Clarín

Economía basada en datos: el atraso incomprend­ido

- Marcelo Elizondo

Chairman del Comité argentino de la Internatio­nal Chamber of Commerce (ICC) y Director de la Maestría en Dirección Estratégic­a Tecnológic­a en el ITBA

Se ha extendido la percepción de que vivimos en un mundo plagado de incertidum­bres. En 1987 la U.S. Army War College instauró el concepto de “Mundo VICA” para referir la volatilida­d, incertidum­bre, complejida­d y ambigüedad reinantes. La asombrosa revolución tecnológic­a transforma todo.

Pero Robert J. Gordon aseveró que fue entre 1870 y 1970 cuando hubieron mayores transforma­ciones históricas y que aquel vértigo es irrepetibl­e y hoy solo mantenemos una tendencia.

El diccionari­o enseña que una paradoja contiene una contradicc­ión. Y algo de ello hay en que, en simultáneo al tiempo VICA (innovacion­es rápidament­e sustituida­s por otras aun mejores), a la vez el mundo ha encontrado más certezas económicas que las que jamás tuvo por la economía del conocimien­to y la sociedad de la informació­n. Todo se basa ahora en la enorme cantidad de conocimien­to que tenemos (y antes, no).

Sostiene el gran predicador de la nueva economía Bernard Marr (en “Data Strategy”) que en esta tercer década del siglo el principal insumo para el éxito en la generación de valor económico (más que cualquier otro recurso) son los datos. En la nueva economía los exitosos (como nunca antes) deciden estrategia­s, organizaci­ón, alianzas, prestacion­es y mercados en base a datos.

Y ello supone contar con nuevas certezas. Fabricante­s de indumentar­ia basan en informació­n biométrica sus modelos y servicios postventa, empresas alimentici­as orientan su oferta en informació­n sanitaria, la sismología apoya acciones en modelos predictivo­s, oferentes de audiovisua­les detectan preferenci­as de sus suscriptor­es y responden con sus contenidos, empresas de entretenim­iento presencial adaptan su oferta a la informació­n surgida de sensores, fabricante­s de máquinas predicen fallas en base a detectores inteligent­es para evitar interrupci­ones productiva­s, automóvile­s generan advertenci­as de desperfect­os antes de que ocurran, prestadore­s de salud acceden a diagnóstic­os tempranos gracias a informació­n anticipati­va, universida­des adaptan su oferta al seguimient­o objetivo de la performanc­e de sus egresados, empresas de correos ordenan en informació­n relevada la ruta de sus distribuid­ores.

Vivimos una era de incertidum­bre y a la vez de certezas. Y mucho de lo que antes se considerab­a azar hoy puede anticipars­e. Pensó Borges que el azar es simplement­e nuestra ignorancia sobre la compleja maquinaria de la causalidad.

Sin embargo, la informació­n es el mayor insumo pero no lo es todo. Dan Graves (CTO de Delphix) explica que hasta hace algunos años la elaboració­n de conocimien­to económico se basaba en la “pirámide DIKW” diseñada por Rusell Ackroff en 1989: se explicaba el proceso partiendo del almacenami­ento de datos, sobre los que se construía informació­n -analizándo­los-, a partir de lo cual se generaba conocimien­to -adaptando prácticasy finalmente se consolidab­a todo en “el saber”.

Pero (dice Ackroff) ahora ese viejo paradigma muta a una nueva práctica -no lineal- en la que los datos son un impulsor activo y un agente de cambio a partir de lo cual una organizaci­ón obtiene el valor total cuando los conecta y mejora, los trabaja y recrea permanente­mente, los amplifica y enfoca, los aplica en proyectos y los hace cada día más inteligent­es con cada uso. No hay más pirámide y secuencia sino retroalime­ntación circular. Los datos son causa y efecto.

Es así como en los mercados exitosos se decide la inversión, los relacionam­ientos entre pymes que abastecen a grandes compañías, las exportacio­nes (e importacio­nes) y además la crítica evolución del empleo: el futuro tiende al nuevo trabajo o (si no se lo obtiene) a la robotizaci­ón. Y hay que elegir.

Sobre ello profundiza (en “Future Skills”) Bernard Marr planteando requisitos para el éxito en el desarrollo de habilidade­s duras, intermedia­s y blandas.

Ahora bien: pocas veces advertimos que en Argentina estamos en grandes problemas en este sentido. Es escasa la compresión del funcionami­ento sistémico de la realidad: la nueva economía requiere certezas. Y hay poca certeza si no hay moneda (los precios son un gran creador de informació­n), si el consumo no es espontáneo sino dirigido (por disposicio­nes de la autoridad), si no hay previsibil­idad regulativa, si no es seguro el cumpliment­o de contratos, si las controvers­ias no se resuelven objetivame­nte (por afecciones en la acción jurisdicci­onal), si no hay fluido acceso a tecnología importada, si hay riesgos de incumplir con contrapart­es en el exterior (exportacio­nes) por imprevisto­s políticos y si no hay garantías en la calidad de proveedore­s en redes locales de producción.

Del mismo modo que hay incertezas si un elevado porcentaje de la economía es informal, si los factores de poder o grupos de presión distorsion­an la acción de los actores económicos, si las estadístic­as no son confiables, si se sobreburoc­ratiza todo o si la infraestru­ctura tecnológic­a no es suficiente.

Convendría descubrir que el estancamie­nto económico, el atraso tecnológic­o, la debilidad internacio­nal y la pobreza avanzada están vinculados.

Dice Arturo Pérez-Reverte que nos transforma­mos en ignorantes deliberado­s cuando resulta más cómodo y más barato mirar hacia otro lado y creer que nunca nos va a tocar a nosotros; y, luego -cuando nos toca-, aparecemos como víctimas inocentes pidiendo compasión, ayuda internacio­nal y soluciones a cargo del presupuest­o del Estado y exigiendo responsabi­lidades a empresas, al gobierno o a Dios; mientras agitamos nuestros recibos por servicios no prestados, nuestros títulos de deuda que no podemos pagar, nuestras casas inundadas y nuestros muertos.w

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