La ucronía en versión mundialista
¿Qué hubiera sido del mundo si la Academia de Bellas Artes de Viena no rechazaba al joven aspirante a pintor Adolf Hitler? ¿Un artista mediocre, pero apasionado y menos peligroso para el mundo? Tal vez abandonaba enseguida el pincel y retomaba sus otras obsesiones. Imposible saberlo, pero díficil de evitar esa tentación. Ese juego, o género literario si se quiere, se llama ucronía. Lo retoma el escritor francés Emmanuel Carrere en su libro El estrecho de Bering, y sus especulaciones, las del brillante autor de El Reino y Yoga o las de cualquiera de nosotros, son tan interminables como fascinantes. La ucronía sirve para todo: desde Napoleón y Waterloo hasta Dibu Martínez y su agónica atajada ante Kolo Muani en la final de Qatar.
La ucronía mundialista, por ejemplo, da para varios tomos. ¿Qué hubiera pasado si el árbitro anulaba el gol con la mano de Maradona ante Inglaterra? ¿Hubiese sido campeón del mundo Argentina igual? ¿Y qué hubiera pasado si el remate de Rensenbrink en lugar de pegar en el palo del arco de Fillol se metía?, ¿tampoco campeones en el 78?
No es mala onda, es que a veces los detalles en el fútbol tienen demasiado peso y se olvidan con la certeza del resultado. El contrapunto es el penal de Neuer a Higuaín en 2014: era penal claro, expulsión y, casi con seguridad, Argentina campeón en Brasil. ¿Consecuencias posibles? Nada de críticas a Messi, Di María y Mascherano, nada de generación de perdedores. Pero, tal vez, con ese Leo sin ninguna mochila, injusta y pesada, no existiría el Leo 2022, épico, imperial, el del andá pa’ allá bobo y el que bailó a todos a los 35 años.