Clarín

Ya lo decía Pipo Pescador

- César Dossi cdossi@clarin.com

Un viaje se inicia cada día con la aventura de vivir, y con esa impronta que cada uno le da a la rutina. Abrimos los ojos y un mundo ya nos acecha, impaciente y vertiginos­o. También podemos mirar atrás y tratar de determinar cuál de todos los viajes fue ese que tuvo carácter anecdótico en las reuniones con amigos, y descartand­o aquellos que sólo fueron una colección de postales. Hay veces en las que hay que decidir: seguir con la vida que uno tiene o darle un vuelco terminante. Porque la vida no es un sólo momento, es un conjunto de situacione­s y planear un viaje para disfrutar solo o buscar crear recuerdos con alguien más no se trata de que sea perfecto, sino de arriesgars­e a planear algo distinto. Por eso la lectora Andrea (50) y su hermano Sebastián (47) emprendier­on la aventura de sus vidas: “Eramos nosotros o nosotros”, recuerda de sus andanzas por Europa. Así es que conocieron lugares diferentes, idiomas y culturas. Dieron con nuevas fuentes de ocio y placer. Se llenaron de cultura con esa sensación de libertad entre las manos para “saborear la primera pizca de independen­cia y sobre todas las cosas zambullirs­e sin escala en lo inesperado… en lo que puede no salir como pensabas, en lo que no se parece en nada a lo que planeaste, pero para lo que terminás descubrien­do que siempre estuviste preparado”. El 8 de abril de 2023 se cumplieron 29 años de la primera conexión digital a Internet en Argentina. Si bien para aquella época otros países de la región como Chile, Brasil y México ya tenían acceso, a nuestro país le costó más de 4 años conectarse. El desconocim­iento acerca de la tecnología y la falta de recursos hacían mucho más lento el camino a la conexión. Finalmente, en 1994, las universida­des argentinas se conectaban a Internet por primera vez a través de un enlace digital. Aún sin saber qué impacto real tendrían en el futuro las tablets, o el celular y las redes sociales, se estaba cambiando un estilo de vida que iba a llegar para conectar al mundo. ¡Y chau! Perdimos esa libertad que nos hacía sentir con absoluta autonomía. Hoy, Andrea emprende otra aventura, ya no con esa vieja libretita, sino con la conectivid­ad al palo. Continua su excursión por la vida sin conformars­e con los epígrafes destacados de las postales de agencias de viajes. Se va a festejar sus años dorados en familia. Viajar sólo o acompañado, con valija o mochila, ida y vuelta, o viajar por el mundo sin pasaje de regreso. En avión o en tren, o “en el auto de papá, el viajar es un placer, que nos suele suceder”, cantaba Pipo Pescador.

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