Clarín

Carlos Vives “El rock argentino fue una escuela maravillos­a”

El colombiano es máximo referente de la música de su país. El 3 de junio festeja 30 años de carrera en el Movistar Arena.

- Especial para Clarín Majo García Moreno

El festejo por las tres décadas en la música que lo trae al Movistar Arena el 3 de junio lo encuentra a Carlos Vives en plena actividad. Volvió a actuar (se lo puede ver en la serie de Disney El club de los graves, donde hace de un profesor de música poco ortodoxo), promociona disco nuevo regrabando las composicio­nes de uno de sus referentes con el sonido que lo hizo una marca registrada y disfruta de haberse convertido en un embajador de la música colombiana, reinterpre­tándola y reivindicá­ndola.

El folclore para Carlos Vives no se graba, se vive y se siente. Tal vez no haya en la actualidad un representa­nte más genuino de esa tropicalid­ad o, mejor dicho, de ese rock de pueblo que, aunque sea hace rato parte del mar, se anima a nadar contra la corriente si se trata de buscar nuevos desafíos.

El humor y la música, a Vives le vienen de familia. Este artista que pasó la mitad de su vida llevando sus canciones a distintos escenarios, creyendo que lo que hacía no era lo que la industria esperaba de él, se convirtió en el máximo referente de la música de su país.

Y no sólo respaldado por su público y sus colegas, sino por el propio sistema que él creía enfrentar, pero que lo acompañó en los pasos más importante­s de su carrera.

Con audacia y determinac­ión logró que los cambios sustancial­es que atravesó y sigue atravesand­o el negocio de la música no sólo no lo hicieran tambalear, sino que le dieran más confianza en su intuición. Incorpora lo mejor de esa industria y no pierde su esencia. Una fórmula tan concreta como difícil de alcanzar. Pero no para Vives.

Humor a los contratiem­pos

Del otro lado de la pantalla y con un nombre de mujer arriba de un fondo gris, se escucha su voz. La imagen no llega y él se ríe.

“Mi papá era oftalmólog­o –cuentay cuando se graduó de médico a la abuela de él le estaban dando unas cataratas en el ojo. Mi papá le dijo: “Abuela, le opero las cataratas porque va a perder un ojo”. Y ella le contestó: “Ay Luis Aurelio para lo que hay que ver en estos tiempos con un ojo me basta”. Vives lanza una carcajada recordando la observació­n ácida de su bisabuela. Le da orgullo y se siente reflejado en esa forma de ponerle humor a los contratiem­pos.

El colombiano, que el 3 de junio llega con "El Tour de los 30” a la Argentina para presentars­e en el porteño Movistar Arena, todavía riendo aparece desde Las Vegas a donde viajó para recibir un premio en los LAMAS (Latin American Music Awards).

Aunque cuenta con 17 Grammy Latinos, dos Grammy y un lugar en el Salón de la Fama de los Premios Billboard de la Música Latina, no resulta extraño cuando dice que aun no se cree lo de los galardones.

“Nunca aspiré a esto. El camino que escogimos en la música cuando empezamos no nos auguraba premios ni que fuese una música que cruzara las fronteras, entonces siempre nos sorprendió cuando nos llevaban a otras partes, cuando nos decían ´mirá allá en Argentina ha pegado esta canción´. Es como que no te creías nada, entonces nunca pienso mucho en eso y a veces creo, aunque suene un poco descarado, que siempre estamos como empezando”, reconoce.

-Lograste lo que algunos persiguen toda la vida, que es tener una identidad, una marca autoral, un “sonido Vives” que encontramo­s en tus composicio­nes y en otras influencia­das por vos. ¿Cuándo te diste cuenta de que tenías una marca propia?

Yo creo que cuando grabamos este primer álbum, Clásicos de la provincia (1993) ya sentíamos que yo iba a encontrar un sonido muy mío, porque mi visión sobre nuestra música tradiciona­l era diferente al gran movimiento de la música vallenata o cumbiera colombiana. Pero después de La tierra del olvido (1995), que fue mi segundo álbum me di cuenta de que empezaban a aparecer jóvenes músicos en distintas partes de Colombia entendiend­o lo que habíamos hecho, como una nueva corriente. Y nacieron varias figuras que han tenido éxito y que vienen de lo que puedo llamar esa escuela de rock de mi pueblo.

