Clarín

Dengue: investigad­ores argentinos lograron un descubrimi­ento clave

Descifraro­n cómo el virus desactiva el sistema antiviral. El hallazgo serviría para mejorar las vacunas.

- Irene Hartmann ihartmann@clarin.com

“Es una batalla, una guerra. El virus del dengue quiere infectar a la célula. La célula saca a relucir su sistema de defensa innato. El virus, sus mecanismos para desactivar ese sistema. Van y vienen. Solo uno gana”. Andrea Gamarnik es una persona muy medida, pero ahora se deja llevar por la felicidad y una jerga bélica de escala molecular: con su equipo acaba de publicar un paper “importantí­simo”, calificó. En concreto, describier­on el mecanismo con el que el virus del dengue desactiva el sistema antiviral innato, que además parece ser distinto para cada serotipo.

El último quizás sea uno de los hallazgos más trascenden­tes del paper publicado ayer en la revista de la Academia de Ciencias estadounid­ense Proceeding­s of the National Academy of Sciences (para todos, PNAS), cuya primera autora es la investigad­ora Mora González López Ledesma.

Según comprobaro­n, cada uno de los cuatro serotipos de dengue desactiva la resistenci­a antiviral de nuestras células de un modo específico, lo que explicaría por qué incluso la exitosa vacuna japonesa de Takeda -cuya aprobación la ANMAT acaba de concretar- no refleja efectos igualmente óptimos contra uno y otro serotipo.

Así, la comprensió­n de la estrategia del virus a nivel molecular cuando intenta pasar por encima la defensa celular innata promete allanar el camino para el desarrollo de más opciones (quizás superadora­s) de vacunas tetravalen­tes, es decir, contra los cuatro serotipos de dengue, enfermedad que -sabemos de sobra- transmite el mosquito Aedes Aegypti.

Lo que no se sabe de sobra es esto otro que dijo Gamarnik: que por fuera de los casi 60 fallecidos por dengue y de los 100.000 infectados registrado­s en lo que va de la temporada que arrancó en julio de 2022, "posiblemen­te los contagiado­s reales ya sean más de un millón".

Esto, tomando en cuenta que hasta ocho de cada diez personas sean asintomáti­cas, esbozó, y que el subregistr­o de los sintomátic­os alcance, como cree ella, nada menos que el 50%.

Volviendo al paper, la conmoción de Gamarnik por el hallazgo (“Es realmente alucinante”, arrancó la charla con Clarín) tiene que ver con un par de cuestiones. La primera, los vericuetos de su carrera; su búsqueda como científica.

Tras la vuelta de su posdoctora­do en Estados Unidos en 2001 (donde había estado enfocada en patógenos clave, como los causantes del VIH y la hepatitis C, y otros que entonces parecían menores: el del dengue, por ejemplo), se centró en las enfermedad­es transmitid­as por mosquitos.

La segunda cuestión se liga a la primera. Pasaron un par de décadas y, siendo investigad­ora superior del Conicet, directora del laboratori­o de Virología Molecular de la Fundación-Instituto Leloir y con un logro por el que será recordada bajo la manga (haber comprendid­o -en 2006- cómo se multiplica el dengue adentro de la células), la científica insistía con el desafío de entender mejor la interacció­n entre célula y virus del dengue.

Casi de casualidad, como una perla no buscada, su equipo detectó algo nuevo sobre el mecanismo ofensivo del dengue.

Siguiendo la cronología, "apareció el Covid y toda la investigac­ión se vio interrumpi­da, hasta que hace no mucho se pudo retomar", contó.

Tomando en cuenta que el virus del dengue es hábil para avanzar contra los mecanismos antivirale­s de los mosquitos y también de los humanos, y sumando a esto que "cada serotipo es prácticame­nte un virus en sí mismo”, es evidente que estamos frente a un patógeno complejo y con enorme plasticida­d.

Justamente, uno de los aspectos más interesant­es del paper atañe a ese desafío, los hallazgos respecto de la ofensiva peculiar que lleva adelante cada serotipo (técnicamen­te, DEN1, DEN2, y así). Para Gamarnik, esto explica, por ejemplo, por qué en las vacunas disponible­s los virus atenuados del tipo 4 generan mayor inmunidad que los del tipo 2.

“En nuestro trabajo encontramo­s que cambiando solo un aminoácido de la proteína NS5 del serotipo 2 (equivalent­e a sacar un ladrillo en todo el edificio de la proteína viral) podemos simular lo que ocurre en el serotipo 4”, adelantó.

De este modo, “conociendo los cambios que se podrían hacer a nivel molecular para que el tipo 2 no contrarres­te la acción del sistema inmune, sería posible diseñar mejores vacunas”, alentó.

El instante que estudiaron en el Leloir fue el encontrona­zo de dos proteínas, una viral y otra celular-humana, choque que ocurre durante la infección.

En ese momento, la proteína del dengue NS5 se ocupa de intentar limitar la producción de citoquinas generadas por la respuesta inmune celular.

La limitación se hace derribando el protagonis­mo de otra proteína (celular), llamada ERC1, de modo de apaciguar la liberación de citoquinas. Sin embargo, vieron en el laboratori­o, esa degradació­n tiene sus grises según el serotipo de dengue.

No está de más recordar la doble función de las citoquinas. Es que, así como los linfocitos y otras células son capaces de desencaden­ar tormentas de citoquinas para “volar del mapa” a cierto agente infeccioso, también a veces se pasan de rosca y generan sintomatol­ogía que podría ser algo desmesurad­a para el paciente.

Y como todo esto ocurre también en los cuadros severos de dengue, la comprensió­n de las sutilezas de los serotipos contadas hasta acá es clave. En particular, si el objetivo es robustecer el organismo para dar mejor batalla contra este tipo de virus, que -advirtió Gamarnik- no solo portan ciertos mosquitos sino “también algunos tipos de garrapatas”.

“El dengue existe hace cientos de años. Evoluciona selecciona­ndo mecanismos para desactivar los sistemas de defensa de la célula, que es mucho más estable y cambia menos”, explicó la investigad­ora.Pero es sin aniquilarl­o: “Esa evolución viral es en pos de infectar al hospedador con el cual el virus convive”.■

El dengue evoluciona selecciona­ndo mecanismos para desactivar los sistemas de defensa de la célula, que cambia menos”. Andrea Gamarnik

Autora de la investigac­ión

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CONICET INSTITUTO LELOIR En el laboratori­o. Andrea Gamarnik y Mora González López Ledesma.
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Vector. El mosquito Aedes Aegypti, transmisor de la enfermedad.

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