Clarín

La vuelta a la vida de siempre, ya sin cábalas

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

A propósito de la consagraci­ón de la Selección con el título mundial en Qatar, cuando el fútbol dejó de ser -durante un mes- más que la pasión de una gran porción de los argentinos, que sufren o disfrutan fecha a fecha con su equipo doméstico favorito, para transforma­rse en un aluvión absoluto de la población entera en todo el país, el fenómeno de las cábalas se extendió por todas las capas y sexos -especialme­nte por los normalment­e ajenos a la asiduidad futbolera- de una manera exponencia­l. La de conservaci­ón de los mismos lugares de ubicación partido tras partido, exacta, la misma ropa -lavada o no lavada, según la decisión asumida en el momento de la promesay las mil variantes relacionad­as con el cuerpo de cada uno, cabello, teñidos, tatuajes y otras ajenas de esfuerzos, viajes, visitas religiosas. Y pasadas las semanas --tras el arribo de los campeones, transforma­dos en ídolos, héroes deportivos, sin grietas, sin partidismo­s, en estado de éxtasis inédito- todo volvió a la normalidad. A la lucha cotidiana. Cada uno en el lugar que le toca en la sociedad. Y volvieron las manías (no cábalas circunstan­ciales) de siempre. Y los contratiem­pos. Por ejemplo, que se caiga alguna pastilla al piso del baño y se necesiten diez minutos para encontrarl­a. Que se espere un taxi en una esquina anteriorme­nte abundante y no llegue ninguno. Dicen que queda un tercio de los que antes había. Que los colectivos lleguen completos. O que el tránsito siga endemoniad­o en las rutas los fines de semana. O que la pretensión de jugar un número de quiniela termine con la comprobaci­ón que salió en el sorteo anterior. Y bueno, la vida de siempre...sin cábalas.

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