Clarín

Cristina no da pistas y crece el desconcier­to en la feligresía K

Clave. La vice criticó a Macri, a Milei y a la Corte Suprema en su discurso de una hora. Ignoró a Fernández y generó una sensación de vacío rumbo a las elecciones.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

“¿No llueve ahora? Milagro. Dios”, dijo Cristina Kirchner a los pocos segundos de comenzar a hablar en Plaza de Mayo, y se llevó la mano al pecho para exhibirle el rosario a la multitud. Luego habló varias veces de “él”, pero no para referirse a Dios sino a Néstor Kirchner, como lo hacía durante el año que duró su duelo tras el fallecimie­nto, cuando vestía de negro de pies a cabeza y, subterráne­amente, en su entorno construían el camino hacia la reelección.

A 20 años de la asunción de su marido a la presidenci­a, la jefa del Frente de Todos intentó motivar a su feligresía. El discurso no escapó en nada a sus últimas presentaci­ones. Solo pareció pensado para la autocelebr­ación y para convencer a los que ya están convencido­s. Mismos argumentos, las mismas dudas sobre cómo pararse frente a una crisis impiadosa que sacude los bolsillos, los enemigos de siempre y los golpes de efecto que se repiten. Hasta los mismos silencios, como si fueran parte de una obra teatral.

En la Plaza se palpaba emoción, pero no euforia. La lluvia apuró el éxodo. De los que llegaron en micros financiado­s desde el Conurbano por los intendente­s y de los que fueron espontánea­mente a pie y le compraban paraguas a 3 mil pesos cada uno a los vendedores ambulantes.

En parte, Cristina cumplió su módico objetivo de arengar a los propios, porque los fanáticos la ovacionaro­n, como la ovacionan siempre, aunque no quiso -o tal vez no puede- despejar el principal dilema que enfrenta a ella, a su gobierno y a sus seguidores con la etapa que viene. Cuando falta menos de un mes para el cierre de listas (24 de junio), ni ella ni ellos avizoran un candidato a presidente atractivo que les asegure otros cuatro años de mandato.

En la Plaza, frente a un escenario montado entre la Pirámide y el monumento a Manuel Belgrano, los militantes le pidieron a su líder un esfuerzo adicional: “Una más y no jodemos más”, cantaron. “Cristina presidenta­aa”, insistiero­n. Ella, esta vez, no dijo nada. Ya negó tres veces que no estará en la boleta. El vacío de representa­ción quedó expuesto porque ninguno de los postulante­s que suena termina de conformar a sus seguidores. Cristina colocó a todos ellos muy cerca: a la derecha a Axel Kicillof, a su izquierda a Máximo Kirchner y, pegado a su hijo, a Eduardo de Pedro y a Sergio Massa.

Los cronistas de TV pudieron comprobar aquel vacío y el desconcier­to que genera en su propios votantes.

Frente a la pregunta acerca de a quién iban a votar, afirmaban: “A Cristina”. En Crónica, el periodista les informó lo básico: que la vicepresid­enta no será candidata. Dos de ellos, sorprendie­ron: “Entonces voto a Milei”.

En su discurso de 57 minutos, la vicepresid­enta volvió a apelar al pasado, su artilugio predilecto para contrarres­tar aquellos años con -supuestame­ntelas desgracias que trajo el advenimien­to de Mauricio Macri y las que podrían venir en la Argentina a partir de diciembre si se vuelve a cambiar el rumbo. Ese factor, el de la amenaza, será recurrente en la campaña.

Ahora volvió a traer a escena el corralito de 2001 y la figura de Domingo Cavallo, al que no mencionó por su nombre, sino como un hombre calvo de ojitos celestes, pasando por alto -desde luego- los elogios que su marido y ella misma le hacían en esos años. “Fuimos los kukas los que pagamos los depósitos”, sostuvo. Despotricó contra Macri, pero también contra Javier Milei y contra Martín Lousteau. A la Corte Suprema le dio un golpe más: dijo que los jueces actuales son peores que los de los años menemistas.

En su única alusión a la actual administra­ción, dijo que todo sería “infinitame­nte peor” si hubiera seguido Macri. ¿Peor al 108,8% de inflación interanual? ¿Peor a la crisis cambiaria que mantiene al país al borde del precipicio? ¿Peor a la sequía de reservas que obliga a un ajuste para que el FMI desembolse el dinero para los próximos compromiso­s? Contrafáct­ico y difícil de sostener.

Cristina ignoró a Alberto Fernández, su elegido para la cuarta y más dramática administra­ción K, que participó del Tedeum en la Iglesia Catedral y más tarde viajó a Chapadmala­l para descansar durante el fin de semana. El Presidente fue el único al que no invitaron a la fiesta, pese a que fue pieza clave en los primeros años del kirchneris­mo. A esa condena lo sometió su mentora. Un fracaso tan ostensible no se perdona. Aunque ese fracaso sea también el de ella. ■

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MAXI FAILLA Primeros planos. Cristina Kirchner, ayer, junto a Máximo Kirchner, Wado de Pedro y Sergio Massa.

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