Antes existían las baladas, el pop en español, yo mismo grabé dos álbumes con CBS de baladas, y estaba la música tropical con los vallenatos, la salsa, el merengue, las orquestaci­ones cumbieras de la industria de Medellín. Pero a partir de

Siempre creí que las cosas eran para todos. La música que llegaba a mi casa y que cantábamos, a todos nos gustaba”.

allí es como que se unieron mundos, entonces sonó muy pop pero al mismo tiempo era tropical. Y en España alguien dijo: “Ah, estos manes inventaron algo que se llama el Tropipop”.

En Colombia no lo valoramos mucho, aunque empezaron a aparecer figuras como Fonseca, el mismo Juanes a su estilo entendió que esa música que tenía ahí en su región podía llevarla al rock and roll. Aparecen movimiento­s en Medellín y Cartagena y jóvenes que empiezan a hacer unas baladas tropicales o ese tropipop. Ahí me di cuenta que habíamos encontrado un sonido nuevo de la colombiani­dad.

Y hoy podemos hablar de Camilo, de Sebastián Yatra, de varios de ellos que vienen de esa escuela de entender que podían encontrar una música del mundo, pero con ciertas identidade­s. Entendí que había una corriente nueva para proyectar nuestra tropicalid­ad.

En sus conciertos se pueden ver niños y adultos mayores en igual proporción. Los rockeros lo adoran y los artistas urbanos lo buscan para grabar. El colombiano entiende esto como una consecuenc­ia natural de su crianza y de sus vínculos familiares.

“En casa, cuando nos sentábamos frente a la tele, yo podía estar con mi abuelo, mi papá, mi mamá, la señora que trabajaba en la casa, el más pequeño. Siempre creí que las cosas eran para todos. La música que llegaba a mi casa y que cantábamos a todos nos gustaba. Cuando empecé en TV, las series donde trabajé reunían a la familia. Yo creo que naturalmen­te no excluyo. Hago cosas para los grandes que los niños también pueden disfrutar y al revés”, dice y se ríe como celebrando esta fortuna.

En medio de esa coctelera de sonidos, la irrupción del rock argentino en la vida de Vives le dio otro vuelco inesperado y trascenden­tal a su búsqueda. Ahí entendió un poco más el tango que escuchaban su abuelo y su mamá, gardeleano­s de cepa.

Hablar de sus raíces, de los vallenatos de los juglares que escuchó de chico y lo enamoraron del género, lo emociona. Hablar del rock argentino, lo apasiona.

“A mí no me enseñaron a querer a Los Beatles, no me los dieron, es un grupo que nunca me marcó, como sí lo hicieron Serú Giran, Sui Generis, Pedro y Pablo, Celeste, Man Ray. Y a través de ese rock empecé a escuchar cosas en inglés como Supertramp, pero yo entendí que en lo argentino se habían cocinado cosas muy importante­s de todas esas influencia­s, hasta de la música clásica como le pasó a Charly. Y eso despertó un nacimiento en la ciudad donde yo he vivido casi toda mi vida, que es Bogotá”.

Y agrega: “Ahí ví cómo los grupos bogotanos, empezaron a hacer canciones inspiradas en Bogotá y empezaban las músicas nuestras del interior a tomar esos sonidos rockeros. Un poco todo un movimiento de rock nacional nuestro está muy inspirado en todo lo que pasó allá y que coincide con la llegada por primera vez de Charly, de Los Enanitos, de Luis Alberto, de Soda .... Entonces fue un ejemplo muy importante entender cómo desde nuestras raíces podíamos encontrar un sonido para nosotros que hablara y contara de nuestras historias, de nuestras ciudades, de nuestros pueblos. Ha sido un aprendizaj­e increíble y el rock argentino fue esa escuela maravillos­a también”. ■

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Vives latino. El rey del vallenato dice que el rock argentino lo influenció más que los Beatles.

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