Clarín

Una jugada de riesgo que replica una estrategia del pasado

En 2019, a poco de llegar al gobierno, Pedro Sánchez escapó de la presión del PP llamando a votar otra vez. Le fue muy bien. Ahora ensaya la misma receta.

- Marina Artusa martusa@clarin.com

Pedro Sánchez lo volvió a hacer. Como si fuera un gesto reflejo, cada vez que se siente “no elegido” y antes de que se le acaben las vidas y el videojuego le indique “game over”, se las ingenia para activar un cambio en el libreto, un guiño que desvíe la atención del público hacia donde a él le interesa que fijen la vista los españoles.

Acaba de suceder. Cuando las miradas están puestas en la consolidac­ión de la derecha que el domingo se consagró como favorita en las elecciones, él pega un volantazo y sube la apuesta.

Este lunes, mientras sus adversario­s políticos y sus socios por convenienc­ia, todos maldormido­s, todavía estaban analizando el resultado de las urnas, el presidente del gobierno hizo saber que a media mañana daría un mensaje desde el Palacio de la Moncloa. Pero que no responderí­a preguntas. “He tomado esta decisión a la vista de los resultados de ayer”, dijo. Con esas pocas palabras, Sánchez logró que la algarabía del Partido Popular durara menos que una noche.

Y si el domingo los españoles se acostaron con la postal de una

España teñida de azul -el color del PPque les mostraban la tele y las webs, esta mañana la charla en los bares era monotemáti­ca: a quién votar el 23 de julio y quién será el próximo presidente de España.

A menos de 24 horas de haber votado para renovar las autoridade­s de ayuntamien­tos y de algunas comunidade­s autónomas, los españoles volverán a las urnas el 23 de julio para las generales, cita prevista para diciembre en el calendario electoral. Pedro Sánchez ya lo había hecho en 2019, días después de sentir el desamor que, sin eufemismos, le profesaron

los partidos de derecha cuando se reunieron en la Plaza Colón de Madrid para pedirle que se fuera.

“Por una España unida. ¡Elecciones ya!” era el lema de la manifestac­ión que reunió a miles de españoles. La “foto de Colón” que protagoniz­aron el PP, Ciudadanos y Vox -y que tuvo un costo político, sobre todo para los dos partidos que no eran extrema derechahir­ió a Sánchez quien, ante la imposibili­dad de aprobar los Presupuest­os Generales del Estado, cinco días después de la manifestac­ión anunció elecciones anticipada­s.

“Un gobierno tiene la obligación de cumplir con su tarea: aprobar leyes, gobernar, avanzar. Cuando algunos partidos bloquean la toma de decisiones, hay que convocar elecciones”, dijo el 15 de febrero de 2019, ocho meses después de haber llegado a la Moncloa de la mano de una moción de censura con la que había desalojado a Mariano Rajoy. La movida no le salió mal. El PSOE se llevó en aquel adelanto electoral casi 7,5 millones de votos. En segundo puesto, el PP cosechó menos de 4,5 millones.

Hace cuatro años, el actual presidente apeló a un electorado de izquierda indignado por la caída de un gobierno progresist­a. Hoy, le urge despabilar a esos 400.000 votantes del PSOE que el domingo prefiriero­n quedarse en casa. Esta vez, el apuro electoral que a Sánchez le quema en las manos es además un instrument­o que le permitirá ejercer presión. Hacia su izquierda y hacia la derecha. Obliga a que los partidos a la izquierda del PSOE -Podemos, Izquierda Unida, Sumar- pacten y se presenten juntos. Y condiciona al PP que tratará de demorar hasta después del 23 de julio los indispensa­bles acuerdos con Vox para gobernar en los territorio­s que le arrebató al PSOE.

Como en 2019, Sánchez desea apurar las elecciones para que su gobierno no se siga ajando. “Aún no ha develado si será candidato” especulan en la calle Génova, sede del PP. ¿Alguien se atreve a dudarlo?w

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AP Sufragio. Una imagen del voto del último en la región de Pamplona.

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