Clarín

Otro “happening” de Marta Minujín: se casó con la eternidad en el Malba

Fue una performanc­e con más de 200 participan­tes. Vestida de novia, ella anunció su nutrida agenda 2023.

- March Mazzei mmazzei@clarin.com

“¡Arte Arte Arte!” decía el cartel de destino del colectivo 67. El martes, poco después de las 20, se detuvo en la parada que tiene en la puerta del Malba y bajó Marta Minujín (Buenos Aires, 1943). Así la artista pop argentina más célebre inició una performanc­e colectiva con la que festejó sus 80 años, en un casamiento con la eternidad. “Malba, Eternidad”, decía otro cartel en el 67. Sonaba la marcha nupcial y ella iba de novia, con un vestido largo de color rosa pastel y volados.

Más de 200 invitados, todos de estricto negro y anteojos oscuros como código obligatori­o, la esperaban en la explanada del museo, mientras la novia avanzaba sobre una alfombra roja escoltada por un séquito de performers, voluntario­s coordinado­s por el artista Beto Villa, con máscaras de Warhol y de caballos, de pelota de fútbol, de la Estatua de la Libertad y otros personajes, de Vincent van Gogh a la propia Marta.

En la puerta, un poco más allá de la parada, varios autos con chofer esperaban a los embajadore­s invitados. En la misma lista estaban Jorge Telerman, el coleccioni­sta Esteban Tedesco, y los artistas Eduardo Costa, Yuyo Noé, Delia Cancela, Guillermo Kuitca, Alicia Herrero, Gachi Hasper, y muchísimos curadores, galeristas, personajes asiduos del ambiente.

Pero ese desconcier­to que es sello de Minujín estaba atemperado por una liturgia clásica de fiesta de bodas que nadie desconocía. En contraste con todos los asistentes, la artista llegó con ese vestido rosa con la firma de Jorge Rey que le había regalado la coleccioni­sta Amalia Amoedo, que ofició un poco de madrina.

Al ritmo de El Danubio Azul, el clásico vals de Strauss, todos querían sacar a bailar a la novia, que era seguida por las cámaras y fans. Su hijo Facundo, entre los más entusiasta­s.

Fue un happening relámpago. Vital como siempre, bailó el vals con paso poco ortodoxo, y después todos querían la foto con ella. Hasta que da un giro y se sube a un atrio, toma el micrófono y agradece la fiesta.

“La primera muestra retrospect­iva la hice acá, y ahora vienen Nueva York, la Pinacoteca de San Pablo y La Menesunda girando por Dinamarca, Inglaterra, Bélgica”, compartió. Y se deshizo del micrófono repentinam­ente para hacer el lanzamient­o de un ramo de rosas negras, esta vez regalo de Teresa Bulgheroni, presidenta de la Fundación Malba.

“Un ramo para entrar en la eternidad”, dijo más tarde la artista. “Yo entiendo la eternidad como algo invisible, intangible, como la estela de una estrella”, aclaró. “No tiene nada que ver con el objeto, porque en la eternidad entrás en un mundo etéreo, como en un arcoiris”.

Este 2023 será una apoteosis Minujín, tras una seguidilla de años con perfil muy activo. Estará en la Pinacoteca de San Pablo, con obras desde 2000 hasta hoy. En Nueva York tendrá una retrospect­iva más amplia: “Allí reuniré obra hecha desde mis 14 años; va a prolongars­e seis meses”.

Mientras la liturgia festiva de luces violetas, globos negros y copas de champagne seguía adelante, los performers con las caras cubistas -maquillada­s con el estilo y colores de Pablo Picasso, en el aniversari­o 50 de su muerte- recorrían el salón interpelan­do a los asistentes con preguntas filosófica­s: “Uno no se baña dos veces en el mismo río”, sentencia de los filósofos presocráti­cos, combinada con “¿Qué hora es?”, “¿Dónde estoy”, “Tiempo tiempo tiempo tiempo...” a repetición, mientras de fondo sonaba I Want to Break Free de Queen, como en cualquier casamiento.

Los performers replicaban el séquito de seguidores que los popes de la bohemia neoyorquin­a reclutaban caminando por las calles.

“Cuando muere Picasso, Dalí lo odiaba tanto que hizo una fiesta en Nueva York y todos sus seguidores tenían las caras pintadas así, como las pinturas”, contó la artista a Clarín.

Minujín recordó su happening en el MoMA: “Había personas con las caras picassiana­s y choferes que las raptaban. Antes les hacíamos firmar un papel que decía que estaban de acuerdo, y después aparecían en otros lugares de los que tenían que volver solos, como el puente de Brooklyn o un cumple en Harlem... no era tan agradable”, relató Minujín sobre su obra Kidnappeni­ng, en la que ella también resultaba secuestrad­a.

“En la Argentina no puedo ir a comprar una manzana ni a tomar un café, por eso soy feliz en Nueva York. Aunque a veces me pongo una peluca negra y salgo igual; pero en cuanto hablo me reconocen, así que cierro la boca”, le confió a un grupo de periodista­s después del evento.

Celebró la Copa del Mundo: “Eso sí que fue un happening, la foto del Obelisco con la multitud fue brutal.

Ahora hay que hacer un Mundial de arte con todos los mejores artistas del mundo, en Nueva York, en el MoMA”.

Aunque la fiesta avanzaba, el desconcier­to aumentaba. “Así es el arte”: la respuesta de los performers que deambulaba­n entre los invitados. El fin de fiesta y el pastel de cuatro pisos llegaron pronto: “Ahora van a poder degustar la torta, negra, es toda de chocolate”, anunció la novia.

Pero antes, unas pocas invitadas pudieron tomar de las cintas negras que pendían del pastel y conseguir pins -en lugar de los típicos dijes doradoscon imágenes de El Partenón de libros prohibidos, obra que se recreará el 25 de mayo, en el año del 40 aniversari­o de la democracia argentina, en una locación porteña a definir.

Al grito de “¡El modelo del tiempo es la eternidad!”, la novia volvió a subirse al colectivo 67 acompañada de su séquito de mascaritas. Todos de negro, los invitados se quedaron tratando de entender lo que había pasado y el sentido de la vital ráfaga Minujín.

“El negro puede significar la alegría, también es una manera de identifica­r a las curadoras, la gente de los museos por cómo se viste, y en el arte no hay mucho negro”, reflexionó Marta antes de partir a una imprevisib­le luna de miel. “Para la gente que vino a la fiesta, tener que vestirse de negro ya hizo que vivieran el arte”.w

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FOTOS: EMMANUEL FERNÁNDEZ Bondi a Finisterre. Marta Minujín llegó y se fue del Malba junto con otros performers en un colectivo 67.
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Vals nupcial. La “novia” danzó con los performers enmascarad­os.

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