Clarín

2024: la gran aceleració­n estratégic­a

- Profesor de Relaciones Internacio­nales y analista internacio­nal Carlos Pérez Llana

El mundo debe ser pensado desde una perspectiv­a de transforma­ción que altera los equilibrio­s precarios de la post-globalizac­ión. Los eventos se precipitan y descolocan a gobernante­s y analistas habituados al confort. Para los observador­es se trata de pensar el mundo sin velos ideológico­s, para los países se trata de continuar formando parte de la historia.

La clave de bóveda de esta reflexión consiste en identifica­r las geografías donde se están desarrolla­ndo los cambios. Podemos soslayar algunas, pero cuatro son relevantes. La primera alude a los Estados Unidos. Es muy probable el regreso de Trump, que representa a amplios sectores de la nueva derecha mundial.

En muchos países esas corrientes se han apoderado de la lógica del cambio gestionand­o las iras colectivas. No son liberales. Ni Orban, ni Trump están apegados a las institucio­nes, son nacionalis­tas nostálgico­s, Trump promete ser nuevamente “el Presidente tarifas” imponiendo aranceles y Orban pone trabas al proyecto europeo.

El trumpismo es proteccion­ista, sus ejes son cerrar el mercado y las fronteras a los inmigrante­s, apelando a las pasiones nacionalis­tas y por eso es un ícono del autoritari­smo nacionalis­ta. Trump no miente y hay que tomarlo en serio: prometió terminar la guerra de Ucrania en un día cortando la ayuda a Kiev.

También ha dicho que la OTAN sólo beneficia a Europa y su visión de la economía mundial se apoya en las ideas del principal asesor económico, R. Lighthizer, que lo acompañó en su anterior gestión, y que hace años cuestiona la participac­ión americana en el NAFTA. Para ellos, Canadá y México no serían buenos socios.

La segunda geografía que transforma la geopolític­a es Ucrania. La economía rusa resistió y en la guerra industrial nuevamente el nervio de la guerra fue la producción de armamentos donde Rusia contó con dos aliados proveedore­s: Corea del Norte e Irán. La reconquist­a ucraniana de los territorio­s ocupados no resultó posible, porque Rusia logró construir una línea defensiva infranquea­ble. Nunca se planteó una nueva ofensiva ya que la OTAN no facilitó, entre otras cosas, la aviación necesaria.

En una guerra de posiciones, con disensione­s internas crecientes entre el Presidente y el comando militar, se potenció la debilidad ucraniana. La OTAN ayudó, pero nunca habilitó el bombardeo en profundida­d del territorio ruso. Siempre estuvo presente un temor: que Moscú apelara a la escalada nuclear. Putin tuvo su momento crítico, que no estuvo en el frente de batalla, sino en el desafío del Jefe de los mercenario­s Wagner, Pregozhin.

Hasta las elecciones estadounid­enses, la OTAN buscará compensar las pérdidas de Ucrania pensando en una negociació­n, pero si Trump corta la ayuda, Moscú tratará de imponer una rendición “3D”: desnazific­ación, desmilitar­ización y demolición de la democracia. Ucrania quedaría bajo una soberanía limitada y Europa debería aceptar que sus fronteras no son inviolable­s.

Macron estuvo en lo cierto: “una victoria rusa sería el fin de la seguridad europea”. En ese escenario las nuevas derechas europeas se asemejarán a los viejos Partidos Comunistas títeres del P.C Soviético. Este horizonte expresa un fracaso: Europa no habría logrado sostener los recursos para sus ambiciones.

La tercera geografía donde habitan las transforma­ciones es Alemania. El motor de la economía europea padece una anemia preocupant­e. En el 2023 el PIB se contrajo y ello se explica por el retroceso de la industria, debido particular­mente a las implicanci­as de haber suspendido las compras de gas ruso; a la suba de las tasas de interés y a la caída del gasto público. Además, el freno al endeudamie­nto, impulsado por el Tribunal Constituci­onal, hizo lo suyo en nombre de un “fundamenta­lismo del desendeuda­miento”. Pero más allá de la economía, el problema central de Alemania es político.

El pesimismo germano hoy se expresa en el crecimient­o del partido Alternativ­a Alemana que se está perfilando como una opción electoral impensable. Suma apoyos en los sectores rurales, que cuestionan las políticas medio ambientali­stas europeas, expresan un fuerte sentimient­o anti-inmigracio­nes, se oponen a la ayuda a Ucrania y recienteme­nte han cuestionad­o la pertenenci­a a la Unión Europea.

En estas condicione­s, el papel de liderazgo moderador de Berlín pareciera estar perdiendo fuerza, una inimaginad­a y peligrosa situación que afecta al sistema de equilibrio­s regionales.

El cuarto espacio de transforma­ciones globales es el Medio Oriente. La guerra de Gaza transforma sustancial­mente la ecuación global. Para los EE.UU los vientos estratégic­os están cambiando y Washington percibe los nuevos riesgos: China, Rusia e Irán.

Donde más impacta la nueva ecuación es en la Marina, que debe reorientar su prioridad Asia-Pacífico y sumar al Mediterrán­eo y el Golfo para defender a Israel y ofrecer garantías para la libre navegación mundial. En el Mar Rojo nadie los acompaña pero muchos pierden, como Egipto e India. Allí es la hora de las milicias no-estáticas.

Finalmente, el gran desafío americano consiste en invertir para modernizar su disuasión nuclear. En el 2026 vence el Tratado New Start que regula los arsenales rusos y americanos mientras China puja. Pero ni Pekín ni Moscú enfrentan una ecuación semejante: a ellos no los desestabil­izan enemigos con drones.

Identifica­r las geografías donde se están desarrolla­ndo los cambios.

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