Clarín

Cristina reivindicó a la Corte menemista, echada por impulso de su marido

La vice comparó a aquel tribunal con el actual, al que calificó como un “mamarracho” y una “camarilla indigna”.

- Claudio Savoia csavoia@clarin.com

Veinte años después, como los que pasaron desde que el apellido Kirchner se sumó a la nómina de presidente­s argentinos, su esposa y sucesora en esa lista cerró ayer otro círculo histórico: a pocos meses de dejar el poder, atacó a los integrante­s de la Corte Suprema de Justicia, como Néstor lo había hecho apenas ocupó el sillón de Rivadavia. La remake de esa pelea tuvo un rulo inesperado: al compararla con la actual, Cristina terminó revindican­do a aquella conformaci­ón del máximo Tribunal, conocida como la “mayoría automática” menemista.

“Si me hubieran dicho que yo iba a decir esto, en algún momento, lo hubiera negado enfáticame­nte, pero créanme que aquella Corte a la que Néstor pidió que se le hiciera juicio político, al lado de este mamarracho que tenemos hoy, indigno...” comenzó la vice, para interrumpi­rse en uno de los silencios dramáticos con los que buscar causar efecto y dejar que el sentido se complete en la cabeza de los receptores.

“La Corte se ha evaporado entre tramoyas de una camarilla indigna para la Argentina”, acuchilló la vice a quienes algún día tendrán en sus manos las sentencias en su contra por corrupción.

En el ataque -que desnuda su mano en el actual intento de juicio político contra el máximo Tribunal- buscó socializar su mirada: “los argentinos se merecen volver a tener una Corte que sea llamada como tal sin ponernos colorados. Se los pido a todos los partidos políticos. Es la imagen del país también”, solicitó.

Cuando el tema parecía agotado, y también su discurso, Cristina retomó su proyecto de “democratiz­ar la justicia” eligiendo a los magistrado­s con el voto popular, frustrado en 2013, y propuso “repensar el diseño institucio­nal” de la Argentina para eliminar la supuesta “rémora monárquica” de jueces que no acompañan al poder político. “Son designados de por vida, no rinden cuentas a nadie y nada, no se saben sus declaracio­nes juradas, no se sabe dónde viven. Eso no es de república, eso no es de democracia”, calificó.

Ahora volvamos el reloj a la noche del 4 de junio de 2003, sólo diez días después de la llegada de Néstor Kirchner al poder. Ese día, en un discurso transmitid­o por cadena nacional, el presidente le pidió al Congreso que iniciara el juicio político contra algunos miembros de la Corte. “Pedimos con toda humildad, pero con coraje y firmeza que los señores legislador­es marquen un hito hacia la nueva Argentina preservand­o a las institucio­nes de los hombres que no están a la altura de las circunstan­cias”, leyó frente a la cámara.

La audaz jugada del débil presidente intentaba acorralar a los ministros del máximo Tribunal que durante el gobierno de Carlos Menem se habían convertido en una “mayoría automática” y siempre dispuesta a acompañar los deseos del líder riojano.

En 2003, la amenaza aún latente era que la Corte declarara inconstitu­cional la pesificaci­ón asimétrica dispuesta durante el gobierno de Eduardo Duhalde, y ordenara la imposible devolución de los dólares billete a miles de ahorristas damnificad­os por el corralito.

Conjurar esa espada de Damocles, que Duhalde no había podido sacarse de encima un año antes con un fallido intento de juicio político a todos los ministros -que sólo logró la renuncia de un indignado Gustavo Bossert, cuya partida no se buscaba- fue el primer objetivo político del nuevo mandatario pingüino, como se había autodenomi­nado en esos días.

La Corte estaba integrada por Enrique Petracchi, Augusto Belluscio, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda y los cinco ministros apuntados: Eduardo Moliné O’Connor, Eduardo Nazareno, Adolfo Vázquez, Guillermo López y Antonio Boggiano.

Con el peronismo dominado por la dupla Kirchner-Duhalde, y tanto el radicalism­o como al incipiente ARI de Elisa Carrió enfrentado­s a esa “mayoría automática” que había convalidad­o hasta las extravagan­cias más osadas de Menem, esta vez el juicio político avanzó rápido.

A fines de 2003, el Senado destituyó a Moliné O’Connor. Sus colegas Nazareno, López, y Vázquez renunciaro­n durante el proceso de enjuiciami­ento para evitar ese destino.

Boggiano, en cambio, enfrentó el juicio político y en una sentencia elaborada por Ernesto Saenz (UCR), Marcelo Guinle (PJ) y Vilma Ibarra (Frente Grande) fue removido por el Senado en 2005, con el voto de 45 de los 64 senadores. ■

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