Cómo reescribir el exilio
¿Qué es un “escritor de dos orillas”? Algo anfibio se mueve en esa idea, que pone todo el Atlántico como fiel de la balanza e invita a la extrañeza. “Yo siempre fui la rara”, recuerda Fernanda García Lao, “la única mendocina que hablaba con z”. Emigrada a España en 1976, retornada luego a la Argentina, la autora de “Sulfuro” vive ahora en Barcelona, donde imparte talleres tan cosmopolitas como su formación.
La edad a la que uno se va marca diferencias. Andrés Neuman, que emigró a España en la adolescencia, cuenta que sus diálogos con Telmo, su hijo de dos años a quien dedicó “Umbilical”, están surcados de traducciones simultáneas del tipo de: Ahora caminamos por la acera (que en Argentina se dice vereda), para ir a los columpios (que allá son hamacas) y si nos da tiempo remontaremos una cometa (barrilete, en Argentina), ¿vale? (¿dale?). Sobre esto ha escrito Clara Obligado, exiliada de la última dictadura, en el precioso “Todo lo que crece”, que registra esos primeros malabares lingüísticos en Madrid, entre tiestos a los que llama macetas y geranios que serán siempre malvones. “De quienes participamos en el libro, sólo yo volví”, destaca Dani Yako, autor de las conmovedoras fotos de “exilio 1976-1983”, testimonio en clave íntima de su temporada extranjera. “Mi hijo ni siquiera sabe que soy argentino”, bromea Mariano Peyrou (Buenos Aires, 1971), a quien el exilio trasplantó a los 5, que participó por primera vez en la reciente Feria del Libro porteña. Madrileño desde la infancia, releyó toda su obra poética para componer una antología diamantina en su dureza y filo, que acaba de publicar Espasa España. “El mar hospital es el mar aeropuerto” recrea su exilio, pero salvo dos o tres poemas que hablan expresamente del desarraigo forzoso, los demás parecen haber sido escritos por Peyrou prohibiéndose nombrarlo (como hizo Perec con la letra e en “El secuestro”), algo que, paradójicamente, refuerza su gravedad en versos como “tengo/exactamente más pero está lejos”. En un país que se autoinflingió golpes de Estado desde 1930 y crisis cíclicas a partir de la democracia recuperada en 1983, estar fuera, a distancia, es uno de los tantos modos posibles de ser un escritor argentino. Parte de la argentinidad se expresa en ese deambular sin cortar lazos y anhelar siempre alguna forma de regreso.■