Clarín

La vida de Felisa Pinto, la decana de los periodista­s de moda

Publicó “Chic”, donde recuerda desde su infancia en Córdoba hasta sus días como correspons­al en París.

- Belén Papa Orfano bpapa@clarin.com

Felisa Pinto tiene 91 años. A esa edad quedan de más las explicacio­nes y justificac­iones. La decana de los periodista­s de moda se sacó las ganas y escribió su autobiogra­fía, Chic, donde a base de minuciosas y extensas descripcio­nes recorre su vida desde su infancia en Córdoba en el seno de una familia de clase media intelectua­l y con inquietude­s artísticas, pasando por sus épocas como correspons­al en París, su vínculo con el Instituto Di Tella y quienes habitaban la manzana loca, y su actualidad como espectador­a y analista de lo que sucede, pero ya sin la presión de tener que entregar una nota a tiempo.

Pinto se da el lujo de escribir el libro que ella quiere y que quizás no sea el que más atrape. Su vida tiene algunas anécdotas coloridas, como la entrevista cara a cara que le realiza a Pablo Picasso en su casa de la localidad francesa de Mougins; la frase dicha al pasar durante una fiesta en la casa del fotógrafo Alejandro Kuropatwa y que Federico Moura hizo canción por la cual en la actualidad aún cobra regalías vía SADAIC; o el día que alojó de incógnito a Julio Cortázar en su departamen­to de mujer independie­nte.

La autora es generosa en las descripcio­nes de vida y obra de personajes que conoció o que eran conocidos de sus amigos, pero no necesariam­ente de ella (aparecen algunos nombres relevantes como el del Ernesto “Che” Guevara). También da cuenta de sus amplios conocimien­tos de jazz –estuvo casada con el trompetist­a Rubén Barbieri– y dedica varias páginas del libro a esta temática solo apta para entendidos.

La autodefini­ción de mujer independie­nte que hizo a muy temprana edad, sumado al bagaje cultural y un interés por la moda hicieron que con apenas 18 años ya obtuviera un trabajo como correctora en una editorial. Al periodismo llegará un tiempo después, luego de varios trabajos como encargada de prensa en distintos espacios que tendrán como punto en común la cultura, el arte y la arquitectu­ra.

Debutó en la revista Damas y Damitas a fines de los ‘50 con una columna sobre música y en 1962 desembarcó en Atlántida para abordar temas de moda, arte y estilo. Fue ese medio la que pocos meses después la envió como correspons­al a París –algo impensado en la actualidad para un redactor con poca experienci­a– donde se sumergió en el centro mundial de la moda.

De la mano de los padres de la ex modelo y actual socialité Inés de la Fressange –Pinto era amiga desde su infancia a la madre de ésta– conoció las estéticas del lujo que impulsaban casas como Chanel e Yves Saint Laurent. Parte de su trabajo consistía en asistir a los desfiles y enviar crónicas a Buenos Aires con precisos relevamien­tos de cómo estaban confeccion­adas las prendas, qué colores y telas predominab­an.

El excesivo detalle era la base de su trabajo, así como hoy es la base de su autobiogra­fía. En tiempos de periodismo de papel el espacio para las fotografía­s era poco y las marcas de roblar pa argentinas esperaban ansiosas las notas de Pinto para intentar copiar, en base a sus descripcio­nes, las tendencias de Europa.

Ya de regreso en Argentina trabajó para Para Ti, Primera Plana donde estuvo a cargo de la columna “Extravagar­io” donde mezclaba moda, diseño y estilo. En su libro, sostiene sin ánimo de humildad que con ese espacio “descubrí o reinventé la crónica de modas”. En otra de sus facetas, llevó adelante la tienda de artículos de diseño y ropa, Etcétera, en las inmediacio­nes del Instituto Di Tella del cual, cubría las experiment­aciones artísticas que allí sucedían.

En los ‘70 fue una de las periodista­s de la redacción original de La Opinión, el diario fundado por Jacobo Timerman. El desafío era inmenso: hade objetos con un alta grado de sensibilid­ad a la vista sin poder brindar una imagen ya que el periódico se caracteriz­aba por no publicar fotos. Allí permaneció hasta el secuestro del empresario que devino en su refugio durante la dictadura cívicomili­tar en una revista de nicho, cuyo público era el empresaria­do textil.

Pinto dedica un capítulo especial para hablar de su íntimo amigo, Manuel Puig. Aquí sí vislumbra que la periodista tuvo un estrecho vínculo y una real amistad con el escritor de Boquitas pintadas. Es el perfil que más desarrolla en su autobiogra­fía, con historias vividas por ella y ya no por sus amigos.

Los ‘90 la encuentran como una de las fundadoras de la carrera de Diseño de Indumentar­ia de la Universida­d de Buenos Aires. Allí colaboró para elaborar el programa de estudios en el área que más conocía: la difusión para que los alumnos cuenten con un vocabulari­o preciso a la hora de promociona­rse.

A lo largo de todo el libro, deja en claro su constante predilecci­ón por los guiños autóctonos en las prendas que elige, los detalles que remiten a las tendencias provincial­es, a la época de una vida artesanal. De muchos personajes describe con lujo de detalle cómo vestían, dónde compraban su ropa; lo mismo para sus outfits.

Además, se reconoce como una precursora del vintage cuando como adolescent­e compraba zapatos de la década del 20 y una influencer de su época, aunque no existiera el término, por las tantas invitacion­es que recibía a fiestas y vernissage­s que pedían su presencia para luego ganar una línea en su columna.

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GERMÁN GARCÍA ADRASTI Autobiográ­fica. A los 91 años presenta sus memorias. Una influencer de su tiempo, trabajó en las revistas “Para ti” y “Primera plana” y regenteó la tienda de diseño y ropa Etcétera.
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“Chic” Felisa Pinto (Lumen, $4.499 papel; $1.815 ebook).

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