El Ratón Blanco que acabó con 1.400 nazis
Sus enemigos la bautizaron Ratón Blanco. El australiano Peter Fitzsimons, que le dedicó una biografía, la nombró “nuestra más grande heroína de guerra”. Y no es una exageración. Nacida en Nueva Zelanda, al cabo de saltos geográficos varios, Nancy Wake recaló en Londres, donde se convirtió en periodista después de haber trabajado como enfermera en Nueva York, y terminó en París como corresponsal para la Hearst Corporation. Fue testigo del ascenso al poder de Adolf Hitler. Casada con el industrial francés Henri Fiocca, cuando los nazis tomaron París no dudó en abandonar la vida que llevaba para unirse a la Resistencia. Se calcula que ayudó a más de 5 mil pilotos aliados, caídos en territorio enemigo, al salir de Francia. La Gestapo le puso precio a su cabeza: 5 millones de francos. Bajo esa amenaza huyó a España para seguir después a Londres; su marido se quedó en suelo francés. No fue hasta que la guerra hubo terminado que Wake se enteró de su destino: la Gestapo lo capturó y lo torturó hasta la muerte, intentando averiguar el paradero de su mujer. Mientras, ya en Gran Bretaña, Nancy se unió a la Dirección de Operaciones Especiales. Regresaría a Francia lanzándose en paracaídas en la región de Auvergne. Se puso al frente de la actividad de la Resistencia antes del desembarco en Normandía y comandó ataques contra instalaciones alemanas y el cuartel general de la Gestapo en Montlucon. Los 7 mil hombres a su mando enfrentaron a 22 mil soldados de las SS, causaron 1.400 bajas y sólo perdieron a 100 de los suyos. Quienes la conocieron elogian su coraje y su valentía, a prueba de todo: llegó a estrangular con sus manos a un miembro de las SS para impedir que diera aviso durante una redada. Después de la guerra regresó a Australia, donde intentó sin éxito llegar al Parlamento. Viajó a Gran Bretaña, se casó por segunda vez, y volvió a Australia, donde vivió cuatro décadas hasta que enviudó. Murió en Londres, poco antes de cumplir 99 años. Recibió las mayores condecoraciones y hasta el final sostuvo que la libertad es lo único por lo que vale la pena vivir.