Clarín

La reaparició­n de un viejo enigma que parecía desterrado

- Horacio Pagani hpagani@clarin.com

Que River tiene el mejor plantel del fútbol argentino se parece a una obviedad casi unánime. Que es el puntero de la Liga Profesiona­l con la soltura que le dan los cinco puntos de distancia sobre San Lorenzo, su escolta, y varios más con los otros seguidores, también está a la vista.El cambio de conducción que se dio luego de la exitosísim­a gestión de Marcelo Gallardo durante ocho años y medio y con el ingreso de Martín Demichelis, sin experienci­a en conduccion­es de equipos de Primera División pero con una intensa formación en etapas formativas del poderoso Bayern Múnich alemán, club en el que pasó muchos años en la titularida­d en su ciclo como brillante jugador, pareció una decisión acertada de la dirigencia. Y los hechos triunfos, largo invicto sin goles en contra, victoria en el clásico contra Boca, más allá de las polémicas- le fueron dando la razón al camino tomado.

Demichelis se mostró como un entrenador fiel al gusto de los riverplate­nses, con un estilo atildado de posesión, y ofensivo en sus pretension­es, con mucha oferta de futbolista­s bien dotados técnicamen­te y con un costado propio muy atento al "tacticismo", estudioso de sus rivales y proclive a las variantes en las formacione­s según sus presuncion­es en relación a las caracterís­ticas de sus rivales.

Empezó creyendo que jugaría con tres puntas y fue cambiando de postura al reforzar la zona de volantes (para la tenencia de la pelota) y jugar con un solo delantero real. Encontró en Beltrán el posible ideal, postergand­o a los "afamados" Borja y Rondón.

Los avatares de este juego impensado le dieron algunos vaivenes al funcionami­ento del equipo. Un poco, quizá, motivado por su afán de cambiar las formacione­s y los reemplazos sobre la marcha. Pero no había razones para la queja... El equipo siguió motivando a su gente como en el tiempo de Gallardo (con la excepción, tal vez, del último año). Todo bien.

Pero apareció en la escena la Copa Libertador­es (un tabú que había alejado el anterior DT) y, de pronto, la sensación cambió. Una derrota con The Strongest, en La Paz, siempre es probable. Y lo fue (1-3). Pero la goleada (1-5) de Fluminense, en Río de Janeiro, estaba fuera de cualquier cálculo. Que no disimuló la victoria (4-2) ante Sporting Cristal en el Monumental. Porque lo más llamativo fue la cantidad de goles recibidos: 10 en tres partidos, cuando en el torneo local Armani había pasado ocho encuentros invencible.

La posibilida­d de enderezar el camino en Lima se tomaba con enorme optimismo. Y fue un "paseo" de River en el primer tiempo. Otra vez -como ya había pasado en lo domésticol­a creación de situacione­s de gol no coincidió con la concreción de los mismos. Y se puede colegir que la ausencia de más de un delantero real tenga que ver. Porque esto es fútbol y lo que antes fue un acierto se puede transforma­r en una carencia. Los goles suelen hacerlos mayoritari­amente los delanteros, se puede decir como norma de un diario de lunes.

Lo real fue que un error del muchas veces salvador Armani (rechazó con el pie al pecho de un rival que convirtió), abrió la angustia de una posible eliminació­n en primera vuelta. El penal que el árbitro Garay le concedió a River -por instancias del VAR-- tras un tirón de camiseta de Lutiger a Nacho Fernández- lo dejó al Cristal con 10 jugadores. Era la chance de parar la desesperan­za. Pero el arquero Solís se lo atajó a Borja. Hasta que cerca del final pudo empatar Aliendro. Leve alivio, al cabo. Pero mayor alivio fue el que se sintió cuando ese remate de Grimaldo en el minuto 93, pegó en el palo tras un impercepti­ble desvio del "salvador" Armani. Uno a uno.

La chance de pasar a octavos quedó encendida, entonces. Y sin ayuda ajena, también. Le alcanzará para eso con ganar los dos partidos de local, contra Fluminense y con The Strongest. El de los brasileños será el más duro. Pero no hay opciones (aunque un empate según los otros resultados, podría servir). Son números, apenas. Pero el River de Martín Demichelis debe resolver el enigma entre lo local y lo internacio­nal. Que era una cuenta abierta antes de la llegada de Marcelo Gallardo. ■

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