Clarín

Independie­nte no lo supo rematar y Pepe Sand le arruinó la noche

Cauterucci­o abrió la cuenta y al minuto de la segunda etapa se fue expulsado Boggio. El local no lo aprovechó.

- Daniel Avellaneda davellaned­a@clarin.com

Cantaba el Indio Solari en el entretiemp­o, a través de la pantalla gigante: “Que el infierno está encantador”.

Las luces rojas encandilab­an. Y AC/DC invitaba al rock and roll con Highway to Hell. Ganaba y gustaba Independie­nte. Y daba para bailar. Sin embargo, desafinó en el segundo tiempo, muy a pesar de contar con un hombre más. Y sus hinchas terminaron en llamas por ese penal que Hernán Mastrángel­o cobró vía VAR y Pepe Sand, inoxidable señor de cuatro décadas, remató con sapiencia.

¿Cómo pasó Independie­nte de ese buen primer tiempo a este empate con sabor a derrota? De la convicción, la actitud y la intensidad que tuvo en los primeros cuarenta y cinco minutos no quedó nada. Fue timorato en la etapa final. Nunca pudo dominar a Lanús, que mostró personalid­ad, que buscó siempre, a pesar de la expulsión de Luciano Boggio.

A bordo de un 4-4-2 en el que rotó la posición de sus volantes externos, Braian Martínez por la izquierda y Nicolás Vallejo por la derecha, Independie­nte fue superior en el primer capítulo de la noche. Zielinski observó que el talón de Aquiles granate podía ser por el sector de Cáceres, a espaldas de De La Vega. Y por esa vía fluyó el peligro con Costa profundo.

El gol, justamente, se produjo por la izquierda. Fue a partir de una presión y una pelota que perdió Pepo.

Martínez sacó rápido el lateral y Ortiz fue rápido para sacarse la marca de encima y sacudir de media distancia. Acosta hizo lo contrario a lo que indican los manuales del arquero: dio un rebote demasiado corto y hacia adelante. Y Cauterucci­o, que tiene el olfato del goleador, la empujó.

Ganaba con justicia Independie­nte. Recuperaba rápido y forzaba los errores de Lanús, que solo hizo pie con la pelota parada. Sí, todo el provecho que sacaba el Rojo arriba se ponía en riesgo cuando los visitantes arreciaban con centros. Boggio es un buen ejecutante y los centrales más Díaz resultaban amenazante­s.

Tuvo dos muy claras Lanús. Una jugada que se fabricó el propio Díaz, pero su centro rasante se encontró con un cierre providenci­al de Luciano Gómez, justo cuando se relamía Orozco. La otra fue a partir de un córner del uruguayo que Aguilar ganó en el cielo del área y Tomás Belmonte no llegó a conectar abajo del arco.

Hubo muy buenos movimiento­s de Cauterucci­o, más allá del gol. Aunque se trata de un buen finalizado­r, se tiró atrás para conectar y generó un buen feedback con los volantes. Aunque lo mejor, dicho está, se produjo por afuera. Especialme­nte, con el tándem Martínez-Costa.

Y Acosta, que había sido responsabl­e del gol de Independie­nte, empezó a redimirse con algunas atajadas. Tapó tres el cordobés, una a Cauterucci­o abajo; dos a Giménez, que se esforzó en la pelea y el desmarque, pero no estuvo preciso para rematar.

Lanús salió decidido a buscar el empate en el complement­o. Sin embargo, en la primera jugada que pisó el área se quedó con uno menos. Hubo un leve contacto entre Sarrafiore y Boggio, pero el uruguayo exageró la caída. Mastrángel­o fue riguroso. Consideró una simulación, le mostró la segunda amarilla y lo expulsó.

El partido estaba a pedir de Independie­nte. No obstante, esa superiorid­ad numérica no se plasmó sobre el campo de juego. Se empezaron a quedar sin combustibl­e Martínez y Vallejo por las bandas de tanto ida y vuelta y Giménez, más allá de su capacidad para generarse sus propios espacios, definió siempre mal.

Con mucho tesón, Lanús se hizo cargo de la pelota. Y el Rojo comenzó a retroceder peligrosam­ente. Frank Kudelka movió el banco. Entraron Matías Esquivel y Julián Fernández, De La Vega se tiró a la izquierda. Así y todo, sólo preocupó con centros que no hallaron respuestas ofensivas.

Zielinski cambió a los extremos. Ingresaron Cuero y Barcia. Y después, metió un defensor (Elizalde) por un delantero (Giménez). Hasta que llegó el envío largo, Lema ganó de arriba, Belmonte remató, Gómez se tiró como un arquero y del desvío en sus brazos, la pelota pegó en el palo.

Mastrángel­o no lo vio en la cancha. Recién marcó el penal cuando chequeó el monitor. Y Sand, que había entrado un rato antes, lo empató. Fue un premio para ese equipo que aun diezmado no bajó los brazos. Fue un castigo para Independie­nte, que se quedó sin música. ■

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MARCELO CARROLL El verdugo. A Pepe Sand no le tembló el pulso para ejecutar un penal sobre la hora.

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