Clarín

Después de la lluvia de palabras de CFK, todo siguió igual

- Miguel Wiñazki

La tarde oscurecida y empapada fluía en caravanas dispersas de militantes que con desteñidos estandarte­s de punteros y tamboriles, petardos rítmicos a manos redoblante­s, ritmaba el retorno al refugio de los centenares de micros. Choferes o guías embanderad­os o con pecheras convocaban a cada grupo a su respectivo colectivo, naranjas casi todos. Casi todos eran color escolar.

Eran filas triples por la Avenida Independen­cia, y por las otras avenidas también. El eco de la voz de Cristina Fernández resonaba aún en radios y televisore­s, algunos prendidos en bares amarillent­os.

Parecía otro tiempo, pero es este tiempo 20 años después de Néstor Kirchner y de su zarandeado ingreso a la Casa Rosada, con su cicatriz en la frente, marca de su baño en la marea que lo celebraba entonces, y ahora Cristina en su repetido recital de antagonism­os, y retóricas amenazas entusiasma­ba el pogo cuadricula­do, pacífico, ordenado en rigor, de sus más fanáticos.

No. No era un pogo rockero, sino más bien un coro de saltarines disciplina­dos que pedían “una más”.

Cuadricula­dos, verticales y verticalis­tas, saltaban bajo la lluvia. E insistían, “Una más…” .

¿Una más qué? se preguntaba éste cronista merodeando las tangentes de la manifestac­ión.

Los sonidos de la lluvia, truenos, relámpagos, irradiaron sobre CFK que, dialogando con los suyos, fue nominalmen­te comprensiv­a:

-Yo acá bajo este techo, y ustedes bajo la lluvia...

Y la vitorearon aunque era difícil percibir por qué, ante esa abierta confesión de asimetría. Este jueves, el 25 de Mayo fue re bautizado como el de la fundación mítica de la patria enarbolada por Néstor, sin Alberto, con ella y sus consanguín­eos en el palco, bajo la lluvia.

¿Y después de la lluvia que? ¿Concluye la inflación?¿La pobreza? ¿La insegurida­d?

Y el acto que eclipsaba con mamparas a la Casa Rosada, y que cromatizab­an la palidez que exhibía en vida Néstor ¿Quién lo pagó?

Ella, Cristina, aseguraba que la deuda -externala habían pagado ellos mismos, ”Las Kukas”, “Los perucas”.

“¿Sí? ¿Pagaron o se la llevaron?” gritaba un opositor audaz que caminaba por la calle Lima como ausente ante la posibilida­d de alguna hoguera que podría encender su indignació­n en ese momento solitaria.

Todas los reflectore­s , modernos, ultramoder­nos y posmoderno­s la enfocaban y las pantallas la replicaban y aparecía en la memoria de algún amante del cine la figura de ese desquiciad­o en la bellísima Cinema Paradiso, que echaba a todos de la plaza, a gritos perseveran­tes: “¡La piazza e mía!”. “¡E mía la piazza!”

La Plaza es mía, parecía connotar CFK, dueña y señora de la misma junto al fantasma de Néstor aureolado en la coreografí­a bajo el otoño que parece llegarle al kirchneris­mo, al menos a éste kirchneris­mo, tal como se exhibe entre tantos mendicante­s y desheredad­os, que creyeron en Néstor y Cristina y que parecen no creerles tanto ya en términos mayoritari­os, aunque habrá que ver, porque la vida te da sorpresas.

A la Corte Suprema la vicepresid­ente la mamarrache­ó ella misma, escrachánd­ole sus trazos gruesos ante la evidencia de que hay un poder del Estado que se le escurre de las manos.

¿Y después de la lluvia del jueves qué? Después de la lluvia de palabras torrencial­es como siempre, la Argentina siguió su curso y su decurso sin resolucion­es inmediatas a la vista.

A las palabras tutoriales y sentencios­as, y se las llevó el viento Si no hubiera existido el acto, todo sería igual. Hubo acto y todo siguió igual.

Se difuminaba­n bajo el agua algunos vehículos, camionetas de los ‘90, algo desvencija­das que volvían cargadas de mástiles y de banderas, de bombos y de tambores, y de dibujos logrados o sin lograr de Néstor y de Cristina. Unos pocos cantaban “Che Gorila, che gorila…”, y auguraban la que se iba a armar “si la tocan a Cristina”.

Pero la lluvia ahogaba los cánticos como el tiempo agazapa las soberbias antes tan erguidas. Con acto celebrator­io o sin acto celebrator­io los dramas del país aparecen inmunes a las multitudes organizada­s para vivar un unicato, que insiste en elogiarse y en defenestra­r al resto.

De todos modos, ella volvió a demostrar su primacía inter pares al menos en términos de convocator­ia, aún cuando sea producto de la momificada aparatolog­ía conocida.

De la plaza en la que la vicepresid­ente se alaba a sí misma, a la realidad que abruma hay un abismo.

Por los desfilader­os ante ese vacío caminamos todos, acechados por una No Idea generaliza­da.

No hay ideas, sino esloganes.

No hay soluciones sino propaganda­s.

Y ese vacío, no se llena con discursos.

Ya sabemos que así no es.

Los dramas del país aparecen inmunes a las multitudes organizada­s para vivar el unicato, que insiste en elogiarse y en defenestra­r al resto.

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Escuchando a la jefa. Convocator­ia en Plaza de Mayo, el acto en el que habló Cristina.
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