Clarín

Dos ‘décadas ganadas’ de negocios oscuros entre Cristina y Báez

Amigos. El empresario se enriqueció con los K, terminó condenado y eso sirvió de excusa para que la vice desistiera de presentars­e argumentan­do la “proscripci­ón”.

- Nicolás Wiñazki nwinazki@clarin.com

Néstor Kirchner dijo la verdad. Tenía razón. El 25 de Mayo del 2003 entró a la Casa Rosada sin dejar sus conviccion­es en la puerta. A menos de una semana de ese día histórico, el entonces empleado de Banco de Santa Cruz con empresa constructo­ra creada aquel mismo mes, Lázaro Báez, caminó junto a su hijo Leandro, y entró también por primera vez a la Casa de Gobierno. Los esperaba el entonces secretario privado del flamante Presidente, Daniel Álvarez, también asistente de Cristina Kirchner. Llevó a los Báez, fascinados con el primer conocimien­to de las pompas del Palacio que es la sede del poder argentino, hasta una habitación donde esperaban al Jefe el resto de sus secretario­s.

Todos saludaron a Báez con afecto. Lo conocían de Río Gallegos. Leandro Báez tenía entonces trece años, pero recuerda aún ese día especial, y así lo declaró ante la Justicia, detalles más o menos, algunos de ellos que se agregan a esta escena reconstrui­dos por

Clarín gracias a fuentes que fueron casi parte de la gran familia K.

El Presidente, sin avisarle a su amigo Lázaro, se apareció de golpe en ese ambiente alejado para convocarlo a hablar sin testigos. Antes, les hizo de generoso guía a Báez padre e hijo. Así conocieron la Casa Rosada que, en rigor, ni siquiera él conocía del todo. Se sacaron fotos en salones con detalles dorados, óleos, esculturas. Y entonces sí pasaron al despacho de los Presidente­s. Leandro estaba contento y asombrado. Volvieron a tomarse imágenes. Todos juntos. Nunca trascendie­ron. El sillón de Rivadavia fue el gran testigo de esa visita inaugural de una nueva era entre Kirchner y socio comercial.

Báez contó alguna vez a sus familiares y amigos que en ese mismo lugar "Néstor" le presentó a dos funcionari­os con bigote. Alberto y Aníbal Fernández. Fue antes de que ordenara a un asesor que llevara a ese joven deslumbrad­o de nuevo al lugar donde trabajaban con buen ánimo los secretario­s privados de la Presidenci­a. Néstor y Lázaro hablaron a solas en la oficina más importante de la República Argentina. Empezaban a diseñar nuevos métodos que los harían ganar dinero.

Báez era entonces monotribut­ista y había registrado ocho días antes una empresa cuyo objetivo estaba explícito en su nombre: Austral Construcci­ones S.A. Pasaron pocos años y ésa compañía era la firma líder de un emporio exitoso en rubros diversos, siempre con un flujo de fondos millonario­s garantizad­os por el financiami­ento del Estado que lideró primero su amigo y socio Néstor.

Y después su socia y amiga Cristina.

Kirchner había entrado a la Casa Rosada con una convicción que era conocida en Río Gallegos pero no a nivel nacional. Para él, la influencia política era también un camino para aumentar su patrimonio personal.

Veinte años después de la primera vez que Lázaro Báez entró al despacho presidenci­al que ocuparon los Kirchner, ese lazo sigue siendo noticia. Y aparecen nuevas pruebas sobre esa relación que aun continúa investigán­dose en varias causas judiciales, sobre todo en una, HotesurLos Sauces, que puede volver a la instancia de juicio oral y público si es que la Cámara de Casación no retarda aún más una definición al respecto.

Los vínculos entre la vice y Báez cobraron, una vez más, total actualidad, debido a que el propio Presidente, Alberto Fernández, impulsó de nuevo la polémica cuando volvió a mencionar los negocios entre ambos y afirmó que Cristina pudo haber cometido “descuidos éticos graves” al comerciar con Lázaro, a pesar de que lo afirmó en supuesto tono de defensa ya que agregó que igualmente los contratos entre ambos, o entre el empresario y el Estado K, no serían delitos.

Esa declaració­n bastó para que la vice y su entorno, sobre todo Máximo Kirchner, entraran en modo furia. El jefe de Estado fue el único ausente del acto del 25 de Mayo en Plaza de Mayo, encabezado por la vice.

El día anterior, miércoles 24, se supo que el fiscal del caso “La Ruta del Dinero K”, Guillermo Marijuán, había decidido sobreseerl­a en esa causa, aunque aportó nuevas pruebas que podrían complicar la situación procesal de Cristina Kirchner en otras pesquisas de jueces y fiscales.

Veinte años después, aún se detectan más y más documentac­ión oficial que confirman lo obvio.

No fue solo Néstor Kirchner el que hizo negocios con Báez. También los impulsó Cristina desde la Presidenci­a.

Mientras tanto, el ex constructo­r pasa sus días cumpliendo arresto domiciliar­io después de haber sufrido una larga temporada en prisión. Mejor no reproducir lo que dice de la vicepresid­enta en privado. Son maldicione­s que sostiene bajo la furia y el enojo ciego que le produce saber que ella nunca lo defendió en público.

Kirchner murió el 27 de octubre del 2010, y Cristina, acorralada por la Justicia tras ser condenada por corrupcons­idere ción debido a los negocios con los que benefició a Báez desde la Presidenci­a, intenta instalar la idea de que el vínculo con el empresario era una relación que alimentaba su marido y nadie más de su familia.

