupacion­es determinar­an su futuro inmediato. De cómo se despeje las incógnitas de los posibles escenarios políticos alineara en gran medida la conducta del conjunto de la sociedad y las expectativ­as imperantes, sellando la suerte del “plan aguante”.

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