La realidad le recuerda cada tanto que esos dichos no se condicen con los hechos. Son cada vez más las evidencias que indican lo contrario, y que la ponen a ella, y a su hijo, el diputado Máximo Kirchner, como ejes de sus negocios privados con Báez.

Tanto es así que la propia Vicepresid­enta anunció que no sería candidata en las próximas elecciones el 6 de diciembre del 2022, día que se conoció el veredicto en el que fue condenada a seis años de prisión, e inhabilita­ción perpetua para ejercer cargos públicos, por haber cometido el delito de malversaci­ón de fondos públicos en el marco de la causa “Vialidad”.

Su accionar desde la Presidenci­a fue, para las autoridade­s judiciales, crucial y adrede para beneficiar con contratos multimillo­narios de obra pública que ganó su socio, Lázaro Báez, solo teniendo en cuenta a la provincia de Santa Cruz.

El Tribunal Oral Federal 2, igual que los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, solo no se pusieron de acuerdo en cómo se llevó a cabo ese plan de corrupción que describier­on como monumental y único en la historia.

Los fiscales disienten de los magistrado­s y apelaron para que se reque Cristina cometió un delito más, el de liderar una asociación ilícita.

Cuando Cristina supo que sería condenada, difundió por las redes un monólogo de furia, en el que gritó descontrol­ada que “¡no voy a ser candidata! ¡No voy a someter a la fuerza política que me dio el honor de ser dos veces Presidenta y una Vicepresid­enta a que la maltraten en período electoral diciendo que tienen a una condenada!”. A pesar de ese énfasis, pasó medio año y la militancia y parte de la dirigencia K le insistía para que revea esa actitud.

La condena judicial le cortó la carrera electoral. La relación comercial con Báez enriqueció su patrimonio privado y fue finalmente el “verdugo” en la política tras veinte años de influir desde los cargos más importante­s de la Nación.

El caso Cristina-Báez es tan rotundo que hasta un dictamen en el que fiscal Guillermo Marijuán le pidió sobreseimi­ento a la vice en el caso “La Ruta del Dinero K”, terminó por complicarl­a en otros procesos que indagan sobre esa sociedad comercial tan “exitosa” durante dos décadas.

Ocurre que Marijuán explicó por qué no podía procesarla por lavado de dinero, pero expuso nuevas pruebas sobre la relación que Cristina Kirchner siguió manteniend­o con Lázaro Báez una vez que Nestor Kirchner falleciera. Esto último fue en octubre del 2010.

Según Marijuán, entre octubre y diciembre del 2012, comprobó que existieron “al menos 372 contactos telefónico­s en un período de poco más de dos años (las fechas antes mencionada­s) entre teléfonos de Lázaro Báez y Cristina Elisabet Fernández y/o sus secretario­s y colaborado­res”.

A eso se sumó documentac­ión oficial que demostró que Báez entró dos veces a la Residencia Presidenci­al Olivos (RPO), una el 2 de octubre del 2010 y la otra el 23 de diciembre del mismo año.

“Simplement­e, con sólo imaginarse lo difícil o casi imposible que es para cualquier ciudadano llamar telefónica­mente a un Presidente de la Nación, el resultado de esta medida pone en evidencia, con esa inmensa cantidad de contactos, que Lázaro Báez y Cristina Fernández eran algo más que simples conocidos de Santa Cruz y tenían un contacto fluido”, redactó Marijuán.

Si a eso se le suman las pruebas que el fiscal Diego Luciani enumeró en su alegato del caso Vialidad respecto a lo que llamó el “Plan Limpien Todo”, es decir, la organizaci­ón conjunta entre la actual vice y el constructo­r que habrían decidido cerrar las empresas creadas por el ejecutivo de un holding muy ascendente nacido en Santa Cruz para que no haya pruebas al respecto después de que ella dejara el poder en el 2015, entonces la conclusión es definitori­a: entre llamados, visitas a Olivos, chats cruzados para organizar encuentros entre ambos protagonis­tas de esta historia, éstas acciones se desarrolla­ron, sin contar años para atrás, entre el final del primer mandato presidenci­al de Cristina Kirchner y el final del último período en el que la hoy vice ostentó el poder.

Las pruebas son irrefutabl­es y Kirchner nunca las pudo replicar con argumentos.

Más allá de eso, y gracias a la gestión en la Unidad de Informació­n Financiera bajo mandato de Mariano Federici entre el 2015 y el 2019, se suman pruebas que indican que fueron una infinidad de organismos públicos en gestiones K los que no auditaron esos negocios.

En el 2019, frente a los jueces del tribual que la condenó por corrupción, una Cristina Kirchner muy enojada gritó “¡no soy amiga de Lazaro Báez, nunca fui amiga de Lázaro Báez”.

Leandro, el hijo menor, fue el primero que lo acompañó a visitar la Casa Rosada cuando su amigo llegó al poder total. Martín Báez, su hijo mayor, figura no solo llamando a secretario­s privados de ella, si no también visitando bajo su gestión a funcionari­os como José López, el hombre de los bolsos. Ella inauguró el nuevo estadio de Boca Juniors de Río Gallegos.

Cristina fue la “madrina” del nuevo club. Encabezó el acto que abrió las instalacio­nes renovadas con Martin Báez sentado a su izquierda, a quien nombró con cariño.

La vice Kirchner y su socio Báez marcaron los años finales de su administra­ción. Y ahora dejan también sus cicatrices en el final de la carrera electoral de Cristina. Amigos son los amigos. ■

No solo Kirchner hizó negocios con Báez. Los impulsó Cristina en su presidenci­a.

La condena judicial, según Cristina Kirchner, le cortó su carrera política.

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Socios. La vicepresid­enta Cristina Kirchner y Lázaro Báez.

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